De palacios ostentosos a un pozo oscuro
Su caída fue todo lo contrario a su forma de vida.
BAGDAD (AFP/AP)- Después de tres décadas en el poder, Saddam Hussein, que se consideraba un héroe que conducía a los árabes a la gloria, terminó capturado sin resistencia por los soldados norteamericanos en momentos en que se escondía en un subterráneo construido en una granja de su región natal, al norte de Bagdad.
El culto a la personalidad cultivado en torno al «gran dirigente», que no dudaba en compararse con Saladino, liberador de Jerusalén, y con el legendario Nabuconodosor de Babilonia, finalizó con la captura poco gloriosa de un «hombre cansado y resignado a su suerte», según Ricardo Sánchez, comandante de las fuerzas norteamericanas en Irak.
Saddam Hussein, quien había prometido a los iraquíes «morir en este país y preservar nuestro honor, el honor que debemos a nuestro pueblo», se rindió sin resistencia y sin que se dispare un sólo tiro.
El hombre que defraudó por miles de millones de dólares tenía una maleta con billetes de a 100. La imagen de Saddam Hussein en cautiverio fue casi lo contrario de la vida del dictador.
La imagen de su desplome, la derrota sin resistencia que ya había sufrido en abril pasado su ejército del que tanto presumía, paralelamente al hundimiento del partido Baas, y esto asociado con la brutalidad del régimen, marcarán para siempre la historia de una vida tumultuosa.
Saddam Hussein, que nació pobre y luego vivió en grandes y extravagantes palacios, desafió más de una vez a Estados Unidos, la gran potencia.
Lo pagó con la derrota y la humillación, cuando sus estatuas fueron arrastradas por el barro y sus retratos desgarrados, manchados o quemados.
Durante su reinado, su retrato aparecía en calles y edificios en mil poses distintas, desde mariscal de campo moderno hasta guerrero me
dieval a caballo.
Su rostro, solemne pero complacido, aparecía en los billetes de dinar de todos los valores. Poseía decenas de palacios en todo Irak: complejos enormes, grandiosos, con casas para sus hijos, guardaespaldas, asesores y amantes, adem s de hospitales, gimnasios y zoológicos.
Saddam Hussein, quien de 1980 a 1988 libró una sangrienta guerra con Irán y en 1991 sufrió la derrota de la primera guerra del Golfo, era sin embargo un maestro del arte de la supervivencia, según declararon algunos diplomáticos después de su nueva derrota en la segunda.
Su autoridad se afirmó en numerosos combates. Estados Uni- dos inundó Bagdad de bombas y misiles en 1998. Otros misiles habían caído sobre la capital en 1996 y en 1993, pero siempre reapareció cantando victoria.
Washington y Londres acariciaron la esperanza de que un levantamiento interno le expulsara del poder, pero el presidente iraquí castigó cualquier intento sin consideración. Aplastó levantamiento en el sur chiíta y el norte kurdo en la estela de la guerra del Golfo, después de haberse hecho un nombre, en su juventud, tratando de asesinar al presidente Abdel Karim Qassem en 1959.
Herido en la pierna, huyó al extranjero para regresar cuatro años más tarde y, en 1964, fue enviado a prisión, de donde escapó para reanudar su actividad clandestina para el partido Baas.
En 1968 participó en el golpe de Estado que llevó a este partido al poder y que marcó el inicio de su ascensión hasta convertirse en el hombre fuerte del régimen del presidente Ahmed Hassan Al Bakr.
Secretario general adjunto del partido, en 1969 Saddam Hussein fue nombrado vicepresidente del Consejo de Mando de la Revolución, la más alta instancia directiva, y siguió reforzando su poder. En 1979 acumulaba los cargos de jefe de Estado, secretario general del Baas y presidente del Consejo del Mando de la Revolución.
Saddam, quien no toleró ninguna disidencia, practicó con frecuencia las purgas y envió a los opositores al exilio o al cementerio. Alentó la delación y ejerció un control férreo sobre los medios de comunicación.
«Moriremos aquí. Moriremos en este país y salvaremos nuestro honor, el honor que debemos a nuestro pueblo», había declarado cuando en los norteamericanos lanzaron hace nueve meses la ofensiva final contra su régimen.
«Mentira para desmoralizar»
FALUJA, Irak (AFP)- Los habitantes de Faluja, una ciudad sunnita rebelde situada al oeste de Bagdad no se lo creen y consideran que se anunció la captura del presidente depuesto iraquí Saddam Hussein para mermar su capacidad de resistencia, pero aseguran que la guerrilla contra la coalición continuará.
«Oí decir que lo han detenido, pero son mentiras y no lo creo. Los estadounidenses quieren desmoralizarnos», dice Ahmad Abed, un vendedor de verduras que tiene un tenderete en la carretera principal de Faluja, a 50 km al oeste de Bagdad.
Espero que sea falso y que la yihad continúe porque luchamos al servicio de Dios», insistió antes de añadir que el presidente derrocado «es un musulmán y un combatiente».
Su vecino Mohammad Abdu, propietario de una peluquería, asegura que «si queda un solo hombre en Faluja, resistirá».
«Todo musulmán tiene la obligación de luchar contra el ocupante. No es por Saddam Hussein sino por el servicio de Dios», afirma.
«Saddam Hussein es la joya de los árabes. Hay miles de Saddam aquí. Abu Udai (apodo de Saddam) no es de los que los estadounidenses pueden capturar tan fácilmente. Siempre tiene al alcance de su mano un cinturón de explosivos o pastillas (para suicidarse). No se dejará capturar», afirma Samir Kazem al-Zubeidi, un automovilista.
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Saddam Hussein no opuso resistencia pese a estar armado
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BAGDAD (AFP/AP)- Después de tres décadas en el poder, Saddam Hussein, que se consideraba un héroe que conducía a los árabes a la gloria, terminó capturado sin resistencia por los soldados norteamericanos en momentos en que se escondía en un subterráneo construido en una granja de su región natal, al norte de Bagdad.
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