Migrantes: enorme aporte social, económico y cultural para la región
A 20 años de la aprobación de la Ley Nacional de Migraciones, con un enfoque de derechos humanos, el balance es muy positivo. Lejos de los prejuicios, ha contribuido a ordenar la integración de los extranjeros y fortalecido el desarrollo regional
Muy lejos de algunos prejuicios sociales y narrativas discriminatorias que los señalan como un “gasto para el Estado”, la inmigración ha sido un enorme aporte para la riqueza económica, social y cultural en nuestro país, aportando en áreas que van desde la agricultura, la construcción, el comercio, los cuidados personales y la industria petrolera hasta el sistema de salud, que habrían tenido serios problemas para poder funcionar sin su aporte. Así lo señala un reciente informe de la Fundación Colsecor (que agrupa a distintas cooperativas de servicios del interior del país) a propósito de los 20 años de la sanción de Ley Nacional de Migraciones (25.871) que se cumplen en estos días. Una norma que según algunos referentes del sector está entre las más avanzadas del mundo por su enfoque en el respeto de derechos humanos como la reunificación familiar, el acceso a servicios sociales, la participación en la vida pública y la identidad cultural, que ha permitido a nuestro país mantenerse como receptor de migraciones, a pesar de sus repetidas crisis económicas.
El informe destaca a nivel general, que las migraciones generan efectos positivos en los países receptores, ya que generan aumento en el consumo, aportes monetarios en el pago de impuestos y sobre todo una diversificación en la mano de obra.
Redes sociales reales
Desde el punto de vista social las redes migratorias, como los sindicatos, las cooperativas y las redes de producción “se constituyen en enclaves solidarios que nutren a la convivencia democrática al tiempo que la desarrollo demográfico y económico”.
Sin embargo, junto a las corrientes migratorias suelen despertarse en ciertos sectores de la población, a menudo estimulados por la política, “discursos estigmatizantes y xenófobos”, sobre todo hacia las migraciones de países latinoamericanos vecinos, que los acusan de dos supuestos perjuicios: el uso de servicios públicos en forma masiva (“son un gasto para el país”) y la ocupación de puestos trabajo (“desplazan a la mano de obra nacional”).
En un exhaustivo repaso por los informes más recientes, el trabajo de la Fundación Colsecor desmonta estos prejuicios.
Entre otros datos, señala:
• En base a un informe de la Organización Internacional de la Migraciones, detalla que los extranjeros no constituyen un gasto significativo para el sistema de salud. Lejos de las versiones que señalan a los extranjeros de hacer “uso y abuso” de los sistemas sanitarios públicos, El Ministerio de Salud indica que en Buenos Aires apenas el 0,04% de los egresos corresponde a extranjeros, mientras que en Jujuy, zona fronteriza por excelencia, la cifra de atención a no residentes en el país llega a penas al 0,29%. El informe también aclara que prestaciones de salud costosas, como trasplantes de órganos y tratamientos oncológicos, requieren DNI argentino, requisito que limita el acceso a ciertas categorías de migrantes.
• Otro tanto pasa con la recepción de beneficios sociales o programas sociales. Según datos del Ministerio de Trabajo y de Desarrollo Social, solo el 1% del gasto social está destinado a migrantes, según un reciente trabajo del economista Ariel Lieutier, quien detalló que “la proporción de pensiones no contributivas es de 8% para los argentinos contra un 4% de los migrantes, y que las asignaciones familiares alcanzan a un 8% de nativos y a un 5% de migrantes”.
• Un tercer mito señala a los migrantes como ocupantes de lugares en los servicios educativos. Sin embargo, aunque casi el 60% de los migrantes menciona a las facilidades que existen para acceder al sistema educativo como una de las razones para radicarse aquí, los extranjeros representaban apenas el 3,6% del total de los estudiantes universitarios, según el último informe de la Secretaría de Políticas Universitarias (2020).
