«Quién soy yo»: Fabián Vena y los placeres de filosofar en la clandestinidad

El reconocido actor llega al Alto Valle con “Quién soy yo”, su aclamado unipersonal que protagoniza y dirige. En una extensa entrevista con Diario RÍO NEGRO, habló de esta original puesta en escena y ofreció su mirada del teatro como hecho artístico.

“La clave siempre es la mirada conceptual del espectáculo, dentro del cual el actor hace su trabajo: interpreta, pero está bajo las órdenes del director”, dice Fabián Vena.

Expulsado de la institución, un profesor universitario resuelve continuar con sus seminarios de filosofía en la clandestinidad y, vaya paradoja (o no), esos seminarios clandestinos de filosofía son un éxito. Fabián Vena da vida a este profesor tan particular que habita el unipersonal “Quién soy yo”, la obra que el reconocido actor traerá al Alto Valle el próximo fin de semana para una serie de tres funciones, este jueves, a las 22, en El Zaguán, de Plottier; el viernes, a las 21, en Casa de la Cultura, de Roca; y el sábado, a las 21, en Casino Magic, de Neuquén (abajo).


Quién soy yo es una pregunta existencial cuya respuesta damos por hecha. ¿Cómo es que no sabemos quiénes somos? ¿Pero qué pregunta es eso? “No es una pregunta que nos hagamos seguido”, dice Fabián Vena, en un momento del extenso diálogo que mantuvo con Diario RÍO NEGRO.


Y no esperemos encontrar la respuesta en esta obra, aunque se lo pregunte desde su título porque, como dirá más adelante el actor, “ni la filosofía ni el teatro dan respuestas, sino preguntas y cuanto más pensadas estén esas preguntas más filosofás porque hay algo ahí de encontrar en ese juego de pensamiento, no la verdad, como dice el profesor, sino lo verdadero y en todo caso el ejercicio es pensarlo con profundidad”.

Fabián Vena, el director y el actor

Escrita por Daniel Cúparo, Carlos La Casa, “Quién soy yo” llegó a las manos de Fabián Vena del modo en que, dice él, le llegan las obras en este trabajo: mágicamente. En un principio, la propuesta era para que la dirigiera, solo después, ya lo contará él, surgió la necesidad de que también la protagonice.


“Me llega este material para dirigirlo, me involucro con el material, lo leo y ya en un principio me llamó la atención que la filosofía se pudiera unir con un espectáculo teatral. Siempre me resultó de interés todo lo que tenga que ver con entender la filosofía desde el lugar de poder elaborar un pensamiento, un discurso, una manera de ver las cosas. De poder entender que la filosofía era justamente hacer el ejercicio de pensar. Y eso relacionado con el teatro me pareció impactante y me pregunté cómo funciona esto. Me resultó muy atractiva ene se sentido”, revela.

“Me siento más cantante que nunca. No canto, no bailo, pero el tener música todo el tiempo en escena es lo más cercano al canto y al baile que yo pueda estar arriba de un escenario», dice Fabián Vena.


“Cuando empiezo a leerla me doy cuenta de que hay un material muy rico, muy interesante en términos teatrales por la composición del personaje, sus características, las características de la obra, que tiene que ver con que no se trataba de una clase abierta, sino de una clase clandestina. Y el género, que tenía que ver con el humor y no con el discurso que podría tener una clase de por sí. Y me encantó la idea, su desarrollo, lo que sucedía y lo que podía llegar a suceder”. Hasta aquí, Fabián Vena en modo director. Pero, pasaron cosas: un actor que se baja a poco del estreno y la decisión del director de ponerse bajo sus propias órdenes.

“La escenografía forma parte del lenguaje teatral y la escenografía arranca con el espacio vacío”.

Fabián Vena.


