EE.UU. vs China: una guerra comercial que reconfigura el mundo
Donald Trump llevó a la economía global al borde del caos con una batería de aranceles a rivales y aliados. Luego retrocedió, pero el daño está hecho: dañó el liderazgo de EE.UU. y se teme una recesión

Al declarar una guerra comercial al resto del mundo, Donald Trump ha sembrado el pánico en los mercados financieros globales, ha aumentado el riesgo de recesión y ha roto las alianzas políticas y económicas que dieron a gran parte del mundo estabilidad para los negocios después de la Segunda Guerra Mundial.
Los economistas están desconcertados al ver cómo el presidente de Estados Unidos intenta reformar el orden económico existente y hacerlo tan pronto después de heredar la economía más fuerte del mundo.
Muchos de los socios comerciales a los que acusa de estafar a las empresas y trabajadores estadounidenses ya atravesaban problemas. “Hay una profunda ironía en que Trump reclame un trato injusto a la economía estadounidense en un momento en que estaba creciendo de forma robusta mientras que todas las demás economías importantes se habían estancado o estaban perdiendo impulso”, afirmó Eswar Prasad, profesor de política comercial en la Universidad de Cornell. “En una ironía aún mayor, es probable que los aranceles de Trump pongan fin a la notable racha de éxito de Estados Unidos y hagan colapsar la economía, el crecimiento del empleo y los mercados financieros”.
Trump y sus asesores comerciales insisten en que las reglas que rigen el comercio global sitúan a Estados Unidos en una clara desventaja. Pero varios destacados economistas sostienen que el presidente tiene una idea distorsionada del comercio global y una obsesión especial con los déficits comerciales que, según ellos, no impiden el crecimiento.
La Casa Blanca acusa a otros países de erigir barreras comerciales injustas para bloquear las exportaciones estadounidenses y de usar tácticas deshonestas para promover las suyas. Según Trump, sus aranceles son un ajuste de cuentas largamente esperado: Estados Unidos es víctima de un asalto económico por parte de Europa, China, México, Japón e incluso Canadá. Es cierto que algunos países cobran impuestos más altos a las importaciones que los que aplica Estados Unidos. Algunos manipulan sus monedas a la baja para garantizar que sus productos sean competitivos en precio en los mercados internacionales. Otros dan a sus industrias subsidios para darles ventaja.
Pero Estados Unidos sigue siendo el segundo mayor exportador del mundo, después de China. En 2023, exportó 3,1 billones de dólares en bienes y servicios, muy por delante de Alemania, que ocupa el tercer lugar con dos billones de dólares.
Remedios económicos ¿más letales que la enfermedad?
El temor de que los remedios de Trump sean más letales que las enfermedades que intenta curar ha hecho que los inversionistas huyan de las acciones estadounidenses.
Desde que Trump anunció amplios aranceles a las importaciones el 2 de abril, el S&P 500 se ha desplomado un 12%.
Es que pese a los elevados déficits comerciales, la economía de EEUU es fuerte.
Trump y sus asesores señalan el desequilibrio de las balanzas comerciales de Estados Unidos —años y años de enormes déficits— como prueba de la perfidia de los extranjeros. Quiere restablecer la justicia y los millones de empleos perdidos en las fábricas estadounidenses gravando las importaciones con tasas que no se habían visto en el país desde la época en que los caballos y los carruajes circulaban por sus calles.
“Nos han quitado gran parte de nuestra riqueza”, declaró el presidente la semana pasada en un acto celebrado en la Rosaleda de la Casa Blanca para anunciar los aranceles. “No vamos a permitir que eso suceda”, agregó.
Pero Estados Unidos ya es la economía más rica del mundo. Y el Fondo Monetario Internacional pronosticó en enero que superaría a todas las demás economías avanzadas importantes este año. China e India han crecido más rápido que Estados Unidos en la última década, pero su nivel de vida no está cerca aún del estadounidense.
La industria manufacturera de Estados Unidos lleva décadas en declive. Existe un amplio consenso en que muchos fabricantes estadounidenses no pudieron competir con las importaciones baratas de China. Las fábricas cerraron, hubo despidos y las comunidades del interior del país se marchitaron.
Cuatro años después, se habían perdido casi tres millones de empleos en el sector, aunque los robots y otras formas de automatización probablemente contribuyeron al menos en la misma medida a la reducción de los puestos en las fábricas como el “shock de China”.
Aranceles, arma multiusos
Para revertir este largo declive, Trump ha desenvainado repetidamente los aranceles, que son su arma preferida. Desde que regresó a la Casa Blanca en enero, ha impuesto gravámenes del 25% a los autos, el acero y el aluminio extranjeros.
