El dólar ya es una “institución” en Argentina
En momentos que, como en otros periodos de la historia, la divisa de EE.UU. vuelve a ser central en la vida de los argentinos, el sociólogo Ariel Wilkis advierte que es mucho más que factor económico: también fija expectativas públicas y condiciona acciones sociales y políticas.
Apenas terminada la jura de Sergio Massa en Economía, donde anunció medidas para frenar la crisis cambiaria y la escalada de precios que azota al país, varios canales de televisión salieron a las calles del microcentro porteño para chequear la impresión de algunos transeúntes sobre el “superministro”. Uno de ellos, mientras esperaba su porción de pizza en la calle Corrientes, dijo: “bueno, al menos ha logrado hacer bajar un poco el dólar en estos días, ya es algo. Esperemos que pueda confirmarlo, por el bien de todos”. La frase muestra cómo la referencia a la moneda estadounidense y el mercado cambiario se han transformado en un elemento familiar y parte de la cultura popular de los argentinos, mucho más allá de un “refugio” de valor y de los usos habituales de una divisa.
La conclusión a la que llegan los sociólogos Ariel Wilkis y Mariana Luzzi, es que el dólar se ha transformado, en un lento proceso de sedimentación cultural que llevó décadas, en una verdadera “institución informal” de la democracia argentina, un “artefacto” o herramienta simbólica que sirve de orientación y referencia para tomar decisiones no sólo económicas sino también políticas en un país que atraviesa periódicamente por ciclos de inestabilidad e incertidumbre.
En ningún otro país de Latinoamérica el dólar es una referencia tan central, motivo de conversaciones en la calle, en la sobremesa o presente en los zócalos de los noticieros televisivos, al mismo nivel que la temperatura o el tránsito.
En su libro “El dólar: historia de una moneda argentina 1930-2019”, los autores señalan que las interpretaciones sobre la cotización del dólar o los vaivenes del mercado cambiario definen no sólo prácticas económicas (como cobrar la jubilación y comprar divisas para protegerse de la inflación, fijar el valor de una propiedad en dólares o retener la cosecha de granos en previsión de una devaluación), sino que también orientan a los actores políticos para medir la efectividad del gobierno, evaluar las chances de reelección de un presidente o un triunfo de la oposición.
A tal punto, que a menudo en medio de las crisis recurrentes que vive el país, “gobernar el dólar” se ha transformado en una parte imprescindible de la tarea general de gobernar el país.
En diálogo con Debates, Wilkis (doctor en Sociología, Decano de la Escuela Interdisciplinaria de Altos Estudios Sociales de la Universidad de San Martín e investigador del Conicet) detalló algunos aspectos de esta relación tan estrecha y familiar de los argentinos con el dólar.
Pregunta: Como muchas veces en nuestra historia, hoy el dólar pasa a ser una referencia central para los argentinos. En el libro que escribió con Mariana Luzzi sobre este tema ¿Cómo se puede explicar esta relación tan estrecha de los argentinos y el dólar?
Respuesta: Cuando nos ponemos pensar sobre el rol del dólar en la sociedad argentina durante las últimas décadas hay cosas que son como obvias y han sido muy desarrolladas por los economistas: es un refugio de valor, funciona como referencia en varios mercados como el inmobiliario, en algunas coyunturas es una moneda de inversión, como los plazos fijos, etc… pero en la investigación hallamos que junto con estas funciones u operatorias hay otro rol sumamente importante, que podríamos llamarle un rol político. En nuestro análisis tratamos de alejarnos un poquito de las explicaciones económicas tradicionales que remiten a la inflación crónica, a la pérdida de valor de la moneda y buscar más en este aspecto, menos investigado.