“A poco del estreno, el actor nos dice que no podía hacerla. Para entonces, yo ya tenía ideas respecto de la puesta en escena, de la mirada que había que darle y empecé a pensar en actores, compañeros, colegas, ver quién le podía llegar a interesar mientras seguía pensando en ideas y hasta que me pregunté si a esas ideas algún colega se animaría a hacerlas, porque eran ideas un poco más delirantes de lo que uno podría suponer a priori. Para evitar ese juicio (me) dije ‘dejate de joder y hacela vos, así no tenés problemas’. Y no tardé mucho en convencerme. Prioricé lo que tenía que ver con la mirada del espectáculo, con los lenguajes de un espectáculo teatral, la música, la escenografía, vestuario, cosas en constante dinámica en el teatro y que se fueron dinamizando con el trabajo de mi equipo creativo. En definitiva: evito la posibilidad de ser rechazado la hago yo”.


¿Cambió la obra para él, cuando supo que se iba a dirigir a sí mismo? “Mas o menos”, responde. “Porque creo que, en mi caso, la prioridad es lo que se cuenta. En este caso para mí, siendo el director y lo que conlleva el ser director, que es una mirada conceptual sobre el espectáculo, el actor es un lenguaje más. La clave siempre es la mirada conceptual del espectáculo, dentro del cual el actor hace su trabajo: interpreta, pero está bajo las órdenes del director”.


A tal punto se involucró desde ese lugar que, faltando pocos días para el estreno, el Fabián Vena director sentía que el Fabián Vena actor estaba bastante abandonado. “Todavía estaba viendo cómo afinar más el texto, cómo recorrer musicalmente el espectáculo, porque tiene la característica de tener música todo el tiempo. Y de pronto, viéndome así, si yo hubiese tenido que esperar a otro director o adaptador seguramente la hubiese pasado muy mal, hubiese discutido y no hubiese aceptado que me cambien todo a horas de salir a escena. Bueno en esta oportunidad, lo seguí haciendo porque sabía que era conmigo y tenía que negociar (risas)”.

«Quién soy yo»: Filosofía y teatro

“Quién soy yo” es un espectáculo muy original en más de un aspecto, afirma Vena. Sobre todo, en lo que tiene que ver con la unión de la filosofía y el teatro. “Siempre me interesaron las dos cosas y después empecé a encontrar muchos puntos en común porque ni la filosofía ni el teatro dan respuestas, sino preguntas y cuanto más pensadas estén esas preguntas más filosofás porque hay algo ahí de encontrar en ese juego de pensamiento, no la verdad, como dice el profesor, sino lo verdadero y en todo caso el ejercicio es pensarlo con profundidad”.


Otro aspecto de su originalidad sostiene Vena es su relación con la clandestinidad: “Con el correrse del sistema y, en el mismo momento que se corre, lo que sucede es que tiene mucho éxito, no es un paria, no, lleva décadas de éxito, vende libros, da conferencias y da sus clases clandestinas: ‘estoy dando estas clases clandestinas y mi intención es seguir de esta manera’, asume el personaje. Hace una apología de la clandestinidad sabiendo que las grandes cosas no siempre suceden a la luz de todos”.

“Ni la filosofía ni el teatro dan respuestas, sino más bien preguntas y cuanto más pensadas estén esas preguntas más filosofás”.

Fabián Vena.


Otros dos elementos del teatro destacan en esta obra, desde el tratamiento que Vena le dio y que tiene mucho que ver con su mirada del teatro como hecho artístico y la valoración del espacio vacío como punto de partido y de lectura de la puesta en escena. “La escenografía viene a justificar un poco el valor del ticket”, comienza argumentando, y se pregunta con algo de ironía: ¿cómo le vamos a dar a la gente un espacio pelado? Si sale tanto la entrada, pues démosle a la gente una escenografía’. ¿Vos me estás jodiendo? ¿Qué es esto, un vivero, un supermercado, un restaurante de sushi? La escenografía forma parte del lenguaje teatral y la escenografía arranca con el espacio vacío. Es al espacio vacío al que hay que considerar, no los armatostes que hay que se arman para simular un living que valen fortuna de plata y que no son otra cosa que una estructura de madera. Y no me voy a sentir que estoy en un living por eso. De la escenografía me olvido a los dos segundos que empieza a trabajar el actor porque ya sé que ese living no se va a mover y que voy a ver ese mamotreto durante las dos horas de espectáculo”.


