Rap trabajador: la historia de Doxter, el rapero de Regina que combina filosofía, religión y vida cotidiana

Mauro Exequiel Correa, tal es su nombre, combina su pasión por la música con el trabajo diario en la construcción, en un aserradero en la cosecha cuando es temporada. En esta nota, habla de su vida, sobre el rap y su evolución en el Alto Valle y de sus lecturas, entre otros temas.

“El rap es algo que siempre va a ir bajo tierra, no lo vas a escuchar por la radio ni lo vas a ver en la tele. Ahí podés ver a Wos o a Trueno, pero no es el rap que respetan los raperos”, sostiene Doxter..

En una mañana de abril de 1962 el médico soviético Leonid Rógozov comenzó a experimentar los síntomas de una peritonitis. Nada demasiado grave, si no hubiera sido porque se encontraba en la base Novolázarevskaya, en la Antártida. La base más cercana en la que podían atenderlo quedaba a 3000 kilómetros pero no se podía despegar ni aterrizar con ningún avión debido al implacable clima del continente blanco. Así que Rógozov tuvo que inyectarse novocaína y hacerse él mismo la cirugía para retirar su apéndice perforado.


A Mauro Exequiel Correa, conocido en la escena del hip-hop de la Norpatagonia como Doxter (en YouTube se lo encuenta como Doxter Lee y en Instagram como Little Doxter) le pareció que en ese curioso caso de auto cirugía había una buena metáfora del proceso de introspección que pone en escena en su último disco, titulado “El método Rógozov”. “Yo también estoy abriéndome para no morirme -explica el rapero-. La idea es abrirme a mí mismo para conocerme, con las herramientas que tengo. Me encuentro como Rógozov, no puedo esperar una ayuda, tengo que hacer lo que sea para sobrevivir en este momento y salir de la situación en la que estoy. Entonces necesito actuar rápido con los conocimientos que tengo”.


Tiene 23 pero hace ya por lo menos cinco años que viene subiendo temas a YouTube. Desde entonces graba una cypher session por año (este año quiere hacer dos) y publicó dos EP y dos discos. Nada mal para quien trabajó mientras tanto en la construcción, en un aserradero y -durante la cosecha- fichando bines en una chacra.

La portada de “Método Rogozov”, segundo disco de Doxter.


“El método Rógozov”, que ya se puede escuchar en todas las plataformas, tiene como productor a Adiam 447 (Franco Carballo), contó con la participación de beatmakers como Erick Vk y Bishop One, y el impecable diseño gráfico de Renata Plos. Ya realizó un preestreno con la banda Nxjazz de General Roca y está coordinando nuevas fechas para seguir presentándolo. No le fue fácil llegar a grabarlo: “El tiempo te limita mucho cuando no vivís de la música -cuenta Doxter- y querés empezar a crear algo nuevo. Fue un proceso, que llevó más de dos años, de buscar el tiempo para poder concretarlo”.
En la conversación que sigue el joven rapero cuenta un poco de su vida y ofrece su mirada personal acerca del rap, la masividad que alcanzó ese género en los últimos años y la filosofía de Bruce Lee, entre otras cosas.

P: ¿Cómo empezaste a rapear?
R:
Primero empecé como oyente, a los 13 años. Escuché mucho Vico C, Redimidos, Los Aldeanos, Gabylonia, KaseO… Después me empecé a adentrar en el rap en inglés, el de Nueva York. Empecé más que nada escribiendo y rapeando yo solo en mi casa. Cuando me enteré que había compes de freestyle no dudé en meterme. Y tuve una buena temporada. Había clasificatorias acá y después pasabas a otra más grande en Neuquén, era como que ibas subiendo escalones. Pero nunca me fanaticé por el freestyle, siempre me tomé mucho más en serio la escritura porque a mí me gusta leer y veo que la palabra es muy importante. En el freestyle se tiende a decir lo que uno siente en el momento, pero escribir un tema conlleva otra responsabilidad.

P: Tenías 13 años hace una década, quiere decir que te encontraste con esta cultura cuando en
R:
Estados Unidos el rap ya era dominante en el mainstream hacía rato, pero además ya empezaba a vislumbrarse el nivel de masividad que tienen hoy artistas como Dillom, Wos, o Duki… Lo que más me impactó cuando era chico fueron las batallas de freestyle. La Red Bull, el Halabalusa. Aunque creo que lo que más afectó en el auge del rap, lo que marcó un antes y un después fue el Quinto Escalón. De ahí salieron Ysy A, Duki, Wos, Paulo Londra. Pero ya fue hace tiempo, ya son vieja escuela. Además el rap es algo que siempre va a ir bajo tierra, no lo vas a escuchar por la radio ni lo vas a ver en la tele. Ahí podés ver a Wos o a Trueno, pero no es el rap que respetan los raperos. Es un rap para un público que no es tan exigente.
P: ¿Por esa época ya encontraste en Regina más personas de tu edad que estaban en esa?
R:
Conocí más gente en Roca que acá en Regina. Muchos que están metidos en esta música son como los roqueros, son medio cerrados, prefieren quedarse en su casa en lugar de estar incursionando en la movida. Toda esa gente que es vieja escuela no se quiere mostrar tanto. Son como gemas que están escondidas que los encontrás y decís: “mirá, acá hay un gran productor, acá hay un B-boy que puede enseñarle breaking a cualquiera…”. También hay raperos que están hace años, que en su momento le metían pero dejaron de hacerlo porque no encontraba resultados, porque tal vez crecieron, o formaron una familia…

P: ¿Pero no había batallas en Regina?
R:
Ahora hay. En su momento también había. Estaba la Epi Crew, un grupo formado por un rapero, un productor, un B-Boy, gente seria. Hicieron cinco ediciones de unas batallas que se llamaban Epicentro. Las primeras ediciones eran más de raperos muy frikis en el sentido de que amaban la cultura. Después se encontraron con un público que viene del freestyle, que es muy distinto, no están acostumbrados a comerse un disco, a escuchar a un rapero, están más en la competencia. Es parte de la cultura pero son dos cosas distintas.