P: Ustedes señalan que es un “instrumento” o un “artefacto” para interpretar la realidad…
R: Exactamente, en Argentina interpretar lo que pasa en el mercado cambiario, lo que pasa con la moneda norteamericana es algo que tanto empresarios, políticos profesionales (del gobierno y la oposición) como los ciudadanos comunes hacemos cada día, porque si no interpretamos bien lo que ocurre en el mercado cambiario, creemos que nos perdemos gran parte de la realidad económica y también política de la Argentina. Nos hace de una manera partícipes de una cultura política, y de alguna manera del juego democrático. Por eso decimos en el libro que el mercado cambiario se ha convertido, especialmente en las últimas cuatro décadas, en una “institución informal de la democracia argentina”. Produce consecuencias más importante que la simple compraventa de moneda extranjera. Primero porque, en Argentina el mercado informal del dólar ocupa un lugar central para “generar expectativas públicas” en muchos sentidos. Por lo menos desde 1983 en adelante, el valor del dólar y sus vaivenes tienen un lugar preponderante, especialmente en elecciones presidenciales y en instancias políticas críticas. Condiciona decisiones de gobierno y proyecciones de los opositores sobre su futuro político. A los ciudadanos les permite evaluar la coyuntura política y económica del momento y tomar decisiones. Por casi 40 años esta relación con el dólar ha moldeado actitudes, prácticas y expectativas. Y en segundo lugar porque los actores de poder «huelen» la debilidad del Estado en este tema y actúan en consecuencia: un presidente puede perder sus chances de reelección en medio de una corrida en una campaña electoral (como Mauricio Macri en 2019). Al revés, “controlarlo” te da altas probabilidades de ser reelegido (como ocurrió con Carlos Menem en 1995, por dar ejemplos del libro).
P: A diferencia de otras, la investigación arrancó desde la década del 1930… quiere decir que es una cultura política construida por varias décadas.
R: Si, estaba como internalizado en determinados núcleos académicos y políticos de fijar a los años 70 como el parteaguas del comienzo de esta centralidad del dólar en la economía y la sociedad argentina, particularmente las reformas de liberalización financiera del régimen militar. Pero en nuestra investigación encontramos que si bien ese es un momento de inflexión, se trata de la profundización de un proceso que viene de más larga data. Por lo menos tres décadas antes, el dólar ya ocupaba un lugar importante en el espacio público y había empezado a usarse como moneda de transacciones, de referencia para determinas operaciones de mercado o financieras. Esa dinámica va tener fases de profundización: en los 70 como dije, en los 80 cuando la hiperinflacion 89-90 y 91 favorecen la extensión de su uso, y después con la Convertibilidad, por la generalización e intensificación de la popularización del dólar. Cada vez más grupos sociales operan con esa moneda, más transacciones económicas son pactadas y pautadas en dólares y la divisa ocupa un lugar cada vez más central en el espacio y el debate públicos, en las preocupaciones cotidianas de la gente.
P: Ustedes señalaban en una de sus conclusiones que es una forma en que parte de la ciudadanía busca “autonomizarse” tanto del Estado y sus vaivenes políticos como del sistema financiero y sus descalabros periódicos…
R: Tratamos de pensarlos como aprendizajes que hicieron diversos sectores sociales en términos políticos en su relación con el Estado. Y entre esos aprendizajes está el de vincularse con una moneda que permite, que da condiciones para ir más allá o sortear las propias devaluaciones que realiza un Estado que es débil para garantizar la protección de la moneda nacional y en definitiva del bienestar de la sociedad.
P: Señalabas en una columna reciente en un diario, la actitud de la vocera presidencial, cuando al momento de comenzar una corrida cambiaria, hay una negación: se minimiza el mercado del dólar paralelo, una postura que se da con varios gobernantes a lo largo de toda la historia.
R: Yo me quise referir al lugar difícil que tienen todos los políticos, los voceros, para lidiar con ese universo tan particular que es el mercado cambiario ilegal, que objetivamente por la cantidad de dólares que se transan allí es pequeño o marginal, pero que sin embargo tiene una gran capacidad de producir expectativas en la sociedad. Y eso se ve de manera sucesiva a políticos, ministros, que necesitan decir que el mercado no es relevante, es imaginario, etc.
P: Teniendo en cuenta este factor, en el medio una corrida cambiaria como la actual¿que debería considerar el gobierno o el poder político?
R: No voy a descubrir nada nuevo, que no sea lo que siempre se dice : en primer lugar dar señales claras de que hay una autoridad política fuerte, de que hay consensos, acuerdos y coordinación en el gobierno para acompañar las políticas económicas para frenar la corrida y que básicamente todo aquello que permita estimar que las reservas monetarias van a crecer y van a disminuir. Autoridad política y reservas en el Banco Central parecen ser la fórmula más exitosa para evitar que se recrudezca una corrida. Cuando está largada, la corrida es un espadeo, una esgrima, nunca sabemos en qué momento se termina. Hasta ahora van 7 semanas ininterrumpidas de crecimiento de la brecha cambiaria, que parece haberse detenido, pero no sabemos si estamos en el punto final o en una meseta para seguir escalando. La manera del gobierno ha sido la de señalar que es “especulativa”, porque la tasa de cambio hoy es competitiva. En los sectores económicos, todo es cuestión de creencia: producir esa creencia es generar una confianza en el gobierno, de que el gobierno tiene la autoridad política y poder de fuego económico que le permitan detener la escalada.