Pero es sin dudas en el sector económico donde más destaca el aporte de la corrientes migratorias, en especial las ocurridas en los últimas décadas, que se han producido en su mayoría de países latinoamericanos (sobre todo de Bolivia, Paraguay, Perú y Venezuela y en menor medida Chile, Brasil y Uruguay, que tienen poblaciones migrantes arribadas en su mayoría en los años 70 y 80) y últimamente de países asiáticos y de África, en mucha menor proporción.
Como fuerza laboral representan hasta el 53% de las ocupaciones en sectores como la agricultura, la construcción, el servicio doméstico, el comercio, la actividad textil y otros trabajos de cuidado y en la mayoría de los casos son complementarios y no competitivos con la mano de obra nativa.
El informe de Colsecor destaca entre otros aspectos que los paraguayos se incorporaron a dos tipos de actividades: la construcción en el caso de los hombres y el servicio doméstico, entre las mujeres. La segunda colectividad más numerosa, los bolivianos, destaca como un componente indispensable del desarrollo de la actividad frutihortícola, que en algunas provincias, como Buenos Aires, son responsables de hasta el 80% de la producción. Los peruanos, por su parte se han concentrado mayoritariamente en actividades de comercio, en las caso de los varones, mientras que las mujeres trabajan también mayoritariamente en el servicio doméstico y tareas de cuidado. Los chilenos se han asentado sobre en provincias fronterizas con su país, y ha sido importante su aporte en el desarrollo de la fruticultura del Alto Valle y en la ganadería de toda la zona patagónica. Los uruguayos tienen mayor participación en el sector de servicios profesionales. Un caso especial lo representa la inmigración venezolana, que se profundizó en los últimos años de la mano de la crisis política, económica y humanitaria que vive ese país desde hace más de diez años, además de la violencia y la inseguridad que se vive en la mayoría de las zonas urbanas, que han expulsado a más de 6 millones de venezolanos durante el gobierno de Nicolás Maduro.
En Argentina, se han dedicado sobre todo en sectores como los servicios al cliente y aplicaciones (casi un 50%) y en dos sectores profesionales donde la Argentina tiene serios déficits. En la industria, donde hay casi 14 ingenieros venezolanos que cubren una demanda insatisfecha (sobre todo en el sector energía) y por otro lado en el sector salud, donde más de 2.300 médicos y médicas venezolanos cubren vacíos importantes, como el 30% de las residencias que promociona el Estado argentino en el interior del país y que quedan vacantes, además de especialidades como pediatría y medicina clínica, donde hay carencias notorias tanto en el sector público como en el privado. Las ventajas que encuentran los profesionales venezolanos para instalarse en nuestro país tienen relación con la posibilidad de regularizar rápidamente su situación y la validación de títulos, sostiene el informe de Colsecor. Un 20% de quienes emigraron ya tienen hijos argentinos, destaca Albert Contreras, presidente de Asomevenar, la asociación que nuclea a los médicos venezolanos en Argentina.
Entre las falencias del trato a los inmigrantes se destaca que, debido a la compleja situación cambiaria, muchos encuentran dificultades para el envío de remesas a sus familias.
Esto es particularmente importante para los migrantes venezolanos, colombianos y africanos, explica el exintegrante de la Pastoral de Migraciones de Río negro y Neuquén, Jorge Muñoz. “En su cultura es muy importante el envío de dinero para ayudar a sus familias, y a veces acá les cuesta mucho conseguir 100 dólares pare enviar, y tienen muchas trabas burocráticas y financieras para enviarlos. Parece poco, pero en muchos países ese dinero es mucha plata y ayuda un montón”, advierte. (Ver aparte)
Finalmente, el informe de Colsecor destaca un fenómeno poco estudiado, que son las migraciones internas. Las migraciones entre distintas provincias y regiones del país, en su mayoría por razones económicas, “aceitan el desarrollo productivo y de trabajo entre distintas regiones, además de la enorme contribución cultural que generan las redes y las colectividades” destaca el informe de la entidad cooperativa. Una característica que podría reforzarse en los próximos años podría ser el sentido de las migraciones, tradicionalmente desde las provincias más pequeñas a los centros urbanos más poblados del centro del país, donde está el eje de la actividad económica. La reciente Medición de Calidad de Vida en Pueblos y Ciudades de Argentina de esa fundación señala que 5 de cada 10 personas que hoy viven en grandes urbes se trasladaría a un pueblo más pequeño por factores como la crianza de los hijos, la inseguridad y el estrés que se vive en sus ciudades. Como dato negativo, casi un 78% de los jóvenes argentinos se mudaría a otro país si tuviera la posibilidad.
