Sexo, mentiras y hackeo: la serie de Netflix sobre Ashley Madison, el sitio de citas extramatrimoniales

Basada en uno de los escándalos sexuales más grandes de la era digital,  Netflix acaba de estrenar "Ashley Madison: sexo, mentiras y escándalos". Está entre los favoritos de la plataforma de streaming.

No importa que sea 2024 y que haya varios asuntos aparentemente superados: la docuserie que acaba de estrenar Netflix, “Ashley Madison : sexo, mentiras y escándalos”, sobre el sitio de citas extramatrimoniales, creado en los Estados Unidos en 2001 para que la gente casada pudiera engañar a sus parejas con aparente “seguridad y confidencialidad” y que luego fue hackeado, es la muestra más evidente de que en materia de sexo, relaciones, y privacidad, nada ha cambiado mucho.


La historia es, por supuesto, interesante: un sitio de citas hecho exclusivamente para que la gente casada “tenga relaciones sexuales sin poner en crisis su matrimonio”, que se publicita como seguro y ganchero (“La vida es corta. Tené una aventura”), la compulsión por poner todos los datos, los de tarjeta de crédito incluidos, y por elegir el servicio de mayor categoría (ese que permitía que tu nombre y tu cara aparezcan antes que otras), le dan un condimento y un contexto muy actual. El hecho de que el ambicioso creador, Noel Biderman, engañara (valga la redundancia) a sus usuarios (cobrándoles por ejemplo 20 dólares extra para borrar sus historiales sin haberlo hecho jamás) y a su mujer, es una bomba que de tan lugar común resulta, también, atractiva.


La historia que cuenta la docuserie de tres capítulos es la del famoso sitio, la de sus creadores, la de los trabajadores de la empresa, la de los periodistas que cubrieron el caso, la de algunos de sus usuarios y la de su catastrófico momento, cuando unos hackers, denominados The Impact Team, dieron a conocer el nombre de todos los usuarios, sus datos y preferencias sexuales, en 2015. Fue, dicen, el mayor escándalo sexual de la era digital.


Pero más que por eso que ya todos conocen, la historia es interesante porque, incluso en las fallas que tiene, muestra mucho de la condición humana, en varios sentidos: ahí están aquellos que vieron en el hackeo una suerte de acto justicia contra el adulterio, quienes reclamaron derecho a la privacidad, y también los que disfrutaron sacando trapitos al sol, pero también los que padecieron. El documental sirve también para ver cómo una empresa ambiciosa por sumar usuarios descuida no sólo la ciberseguridad sino que también engaña a los clientes haciéndoles creer que se relacionaban con un otro, cuando en muchos casos era un bot el que les contestaba. Un cóctel que incluye mentiras, vanidad, ambición, y relaciones.


La falla de la docuserie salta a la vista enseguida y se resuelve muy tarde y demasiado por arriba. Tal como está planteado, parece un problema exclusivamente masculino. A ellos está dirigido el sitio, ellos engañan, ellos se suscriben, y ellos tiemblan de miedo cuando el hackeo los vuelve carne de cañón para la opinión púbica. Algunos, al menos cuatro, se suicidaron como consecuencia de lo que ocurrió.


Las mujeres tienen un papel que oscila entre lo puritano y relegado. Sobre todo Nia, personaje central, que va hilando toda la docuserie por su historia de desengaño con Sam, queda expuesta como ingenua, sumisa, una persona cuyo sueño mayúsculo es convertirse en la mejor esposa del mundo, para ese hombre cristiano que es su marido.

Sam y Nia, los portagonistas de la historia principal entre los afectados por el hackeo.


La única que da su versión como usuaria es una mujer que acordó con su marido que ambos se inscribirían en Ashley Madison porque tienen un matrimonio abierto. Y también figura Michelle ´Bombshell´ McGee, cuyo nombre fue usado como si ella formara parte del grupo de mujeres. Pero eso no se sabe hasta demasiado avanzado el documental, cuando explican que en verdad, la mayoría chateaba con empleados que asumían el papel de distintas mujeres, o directamente con bots. Entonces ¿había encuentros?

El testimonio más interesante es el de la mujer cuyo marido se suicidó en cuanto saltó el hackeo. El era pastor, y en cuanto sus jefes supieron que su nombre estaba en la lista, le pidieron la renuncia. El volvió a la casa y se mató. Con una calma asombrosa, la mujer, que cuestiona a su marido, reflexiona también sobre la caza de brujas en las que se convirtió la publicación de los datos por parte de los medios, en el disfrute carroñero, en el señalamiento a quienes estaban en esa nómina de infieles. Y concluye: “Pero la verdad es que todos estamos en una lista de la que no estamos orgullosos y que mantenemos en secreto”.

Nunca se supo quién estaba detrás de Team Impact ni qué buscaban con la difusión. No era dinero. ¿Era destapar la estafa por los miles de perfiles femeninos falsos?. Puede ser. ¿Era publicidad? Hay una frase que repite uno de los que formaron parte de la empresa, casi como si fuera un mantra: «habla bien de mi, habla mal de mí, pero habla».

Noel Biderman, el ambicioso creador del sitio, que renunció en 2015.


El sitio fue creado por Noel Biderman, en 2001, en Toronto, Canadá, convencido como estaba de que el 30% de la gente que busca tener citas, está casada, de que la monogamia es sinónimo de monotonía, y de que ahí había un negocio. Lo había. Lo hay. De hecho, la plataforma no desapareció con ese escándalo que tanto dio que hablar. El negocio, ya con otros dueños (Biderman renunció en medio de las consecuencias del hackeo) sigue en pie: Ashley Madison, que tenia 37 millones de usuarios cuando fue hackeada, ahora tiene 70 millones de miembros concentrados en 45 países de los cinco continentes, aunque ahora es más bien un sitio de citas como tantos otros.


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