Debates presidenciales: Más que impacto electoral, un efecto “pedagógico y democratizador”
El politólogo Augusto Reina, director de Pulsar-UBA, destaca que los debates horizontalizan la discusión política y activan ciclos de conversaciones públicas en las redes sociales y medios.
¿Para qué sirve un debate presidencial? Diversos estudios han mostrado que su efecto en modificar intención de voto es limitado. Sin embargo, para el politólogo Augusto Reina, director del observatorio de opinión pública de la Universidad de Buenos Aires, Pulsar UBA, su impacto a nivel de la ciudadanía es profundo, ya que permite conocer mejor a los candidatos y sus propuestas, horizontaliza la discusión política y al mismo tiempo tiene una “función pedagógica” sobre el intercambio público y pacífico de ideas que fortalece a la democracia.
Pregunta: desde Pulsar-UBA han analizado los debates presidenciales en el país y otros de Latinoamérica. ¿Por que es importante un debate presidencial y qué impacto tienen dentro de los procesos electorales ?
Respuesta: Depende quién pregunte. Si lo hacen los partidos y candidatos, sirven supuestamente para modificar la intención de voto y ayudarlos en la contienda electoral. Si se pregunta a la ciudadanía, sirven para incrementar el umbral de conocimiento e información sobre los candidatos y sus diferencias políticas. Que sepamos mejor quién es Javier Milei, quién es Patricia Bullrich o Sergio Massa, etc. y cuáles son sus propuestas. Y en el caso de Juan Schiaretti, o de Miriam Bregman, que son candidatos que no tienen pleno conocimiento de la opinión pública, son una oportunidad para que muchos los vean por primera vez. Hay una parte que es pedagógica, si querés.
P: ¿Cuál sería?
R: Los debates presidenciales y las campañas electorales teóricamente tienen la función de brindar información a la ciudadanía sobre las ofertas políticas disponibles. Bueno, el debate hay que entenderlo en ese marco. Unifica en un mismo lugar, a una misma hora, a todos los candidatos posibles de todas las fuerzas políticas para que se definan sobre los temas de la agenda pública. Desde el punto de vista ciudadano, eso tiene una enorme impacto para aumentar niveles de conocimiento de los candidatos y las propuestas. Por nuestros estudios sabemos que el debate tiene un impacto marginal directo en la intención inmediata de voto, pero sí bastante más sustantivo en el nivel de conocimiento de los candidatos, en la imagen que proyectan e incluso en los temas que se relacionan con cada candidatura.
P: Claro, los tiempos son limitados porque la idea es que sea un formato ágil y dinámico. Pero se llega a dar una idea de las características generales de la personalidad del candidato y su estilo de liderazgo…
R: El debate tiene algo normativo: es una forma de expresar simbólicamente que en una democracia hay personas que pueden estar de acuerdo o no, pero se establece que el disenso pacífico es mejor que la violencia para zanjar esas diferencias. Ver a los candidatos, cada uno con su carácter, discutiendo, exponerse a las críticas y teniendo diferencias públicas, nos dice algo sobre esos líderes y su visión de la democracia y el disenso. El cruce de opiniones muestra rasgos de la personalidad, sus atributos de liderazgo y su carácter. Si se ponen nerviosos ante cualquier discusión o se mantienen templados, si los enfurecen algunos temas pero los tranquilizan o les dan seguridad otros, etc. Son todos elementos comunicacionales que a la larga pueden tener impacto.
P: Los debates presidenciales se han se han venido imponiendo en los últimos años y ha habido aprendizaje, ¿no? Así como la gente sabe leerlos, también los políticos se han acostumbrados al formato y tienen una gimnasia y preparación…¿Importa el formato?
