Yiyun Li, la científica china que cambió de lengua y de oficio para convertirse en escritora

“Querida amiga, desde mi vida te escribo a tu vida” es un libro de una belleza conmovedora y profunda. Entrelaza memoria y reflexiones sobre temas tan duros como el suicidio, con un recorrido por sus escritores favoritos.

El título del libro de la escritora chino estadounidense Yiyun Li, “Querida amiga desde mi vida te escribo a tu vida”, largo y hermoso, esconde la piedra basal sobre la que se edifica todo: la autobiografía que se adivina en la frase, y la importancia de los libros en la vida (el título es una cita de Katherine Mansfield, una de sus autoras favoritas). Pero es también una reflexión sobre el suicidio.


Este es un libro profundo, abismado en terrenos oscuros, aunque con algunas cuotas de humor, introspectivo. Yiyun Li, que fue científica y abandonó su lengua materna y su profesión para convertirse en escritora en inglés, también intento alejarse siempre de la autobiografía. Pero en este libro se hunde literalmente en ella después de haber pasado un período internada en un psiquiátrico tras un intento de suicidio.


“Empecé estos ensayos con sentimientos encontrados y motivos contradictorios. Quería argumentar en contra y a favor del suicidio, es decir que quería mantener la opción del suicidio y quería que se alejara para siempre de mí”, escribe Li en el epílogo. El suicidio aparece de manera más o menos explícita a lo largo del libro: Li habla de su estadía en el hospital y de intentos de suicidios, propios y ajenos. Y también justifica esta incursión en la autobiografía: “Ese abismo es mi privacidad. Escribir ficción ha sido mi manera de protegerla, aunque no siempre ha sido efectivo. Escribir desde el abismo -este libro- es un experimento para establecer una tregua con lo que no puede ser cambiado”, explica sobre el final.


Los escritores que Li incluye en este libro editado por Chai y traducido por la argentina Virginia Higa (autora de “Los sorrentinos” y “El hechizo del verano”) son Elizabeth Bowen, Ivan Turgenev, Philip Larkin, Thomas Hardy, John McGarhen, Stefan Zweig, William Trevor y por supuesto, Katherine Mansfield y la famosa frase que titula el libro.

Lloré al leer esa línea. Me recuerda a ese chico de hace tantos años que no podía dejar de enviarme cartas con dibujos de sus sueños. También me recuerda por qué no quiero dejar de escribir. ¿Acaso los libros que una escribe –pasados, presentes y futuros– no intentan decir eso mismo?: Querida amiga, desde mi vida te escribo a tu vida. Qué largo es el camino entre una vida y otra, pero ¿para qué escribir si no es por esa distancia? ¿Qué sentido tendría escribir si no existiera esa distancia, si fuera posible soltar las cosas, reemplazar cada antes por un después?”, escribe en una de las entradas del libro.


“Temo el momento en que un pensamiento se desvanece y comienza un sentimiento”, escribe también. Li, con su raíz científica, le teme los sentimientos. Sabe que fueron estos sentimientos ingobernables los que la llevaron a intentar suicidarse, un acto que cree que no se puede explicar intelectualmente: “Uno nunca se mata por conocimiento o comprensión, sino siempre por sentimientos”.


Mientras Yiyun Li, que hoy tiene 51 años y es una de las autoras aplaudidas por Granta y The New Yorker, pasó su período en un psiquiátrico, fue duramente reprendida por fallarle a sus “seres queridos” al intentar quitarse la vida. Lo que le ocurrió en aquella época es que intentaba lidiar con todo: ser madre de dos bebés, científica de día y quitarle cuatro horas a todas las noches para ser novelista. Ya en el psiquiátrico, además del tratamiento, fue con la literatura, o más bien en la intimidad de la lectura, donde encontró modos de salvarse.


Pero este no es un largo tratado sobre su sombrío estado de ánimo. Li se deja llevar por las grandes preguntas que nacen de escribir y leer, pero también divaga sobre el tiempo y tiene raptos de mucho humor.


“¿Considerarás alguna vez escribir en chino?, me preguntó un editor en China, como muchos habían hecho antes que él. Yo dije que lo dudaba. ¿Pero no quieres formar parte de la literatura china contemporánea?, me preguntó. He rechazado que mis libros se tradujeran al chino, cosa que algunos consideran odiosamente pretenciosa. De vez en cuando mi madre comenta, señalando mi egoísmo, que le he negado el placer de leer mis libros. Pero el chino nunca fue mi lengua privada. Y nunca lo será”, escribe. En otro de los textos, dice: “Escribir es la única parte de mi vida que he llevado más allá de la narrativa de mi madre”.

Aunque no escriba en chino, el bilingüismo le permite descubrir errores de traducción bastante graciosos, como el del aeropuerto internacional de Pekín, donde un cartel dice en chino “Echa un vistazo a esta vida maravillosa que se extiende delante de ti”, y en inglés, “Esta vida maravillosa te miente en la cara”.

Por caminos más amables o más escarpados, el libro entrelaza memorias y relatos personales con un recorrido por los escritores que la acompañaron durante los dos años que le tomó escribir esta autobiografía y durante su vida. Con la idea de que “cualquier mente joven tiene que enamorarse de un libro alguna vez para aprender a leer”, la escritora repasa sus primeras lecturas, cómo llegó a esos autores y los efectos que tuvieron en ella. También disecciona su manera de leer, en la que los diarios y cartas de escritores tienen un rol fundamental: “He abandonado muchas novelas que me aburrieron pero nunca he dejado a la mitad el recorrido de un escritor en cartas o diarios”, sostiene.

“Durante años he tenido la idea de que todas mis preguntas serán respondidas por los libros que estoy leyendo. Los libros, sin embargo, solo llevan a otros libros”, dice, como una de esas verdades que todos los lectores no pueden más que compartir.

La de Yiyun Li es una compañía no siempre confortable. Lo que escribe, lo que piensa, lo que se pregunta puede abrir a veces puertas a zonas más o menos oscuras, o puertas iluminadas con reflexiones sobre la lectura y la escritura, ese oficio que decidió abrazar, que le permitió “encontrar una manera nueva de ver el mundo”, y salvarse.


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