Renán Urdinez cumple 100 años: “La mejor obra de una vida es ayudar”

Es miembro activo del Club de Leones desde hace 54 años y presidente en tres periodos. Declarado Ciudadano Ilustre de Roca, trabajó en campañas de donación de órganos y fue concejal.

Agarra la estatuilla de madera que tiene pegada la foto de un nene de seis años en blanco y negro. El pibe lleva pantalones cortos de grafa, camisa blanca y tiene unos ojos pícaros, los mismos ojos color celeste que miran la imagen y recuerdan. “Lo hizo mi papá”, dice Renán Urdinez, que hoy cumple cien años y jura que sus viejos fueron los artífices de su destino.

Renán acepta la propuesta y viaja al 24 de septiembre de 1921, a ese mediodía en que conoció el mundo. Lo relata con la voz firme, mientras con un bastón señala los reconocimientos que tiene colgados en la pared de su living y le hicieron a lo largo de su vida, por su constante actividad solidaria.

Evidentemente mis viejos ese día se inspiraron para hacerme. Nací en Coronel Pringles. Fuimos nueve hermanos, todos mayores que yo. La vida cambió mucho. El otro día escuchaba a un científico que decía que en 30 años, llegar a los cien, no será novedad”, comenta, mientras el sol de las doce le pega en el rostro.

Fueron pioneros en campañas para la donación de órganos.

El secreto de vivir un siglo sin traicionarse cree que no lo tiene, pero si busca unos minutos responde. “La mejor obra de una vida es ayudar a la comunidad. Me consagré 54 años a hacer eso y sentí una gran felicidad”.

En ese recorrido, Urdínez marcó su impronta desde el Club de Leones. Fue declarado Ciudadano Ilustre de Roca y concejal.

Hubiese querido ayudar desde la política, pero no pude, porque no coincidíamos con lo que yo creo que es y la política que se ejerce. No digo que el que está en política sea mala persona. Para mí, es una ciencia que tiende al bien común y no hay que olvidar esto último, porque si no, empezamos a traicionar a aquel que nos apoyó”, subraya.

En una reunión partidaria lo planteó, pero sintió que no podían ponerse de acuerdo, y así comenzó su militancia en el Club de Leones. No se detuvo e hizo muchas obras que no puede enumerar porque unos pocos minutos y algo de tinta no alcanzan.

Señala los reconocimientos que recibió en su vida.

Elige algunas, como la semana del corazón que hicieron por 30 años con el Sanatorio Juan XXIII. Hasta antes de la pandemia controlaban colesterol, glucemia y presión durante un mes, en la plaza. También las campañas por la donación de órganos aparecen entre sus grandes luchas.

“Cuando no había representantes de Incucai en Río Negro ni en Neuquén, nos comunicamos con ellos y nos dieron cabida para colaborar. Empezamos a hacer charlas para que supieran qué era la donación y el transplante de órganos y tejidos. Se vinculaba con la muerte y había que dar vuelta ese concepto, porque la donación es salvar vidas”, confirma.

Lo último que hizo, antes que la pandemia lo encierre para cuidar su salud, fue hablar con la Jefatura de Policía de Río Negro para dar charlas sobre la importancia de la donación a los cadetes. Lo hicieron cinco años y lo cuenta con orgullo. También estuvo en la organización de las primeras fiestas de la Manzana, cuando no había recursos, ni nada.

Desde Estados Unidos, le mandaron el reconocimiento más importante que hace el Lions Club International.

El camino a Roca
De joven, dejó su Pringles natal para ir a Bahía Blanca donde hizo el servicio militar. Luego, consiguió trabajo en una empresa norteamericana que le ofreció poner una representación en Roca y así llegó a la ciudad para no irse más. Conoció a su novia Inés y formó su familia, cuenta con los dedos entrelazados, los brazos sobre la mesa y con calma.

Renán recuerda que a Inés le gustaba la iglesia de Luis Beltrán y, por eso, se casaron allá. Ese día en el que cruzaron en balsa, de Choele a Beltrán, porque no había puente, viene a la sala tranquila en la que su perro de 8 años le mueve la cola. “Estaba el fotógrafo de La Nueva Provincia y decía ‘es la primera vez que hago esto’”, recuerda con alegría.

Nacieron sus hijos: Susana Beatriz, Guillermo Daniel, María Inés y Julio Renán. Ellos aumentaron el número de familiares en 16 nietos y 15 bisnietos y eso lo llena de felicidad. Con todos ellos celebrará hoy a las seis.

“Fui muy feliz con la familia, con los amigos que hice. Con mis amigos nos queremos. La amistad significa tolerancia, paciencia, no discutir, respetar las ideas de cada uno, aunque sea lo contrario que uno piensa. Así se aprende. Los muchachos dicen que soy el único peronista al que quieren, pero es una broma”, afirma y con cien años salta con estilo cualquier grieta.

Antes de la pandemia se juntaban a tomar café en 9 de julio y Avenida Roca. Renán cuenta eso y muestra algunas fotos. En una baila un tango, “hay miles de recuerdos”, piensa y se despide.

En el silencio, parece sonar Mi taza de café, de Homero Manzi, su preferido: “Desfilan los recuerdos, los triunfos y las penas. Las luces y las sombras del tiempo que se fue. La calle está vacía igual que mi destino. Amigos y cariños, barajas del ayer”.


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