P: ¿Qué significa tu nombre artístico, Doxter?
R:
El nombre es una mezcla de dog (perro) y master (maestro). Lo busqué y vi que ya había un Dogster con G, así que lo puse con X. No le doy mucha importancia. El tema de cambiarse de nombre que muchos lo viven como un gran cambio tiene que ver con un tema de complejo de identidad. Yo conozco muchos artistas que se presentan con su nombre común. Pero la juventud hoy en día está desorientada y está buscando identidad en todos lados. Hay algunas personas que piensan que porque entran en esta cultura es como si hubieran recibido a Cristo y fueran alguien diferente, pero en realidad son las mismas personas, con los mismos problemas y los mismos traumas, la misma manera de pensar. Y al momento de actuar se dan cuenta de que no es lo que se imaginaron.

P: Fuiste a Buenos Aires a grabar ¿Cómo lo viviste?
R:
Sí, grabé el EP “Der prozess”, con el productor Depth de Cuma. El título es un homenaje a Kafka. Fue una linda experiencia. No pude quedarme mucho tiempo. Mi viejo falleció hace tres años y como en toda familia cuando muere una persona que era un pilar, que sostenía la familia, cambia todo. Y tuve que adaptarme a eso, tengo que adaptarme hasta el día de hoy, y no puedo llevarme por emociones, o porque se me abrieron ciertas puertas o conocí a tales artistas y personas…

P: Tu primer disco también llevaba el título de un método, “Jeet Kun Do”, el “estilo sin estilo” que desarrolló Bruce Lee.
R:
Los últimos discos que saqué son una metáfora que se puede volcar en la vida diaria. No trato de pensarlo solo en relación a la movida del hip-hop en sí, sino en la vida, en el día a día. Por ejemplo: Jeet Kun Do es una filosofía de vida que Bruce Lee creó para hacer un arte marcial. Pero primero tuvo que vivirlo. Y esa filosofía fue en su momento tema de discusión para muchos escritores y filósofos que planteaban que esa deconstrucción que trataba de hacer Bruce Lee para crear un arte marcial sin ponerle tantos métodos o límites, podía aplicarse para la vida. Yo me interesé por Bruce porque mi papá era fan. Yo vi que era un distinto y a mí siempre me interesa estudiar a esa gente.

P: ¿Pensás que siempre es necesario tener un método en la vida?
R:
Los métodos se usan de acuerdo al proceso que uno está pasando y a la etapa de la vida. Bruce Lee no era un hereje de las artes marciales cuando decía que a una persona de baja estatura se le hace más fácil dar un golpe de puño que una patada, mientras para una persona alta es lo contrario. Así que no se le puede imponer la misma fórmula a ambas. Pasa lo mismo en mi caso, “El Método Rógozov” es una etapa, no creo que lo lleve tatuado en el pecho para siempre.

P: También en varias de las canciones hablás de la religión y de Nietzsche…
R:
La religión está bastante presente en mi vida ya que me crié en una familia religiosa. Creo que como le pasa a todos, algo que viviste en tu infancia te deja marcado. Hay gente que después lo niega del todo y dice que no quiere saber más nada con las religiones. O se puede sacar la mejor parte de eso y tratás de hacer algo. Leer la biblia y leer también Nietzsche se trata de no quedarme solo en el ámbito religioso y pensar que no hay otros libros donde se pueda encontrar la verdad. La filosofía va más allá de eso, se trata de cuestionarnos todo. Y qué mejor referencia de ese cuestionamiento que Nietzsche, ¿no? El libro suyo que más me gustó es “Más allá del bien y del mal” porque es el más equilibrado entre luz y oscuridad. Lo homenajeé en el título de una canción de “Der Prozess”: “Más allá del bien y el rap”.

Nunca me fanaticé por el freestyle, siempre me tomé mucho más en serio la escritura porque a mí me gusta leer y veo que la palabra es muy importante”.

Doxter.

P: Hay además otra tensión en tus temas, entre dos corrientes del rap, el gangsta y el consciente, a la que mencionás en una de tus canciones.
R:
A mí me gusta más lograr un equilibrio o una síntesis, no hacer algo gangsta (o “turraje”, o “bandido” como le dicen ahora) ni tampoco un rap super consciente hablando sobre la vida, la paz y la esperanza… Me gusta ser realista, uno sale a la calle y ve a alguien que se está muriendo de hambre y del otro lado ves a una familia compartiendo una comida. La vida es eso, las dos caras de la moneda al mismo tiempo. Y yo quiero con mi música mostrar la realidad desde un lado más genuino, sin que se me puedan etiquetar en una categoría preestablecida.

Por Mauro Moschini


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