R: Sí, claro, el formato importa. Nosotros lo tenemos documentado en la investigación de Pulsar que realizamos en 2019. No todos los equipos de campaña y los candidatos prepararon los debates tanto como uno cree. En algunos casos los preparan con mucha profundidad y seriedad, en otros casos los subestimaron y eso está muy atado a la a la relevancia percibida de los debates y su efecto en la opinión pública. El formato tiene dos facetas: uno es ordenar la discusión y otro es proveer información. Allí hay tensión: si vos ordenás mucho la discusión hay parte de los electores que siente que todo está demasiado estructurado y no se provee la información genuina que da una verdadera discusión. Pero si se desestructura por completo, la conversación se vuelve caótica y hay demasiada información junta, ruido. Por ejemplo, en el último debate de los vices, vimos que en esos 7 minutos desestructurados hubo cruces interesantes, pero por momentos no se escuchaba nada.
P: Un poco caótica…
R: El debate depende no solamente del orden, sino de la cantidad de los candidatos. No es lo mismo hacer un debate entre dos postulantes a presidente que hacerlo con cinco, seis o más. Los modelos norteamericanos o franceses, por ejemplo, están muy habituados a tener dos candidatos y eso es bastante más sencillo de ordenar. Brasil, por ejemplo, tiene procesos con hasta ocho candidatos y eso hace que un formato estructurado sea casi lo único sustentable.
P: Uno de los problemas es que el candidato que lidera las encuestas por lo general es reacio a debatir.
R: En Argentina había una idea generalizada en los equipos de campaña de que quien va ganando no debate. Cuando se sancionó la ley, eso se dinamitó, ahora tienen que debatir todos. Eso tiene como base la idea de que el que va primero tiene mucho para perder y poco para ganar en un debate y eso en cierto punto es bueno…
P: Nivela un poco la cancha. ..
R: Exactamente, porque otra característica de los debates presidenciales es que horizontaliza mucho la oferta y la discusión política. En un mismo evento y con las misma condiciones y tiempos están Bregman Schiaretti que Massa, Bullrich o Milei. Ahí hay una función niveladora
P: En esta era de las redes sociales donde se habla del efecto burbuja y la polarización ¿influyen los debates en la interacción en redes sociales?
R: Durante el debate hay correcciones marginales. Son conversaciones para distender el candidato, para corregir alguna frase, para recordar, para incentivar. No son conversaciones que tengan un peso estratégico.
P: ¿Y después del debate, hay un efecto de amplificación?.
R: Si. Uno tiende que pensar que los debates presidenciales son eventos de nicho, de un segmento muy acotado de la población interesado en la política. Pero los últimos debates presidenciales en Argentina tuvieron unos 30 puntos de rating, casi lo mismo que el superclásico en Madrid y mucho mejor que Gran Hermano o el Bailando, por ejemplo. Y la conversación en redes es enorme. Obviamente está el enlatado con el recorte que hacen los partidos , pero también hay comentarios que genera la propia comunidad, los memes, los chascarrillos, las chicanas, los chequeos de cosas que dijo cada candidato. Una función de los debates, es generar conversación pública y eso también alimenta ciclos noticiosos y periodísticos. Se generan ciclos de conversación en las redes sociales y en los medios. Por eso me parece pernicioso medir los debates presidenciales sólo en función de si modifica o no la intención de voto inmediato. Es muy mezquino darle una centralidad a lo estrictamente electoral o partidario. El valor es enorme si lo pensamos desde el punto de vista del enriquecimiento de la discusión en la sociedad.
P: Son parte de un proceso de un proceso general, que es la campaña electoral, qué se le dice y cómo se lo dice a la ciudadanía….
R: Lo hemos medido con Pulsar: como evento político aislable es el de mayor impacto en toda la campaña en el nivel de conocimiento de los candidatos y de las propuestas, más que los actos de apertura y cierre de campaña, por ejemplo. Porque es el único evento donde tenés a los cinco candidatos en el mismo lugar y donde todos juegan con las mismas reglas.
P: ¿Qué expectativa tienen ustedes en estos debates, a 40 años del retorno a la democracia?
R: Hay que cuidar y valorar los debates presidenciales. Uno de los de los temas que se incorporó este año es que la ciudadanía también pudo intervenir en el temario. Fue parte de las recomendaciones que le compartimos a la cámara electoral y hay que decirlo, siempre fue muy abierta a buscar consensos. Los debates se negocian con los partidos, pero para ir mejorando y perfeccionándose requieren que la ciudadanía se comprometa y que los partidos flexibilicen exigencias.
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