El 2 de abril, soltó su gran bomba: aranceles “básicos” del 10% para casi todo el mundo y aranceles “recíprocos” a todos los demás a los que el equipo económico ha identificado como malos actores. Trump considera los aranceles como una solución económica multiusos que protegerá a las industrias estadounidenses, animará a las empresas a abrir fábricas en el país, recaudará fondos para el Tesoro de Estados Unidos y le dará influencia para doblegar a otras naciones a su voluntad, incluso en cuestiones que no tienen nada que ver con el comercio como el tráfico de drogas y la inmigración.
El presidente ve también una prueba irrefutable: Estados Unidos ha comprado más a otros países de lo que les ha vendido cada año durante el último medio siglo. En 2024, el déficit comercial de Estados Unidos en bienes y servicios ascendió a la asombrosa cifra de 918.000 millones de dólares.
Sin embargo, los economistas sostienen que no son un signo de debilidad nacional. La economía estadounidense casi se ha cuadruplicado en tamaño durante ese medio siglo de desajustes.
“No hay razón para pensar que un déficit comercial mayor significa un menor crecimiento”, dijo Maurice Obstfeld, execonomista jefe del FMI, investigador principal en el Instituto Peterson de Economía Internacional y economista en la Universidad de California, Berkeley.
Un déficit comercial, agregó Obstfeld, no significa que una nación esté perdiendo a través del comercio o siendo “estafada”.
Los estadounidenses ahorran poco, pero reciben inveriones
De hecho, cuanto más rápido crece la economía de Estados Unidos, más importaciones tienden a comprar los estadounidenses y más tiende a ampliarse el déficit comercial. Para los economistas, es un fenómeno de origen nacional, resultado de la propensión de los estadounidenses a ahorrar poco y consumir más de lo que producen.
Si Estados Unidos aumentara su ahorro, por ejemplo, reduciendo sus déficits presupuestarios, entonces se reduciría también su déficit comercial, señalan los economistas.
La otra cara de los bajos niveles de ahorro en Estados Unidos y de los grandes déficits comerciales es un flujo constante de inversión extranjera a medida que otros países invierten lo que ganan con las exportaciones en Estados Unidos. La inversión extranjera directa en Estados Unidos ascendió a 349.000 millones de dólares en 2023, de acuerdo con el Banco Mundial, casi el doble de lo registrado en Singapur, que ocupa el segundo lugar.
Según Dani Rodrik, economista de la Universidad de Harvard, una “política industrial bien diseñada” apoyada por aranceles selectivos “podría haber fomentado una mayor inversión y capacidad en la industria manufacturera”. En cambio, agregó Rodrik, las acciones de Trump solo “generan mucha incertidumbre” y alienan a los mejores socios de Washington.
China no retrocede y buscará llenar los vacíos que deja Trump
Mientras Donald Trump intenta convertir su guerra comercial global en un enfrentamiento directo con China, está descubriendo que ha alienado a algunos socios clave de Estados Unidos que podrían reforzar la posición de Washington en una lucha entre las dos mayores economías del mundo.
Durante más de una década, los distintos líderes del país, incluido el presidente Trump, han intentado reorientar la política económica, la estrategia de seguridad y las alianzas de Estados Unidos para hacer frente al ascenso de China. Sin embargo, casi tres meses después del inicio de su segundo mandato, los aranceles de la política “Estados Unidos Primero” de Trump y los recortes presupuestarios pueden haber proporcionado a Beijing su oportunidad más clara para escapar de años de presión de la Casa Blanca.
Mientras Trump predica el proteccionismo, China lanza un mensaje totalmente diferente: sus mercados solo se abrirán más y el mundo puede contar con el gigante asiático para la tan deseada estabilidad.
En su propia lucha por la supervivencia, Beijing está luchando por un puesto en la reorganización del comercio global para aprovechar el aislacionismo de Washington, explotar sus errores y lograr una mayor influencia.
A medida que se intensificaba la guerra arancelaria con Estados Unidos, el primer ministro de China, Li Qiang, mantuvo una conversación telefónica con la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen. China, según Li, estaba “lista para trabajar con la contraparte europea para promover el desarrollo sano y estable de las relaciones China-UE”. También hubo contactos con Corea del Sur y Japón, en sentido similar.

Al declarar una guerra comercial al resto del mundo, Donald Trump ha sembrado el pánico en los mercados financieros globales, ha aumentado el riesgo de recesión y ha roto las alianzas políticas y económicas que dieron a gran parte del mundo estabilidad para los negocios después de la Segunda Guerra Mundial.
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