Don Raúl, esa voz que interpeló a los argentinos
Representó una idea, una voz que nos decía que los argentinos podíamos construir una historia más digna de la que veníamos. Hablar de la vida cuando veníamos de mucha muerte...
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Restaba un puñado de días para aquel 30 de octubre que se estamparía estamparse fuerte en la historia argentina.
40 años en democracia: ni utopía ni rutina
Por esas horas, el filólogo Oscar Landi apelaba con singular ingenio a la metáfora para cerrar reflexiones sobre ese apasionante ‘83. Metáforas que deslizaba sin gestos. Con “cara de nada”. Sin aspiraciones de “verdad”, de lo “absoluto”.
– Alfonsín se arremangó, miró al peronismo, lo desafió a agarrarse en la esquina… Ahora lo tiene tomado del cuello y le va a ganar – dijo Landi.
Fue en “El Tobozo”, Corrientes casi Callao. Lugar hoy devorado por la neblina de la historia luego de 80 años de lentejas, mondongos, inmortales pucheros … y política.
Restaban días para las urnas.
Y en el andar de esos días, en la misma mesa de aquella metáfora, Antonio Cafiero confesaba:
– ¡Este Alfonsín!…Es duro, no puede disimular su gorilismo. Pero lo dosifica. Nos encara y nos deja respirar, luego muerde y nos deja respirar ¡Hasta Alsogaray lo apoya!…
Con los años, en sus memorias, Cafiero dirá – entre otras sabrosas reflexiones -, que el peronismo llegó a las urnas convencido que nada había cambiado en el país político. “Creíamos que el peronismo tenía su fuerza intacta y decíamos “el general Perón ganará las elecciones después de muerto, como el Cid Campeador”.
Muchos años después, en la Recoleta, ante el féretro de Raúl Alfonsín, el rostro aceitunado de Antonio Cafiero transpira emoción. Y habla . Cierra sus palabras con una reflexión forjada a pura humanidad, a pura verdad: “¡Amigos radicales, queridos correligionarios, vengo a decirles que Raúl Alfonsín ya no les pertenece, porque Raúl Alfonsín ya pertenece a todos los argentinos!”.
Y un mediodía de aquellos días de 1983, en la “Musarela Loca”, de Avenida Mitre, Avellaneda, está sentado Herminio Iglesias y alguna de “su gente”. Sí, Herminio, candidato a gobernador bonaerense por el peronismo. El Herminio que quemó el cajón ante cerca de un millón de personas en la 9 de Julio.
Entra un colaborar suyo, de sólidos vínculos con los servicios de inteligencia (Side), que en ese entonces incluso hacía encuestas.
– Perdemos, Herminio… – le dice.
– ¡Las pelotas perdemos! – responde nervioso el candidato.
– Bueno, en eso de perder pelotas, vos sabrás…
Todos ríen, menos Herminio, que nervioso no controla el ojo donde falta un pedazo de párpado. Años antes de aquel octubre del´83, al dejar Herminio el velatorio del padre de Juan Distéfano (luego fue presidente de Racing), lo esperaba el ERP. Comienza una balacera. Herminio con una 45. De golpe siente algo caliente en la cara. Un pedazo de su párpado derecho deja de ser suyo. Cae junto a un balcón de hierro. Llegan amigos y fierros. Una leyenda que comenzó a correr decía que ahí Herminio dejó en ese balcón algo más que un párpado. El tema lo irritaba y respondía con rusticidad metalúrgica, preguntando por la hermana de quien lo mencionaba.
Volvamos a aquel octubre del 83.
Más que ríos, océanos se han escrito sobre las razones del triunfo de Alfonsín, que se extienden a las causas del dramático desplome de su gobierno.
Pero la exploración no cesa. Aunque por momentos, y para esos temas, amaga con cerrar.
Explorando el legado de Alfonsín
Por caso, el formidable aporte de Juan Carlos Torre con sus “Memorias del quinto piso”, muy definido sobre las razones del desplome. El eterno voluntarismo radical en el manejo de la economía, su desprecio por la profesionalidad que requiere ese hacer, jugó en contra de Alfonsín.
Hace más de 30 años, James Neilson acertó en la interpretación de ese descuido. “Los radicales están convencidos que siempre, de alguna manera, el tiempo soluciona las cosas”, escribió en “El fin de la quimera”.
Y está Pablo Gerchunoff. En tres años publicó dos trabajos imprescindibles para deambular con lupa sobre Raúl Alfonsín. Uno, “La moneda en el aire” , escrito con Roy Hora. Otro: “Raúl Alfonsín. El planisferio invertido”.
Hace un tiempo, Gerchunoff mira a quien escribe estas líneas. Y se pregunta:
– ¿Por qué ganó Raúl Alfonsín? Y se responde a sí mismo:
– Porque representó una idea, una voz que nos decía que los argentinos podíamos construir una historia más digna de la que veníamos… Hablar de la vida cuando veníamos de mucha muerte. Y, lo demás… Bueno, esa es otra historia…
Abogado, historiador, y radical, Oscar Muiño sentencia categórico en la última línea de su “Alfonsín. Mitos y verdades del padre de la democracia”:
– Alfonsín es el único presidente que no me da vergüenza haber votado.
En la ruta 2 en dirección a Buenos Aires, a 2 kilómetros de Chascomús, hay un moderno corralón de servicios para el campo. Un cartel inmenso lo inserta de lleno en la historia de aquel 83: “Don Raúl”….
Ese Raúl que ningún Milei podrá sacar de la digna historia que protagonizó en la democracia argentina…
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