Factor clave para impulsar la economía local y paliar sus crisis
“Yo no tengo dudas: la industria de los ladrilleros bolivianos fue la que salvó a la economía de Allen, que en los 90 se estaba hundiendo por la crisis brutal de la fruticultura. No sé que hubiera pasado con la ciudad, por momentos iba camino a ser Sierra Grande cuando cerró Hipasam. Sin embargo, cayó una comunidad boliviana muy activa, que comenzó con la industria del ladrillo y la expandió por todo el norte de la Patagonia. Mucho de lo que es hoy Allen se lo debe a esta comunidad”. Así de enfático es el extitular de la Pastoral de Migraciones de Neuquén y el Alto Valle por casi 40 años y de la Clínica de Migración y Derechos Humanos en la Universidad del Comahue.
Hoy, ya “disfrutando del jubileo personal”, como señala con humor, Muñoz repasa las principal corrientes migratorias que le tocó presenciar en nuestra región y el impacto a su juicio muy positivo, en la economía, la cultura y la sociedad regionales.
“Durante todas estas décadas de nuestro trabajo hemos tenido que combatir contra los prejuicios y la ceguera de no querer reconocer no sólo la riqueza cultural que aportan los migrantes latinoamericanos sino también la material, muy concreta. A menudo hemos tenido que lidiar con la estupidez de ciertos gobiernos locales, que querían erradicarlos con excusas infantiles. Con el economista Humberto Zambon, que fue profesor y decano de la facultad de Economía de la UNCo “logramos demostrar, con cifras, como la producción de ladrillos de la comunidad boliviana fue un motor económico en Allen y Cinco Saltos, antes de eso los ladrillos se traían en su mayoría desde Mendoza, por ejemplo. O cómo la llegada de esta comunidad transformó la agricultura del Alto Valle, ya que antes casi no había produccción regional de hortalizas y hoy la mayoría de la verdura que se compra y se consume aquí viene de los productores de origen boliviano, que se han expandido y comercian lo que no se produce en la zona”, agrega.
Sostiene que el problema viene desde nuestra organización nacional. “Ya en la Constitución se plantea que Argentina promueve ‘la inmigración europea’ como la más deseable. Por eso a menudo las otras corrientes son invisibilizadas y menospreciadas”, dice.
Destaca por ejemplo como “el desarrollo de nuestra fruticultura de exportación es inimaginable sin el aporte de la mano de obra de inmigrantes chilenos en los años 70 y 80, porque muchos hijos de los europeos que habían plantado las chacras ya no querían trabajarlas”, recuerda. Lo mismo en la construcción, junto a los obreros paraguayos llegado en la década de 2000 “que se adaptaron incluso a regiones como la fría cordillera, muy lejana de su cálida patria original”, recuerda. Más actualmente señala la presencia de ingenieros, profesionales y obreros especializados venezolanos, que “están haciendo posible el fenómeno de Vaca Muerta, con experiencia de décadas en una industria que históricamente ha sido fuerte en su país”. Y de comunidades de sitios más lejanos como de Senegal o de países asiáticos como China, Corea o Taiwán, “que destacan en comercio y gastronomía, aportando sin competir con la producción y el comercio regional, eso lo hemos demostrado científicamente”, agrega.
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