En este caso, se encontró con ese espacio vacío y con la posibilidad de crear en esa estenografía, no solo el respeto por el lenguaje escenográfico, sino la misma transformación de esa escenografía creada. “Los elementos que utilizo vuelan, se transforman, actúan”, explica Vena. Y revela e modo en que ese profesor se da para sí mismo la escenografía para sus clases, que no es otra que la escenografía de la obra misma.

“Si entrás en un depósito de la facultad de medicina y hay una tela blanca sucia que tapa todo lo que hay adentro, los materiales, las camillas hechas pelota, bueno, a partir de ahí el tipo entra con una linterna y empieza a ver cómo va a dar la clase, qué va a usar de todo eso para dar esa clase, dando la idea que tal vez a la clase la dé en una ferretería y la hace con tornillos y con una llave, por ejemplo. Lo cierto es que a partir de ahí empiezan a salir los elementos. Un esqueleto hecho pelota, una camilla un tacho de basura, une escritorio… Esos mismos elementos escenográficos se van transformando durante el recorrido de la obra”.


La música es otro aspecto fundamental de la puesta en escena de “Quién soy yo”, a tal punto que hay música durante toda la obra. Música original, por cierto. “La música es otro leguaje, la música le da más que un clima a la obra, la música trae ideas. Necesito la música, necesito esos golpes que van cambiando el texto, mi actuación. La música trae sensorialidad, trae una manera de llegar al teatro desde el conmover, que es uno de los grandes objetivos del teatro”.


Compuesta por Pablo Porcelli, la música de “Quién soy yo” ganó esta temporada el premio Estrella de Mar, que premia a las obras de la temporada de verano marplatense. Tan importante es la música para esta puesta en particular que Pablo Porcelli fue con quien primero habló Vena, luego de tomar la decisión de dirigir la obra. No fue casual: Porcelli es un amigo de muchos años y músico de sus obras. Y para esta obra lo necesitaba como nunca.


¿De qué música se trata la música de “Quién soy yo”? “De música destinada a los disparadores imaginarios y conceptuales que yo pensé para determinados momentos y después la libertad absoluta del creador, del músico que de pronto me describía un tema para la unidad 5. Eso sí: ‘Es hermoso, pero va para la unidad 4’ (risas) porque en la unidad 4 estos golpes me permiten generar tal y tal cosa’. Lo más importantes además de que entendió todo esto es que se tiró al vacío conmigo en cuanto a lo conceptual. Una obra de teatro de texto que tenga todo el tiempo música no es algo fácil de ver. Entonces, el músico tenía que entenderme en lo que quería y ayudarme a que lo sensorial no desaparezca. Corríamos el riesgo de que se convirtiera en un espectáculo meramente intelectual. Y con la música logramos evitarlo”.


Pero la música logró algo más no ya en la obra, sino en Fabián Vena más allá del intérprete: “Me siento más cantante que nunca. No canto, no bailo, pero el tener música todo el tiempo en escena es lo más cercano al canto y al baile que yo pueda estar arriba de un escenario (risas”).


La obra está estructurada en cinco escenas o unidades de acción que simulan ser las bolillas universitarias y que no son otra cosa, al interior de la obra, que los grandes temas que aborda el profesor en sus clases clandestinas.

P: ¿Cómo se llama cada bolilla?
R: No te la puedo revelar por una cuestión clandestina (risas)


Ficha técnica y funciones

Autoría: Daniel Cúparo y Carlos La Casa
Actúa: Fabián Vena
Vestuario: Lola Rodríguez
Escenografía: Analía Morales
Diseño de luces: Pablo Alfieri
Música original: Pablo Porcelli
Fotografía: Sebastián Naón
Asistencia de dirección: Tamara Cereminati
Producción general: Team 22
Coreografía: Juan Pablo Sierra
Coaching actoral: Pepe Arias
Coach Vocal: Carlos Demartino
Dirección: Fabián Vena
Duración: 57 minutos.

Funciones
Jueves 4 de abril, a las 22, en Teatro El Zagúan, de Plottier.
Viernes 5 de abril, a las 21, en Casa de la Cultura, de Roca.
Sábado 6 de abril, a las 21, en Casino Magic, de Neuquén.

Entradas anticipadas en boleterías de las salas y, por sistema, a través de entradauno.com.


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