P: ¿Qué debería tener Argentina para cambiar o modificar esa centralidad del dólar en nuestra cultura, que países vecinos o de economía similares a la nuestra no tienen?
R: Allí, me alineo con las posturas tradicionales de la agenda académica: una restructuración de la trama productiva argentina que la haga menos dependiente de la importaciones que demandan dólares, el desarrollo de sectores de exportación diversificado que permita generar el ingreso creciente de divisas y por supuesto si bien no es una central pero atendible, el control del déficit fiscal es necesario para poder mantener una presión más baja sobre la moneda argentina, el peso, es decir menos inflación. Todo esto es fácil de plantear, pero debe estar combinado con una agenda de política de inclusión social, que es lo más complejo, que no quede nadie afuera, ese es el nudo gordiano del desarrollo de la Argentina. Garantizar un desarrollo económico sin restricciones y autonomía, pero que integre socialmente, es la agenda más relevante de la Argentina para los próximos años.
Una moneda a menudo “ingobernable” que permite “rebelarse” ante el Estado
En su libro “Dólar, historia de una moneda Argentina”, Wilkis y Luzzi comienzan su análisis en la crisis de 1930, que obligó por primera vez a los gobiernos a poner controles de cambio. Allí, la cotización del dólar comienza a ser una referencia para quienes siguen de cerca el manejo de la economía. Entre la década de 1950 y 1970, signada por una fuerte inestabilidad política y económica que derivaba en picos inflacionarios y periódicas devaluaciones de la moneda nacional, la divisa estadounidense dejó de ser sólo materia de expertos y se convirtió en familiar para grupos sociales cada vez más amplios.
A tal punto, que forma parte del repertorio de los teatros de revistas y del humor radial y televisivo, como muestran los célebres monólogos de “Tato” Bores de 1962, que hoy se siguen reproduciendo en Youtube como si fueran de rigurosa actualidad. El mercado cambiario comienza a ser abordado por los medios ya no como un dato, sino por periodistas especializados que intentan explicar los vaivenes financieros al ciudadano común. El libro detalla cómo esta incorporación del dólar a la vida cotidiana de los argentinos se profundizó en los años 70, con la liberalización financiera de la dictadura militar, luego en los años 80, con el proceso hiperinflacionario y en la década de 1990 de la mano de la Convertibilidad, que “por un lado durante una década le sacó atención pública a los que pasaba con el dólar, pero como contrapartida introdujo y naturalizó en nuestra vida cotidiana al dólar como nunca”, explica Wilkis.
La historia de la divisa es también la de las dificultades y fracasos de muchos gobernantes para contener sus fluctuaciones, en una economía con restricciones externas estructurales, déficit fiscales crónicos y problemas para generar los dólares que necesita. Desde el “¿Han visto alguna vez un dólar?” de Juan Domingo Perón a un grupo de ladrilleros en 1948, al “el que apuesta al dólar pierde” de Lorenzo Sigaut en 1981 o el “un peso seguirá valiendo un dólar” de Fernando de la Rúa en 1989, políticos de distintos signo se han visto en problemas o debilitados ante corridas cambiarias generadas por lo que fueron calificados como “bolsas negras”, “especuladores”, “mercados ilegales reducidos que son irrelevantes para la economía” y brechas cambiarias entre el dólar oficial y el paralelo que se volvieron insostenibles.
Porque otra de las características que señalan Wilkis y Luzzi es la capacidad que el dólar le da a diversos sectores sociales, desde populares a empresarios, de tener «cierta autonomía» y margen de maniobra frente al Estado y al sistema financiero ante un escenario de inestabilidad o incertidumbre. Una de las propiedades más fuertes del dólar es de ser una moneda “que se rebela contra el Estado” ya sea un gran exportador agropecuario que retiene granos, o un pequeño ahorrista que compra dólar blue y lo saca del sistema bancario.
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