Un paseo por el mar, a la par de delfines y ballenas
Sebastián Leal muestra su vida anfibia. Buzo y prestador náutico en el golfo San Matías aprendió mucho en sus encuentros con los habitantes de las profundidades del agua. Cuenta sus anécdotas inolvidables y comparte videos impactantes sobre su encuentro con los amos del mar.
“La primera vez que, mientras buceaba, quedé en el medio de una manada de delfines comunes no lo podía creer. Son miles los que navegan, y te pasan por todos lados, a toda velocidad, pero sin rozarte. Es milimétrico. Y escucharlos es alucinante. Hacen un ruido finito, que se escucha clarito. Y como la velocidad del sonido abajo del agua es mucho más rápida, no podés descifrar de donde viene, cuál de todos ellos es el que está gritando. Mirás para todos lados. Y ellos te miran. Es cierto que en el mar el avistado sos vos. Los delfines pueden girar de manera perfecta delante tuyo, y después seguir la marcha a toda velocidad. Por la forma que tienen sus mandíbulas parece que estuvieran riéndose siempre. Tienen ojos medianos, rasgados, parecidos a los nuestros. Y te sentís observado. Es un segundo, pero no te lo olvidás más”.
El que habla es Sebastián Leal. Buzo profesional, prestador náutico, papá de 4 niños y dueño de una vida anfibia. Es que, desde su adolescencia, se mueve entre el mar y la playa. Hijo de una tradicional familia de la zona compuesta por comerciantes y ferroviarios todo cambió para él cuando, de chico, fue el primer vecino de San Antonio que protagonizó un bautismo submarino. Un viejo buzo local había arrancado con la actividad. Y a partir de allí nadie logró que Seba saliera del agua. Con el buceo y el manejo de semirrígidos logró que su fuente de ingresos girara en torno a lo que descubrió que ama. Y ahora, es él el que conduce a vecinos y a turistas que quieren realizar sus primeras incursiones submarinas.
Experiencias
“Cuando esa vez me crucé con la manada de delfines comunes, no estábamos haciendo buceo deportivo. Estaba con Tony Brochado, otro buzo, terminando un trabajo a la altura del Puerto San Antonio Este, justo frente a la costa de Las Grutas, como a 10 km de la orilla. Bajé y en un momento me rodearon. Los delfines de esa especie son curiosos, juguetones. Cuando ves a la manada afuera del agua es como si la superficie del mar hirviera. Y ahí nomás aparecen, empiezan con los saltos. Con decirte que cuando estás a bordo te buscan, les atrae el efecto de golpe que hacen las lanchas sobre el agua. Te siguen y se ponen a navegar a la par. Y, cuando son muchos, se turnan ‘para surfear’ la estela que vas abriendo al avanzar”.
Las navegaciones de ese tipo, con delfines como escolta, con el tiempo se convirtieron en todo un plan familiar. Y sus hijos, que tienen una naturaleza tan anfibia como la de Seba, disfrutan con total naturalidad de esos encuentros que ocurren mar adentro.
Gigantes del mar
Con las ballenas francas las experiencias que tuvo el buzo también fueron tan numerosas como emotivas.
“Las ballenas aparecen de la nada. Si estás buceando y quedaste debajo de ellas ves una sombra que te pasa por arriba. Cuando estás en superficie, a la altura del animal, se lo nota híper receptivo. Yo las he llegado a tocar, y te das cuenta que sienten ese contacto. Se siente porque es como que la piel se les mueve debajo de la tuya. La primera sensación es “cómo me va a sentir semejante animal”. Pero no, ese roce que se da te das cuenta que les llega” cuenta Seba.
Bienvenidos al mágico plateau del Perito Moreno
Y sus miradas, según él, son tan inolvidables como las de los delfines. “El ojo de la ballena es redondo. Si bien dicen que tiene una membrana no se les ve. Y te inspecciona. Cuando en una época buceaba para buscar mariscos en los momentos en los que teníamos que hacer tiempo para descomprimir, e ir volviendo lento hacia la costa, siempre aparecían. Se deslizan suaves, lentas… y manejan ellas todo lo que pasa. Te miran, te siguen… Es una interacción muy linda. Y así como llegaron, en dos aleteadas desaparecen”.
Ninguno de sus encuentros con animales marinos le provocó inquietud. “Nunca me sentí amenazado. Los cetáceos son lentos e imponentes abajo del agua, pero pueden pasar al lado tuyo sin tocarte. Es mágico”.
Ni siquiera cuando se cruzó con orcas, una especie predadora que no es habitual en la zona, se sintió intimidado. “Es el principal predador dentro de la cadena alimenticia. A ellas no hay quien las mate. Y te hacen sentir que son dueñas del mar. Como los delfines, por la forma que tienen sus mandíbulas, parece que sonrieran. Y cuando se te aparecen se quedan quietas adelante tuyo. Te miran y siguen. Pero no interactúan como otros animales. Te hacen sentir como que no les influís en nada”.
Para ver delfines, lobos marinos, pingüinos y el resto de la fauna que habita la zona lo ideal es embarcarse. Hay avistajes costeros, pero no permiten vivir una experiencia como la de los paseos embarcados, que posibilitan tener a los animales más cerca, y no perder detalle.
La temporada de avistaje embarcado de cetáceos se extenderá hasta el 12/10. Después los paseos seguirán, pero se discontinuará la posibilidad de ver ballenas.
Los puntos de salida son dos: la tercera bajada de Las Grutas y el Puerto San Antonio Este, ubicado a 65 km del balneario por Ruta 3. Ocho pasajeros, el guía y el capitán conforman la tripulación, que no supera las 10 personas. Por eso la experiencia es personalizada.
Cuatro prestadores ofrecen las navegaciones, que se realizan en semirrígidos y duran alrededor de dos horas.
Precios. $2000 es el costo de la experiencia embarcada para los adultos y $1500 abonan los menores, a partir de 4 años. Existen bonificaciones por grupos.
Para informes, se puede consultar la página web de la secretaría de turismo, que es www.lasgrutasturismo.gob.ar
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