“Nada más”, el último diario que le dictó Marguerite Duras a su amante
Es un libro pequeño que condensa en sus 76 páginas todo el amor, el odio, la oscuridad, y la devoción de la escritora francesa por quien fue su amor sus últimos 16 años de vida.
“Lo amo. Hasta pronto”. Esas dos oraciones son lo último que dijo Marguerite Duras, la novelista, dramaturga, guionista y cineasta francesa. Tres días después, a los 81 años, murió. Se lo dictó, para que lo escribiera, a Yann Andréa, su secretario, compañero durante los últimos dieciséis años de vida, su “amante de la noche”, al que le dedica el pequeñísimo y conmovedor libro “Nada más”, que editó Periférica.
El librito, traducido por Vanesa García Cazorla, es un sorbo condensado, luminoso y amargo a la vez, de amor y de desamor, de envidia y devoción, de vida y muerte, de memoria y ausencia, de aceptación resignada y protesta irracional, de añoranza, de acusaciones, de batalla contra un cuerpo que la abandona. “Un desgarrador grito en off en la antesala d e la muerte, una carta de amor tan fervorosa como despechada”, escribe su traductora al final del libro.
Con entradas prolijamente datadas (que comienzan el 21 de noviembre, por la tarde, en la rue Saint-Benoît) Yann va apuntando lo que la mujer le dicta, a veces sin compasión, incluso con violencia (como cuando le dice: “No soporto tu futuro” o esto: “Es usted un inútil. Un don nadie. Un cero a la izquierda”). Los unió una relación tormentosa, tan llena de reproches como de pasión: Yann Andréa, un hombre homosexual y casi cuatro décadas más joven, fue inseparable de la escritora, hasta el final.
-¿Qué la absorbe?
-Escribir, una ocupación trágica (…), dice.
Y mucho después: «Pasarte la vida escribiendo te enseña a vivir: no te salva de nada.»
No. No la salva de la soledad, la vejez, la decadencia ni el amor. Todo se aprieta parco, punzante, en frases muchas veces lacerantes, reproducidas en las 73 páginas de este diario que parece dictado con la última fiereza que le queda. Es un testamento, un texto agónico que concluye en febrero de 1996, y que registra los quince meses en los que Duras se debatía entre la resistencia a la muerte y su inmersión en “el vacío, es decir, la libertad”.
“Lo único que sé es que ya no tengo nada. Es el horror. No queda más que el vacío. Los vacíos. El vacío de la última tierra. No somos dos. Cada cual está solo”. (Martes, 30 de enero)
Marguerite Duras (1914-1996) fue novelista, guionista, directora de cine. En todos los ámbitos, fue visceral, una autora enfocada en las pérdidas , en la “poética del desastre”, como la definen. El reconocimiento le llegó en 1984, con la exitosa novela “El amante”, que con sus dosis de erotismo y elementos autobiográficos, protagonizada por una adolescente francesa y un chino adinerado, obtuvo el Premio Goncourt. La escribió a los 70 años. “Ahora comprendo que muy joven, a los 15 años, tenía ese rostro premonitorio del que se me puso luego con el alcohol, la mitad de mi vida. El alcohol suplió la función que no tuvo Dios, también tuvo la de matarme, la de matar. Ese rostro del alcohol llegó antes que el alcohol. El alcohol lo confirmó”, escribe allí. En ese texto que no sólo develaba la relación secreta a sus 15 años con un comerciante chino de 26, sino también la crudeza de crecer a la sombra de una madre que adoraba a su hijo mayor (y no a ella) y que se gastó los ahorros de toda una vida para hacerse terrateniente sin éxito en la antigua Indochina.
Todos, incluidos ella, hubieran esperado que el éxito le llegara mucho antes. Sobre todo en 1950, con su magnífica “Un dique contra el Pacífico”. “No me lo dieron porque era comunista”, explicó Duras en una célebre entrevista televisiva con Bernard Pivot.
El pasado familiar y colonial, vive en buena parte de su obra, en “Moderato cantabile”, en “El vicecónsul”, en “El arrebato de Lol V. Stein” (elogiada por Jacques Lacan), y también en sus películas: “India Song”, en “El nombre de Venecia, en Calcuta desierta y “La mujer del Ganges”. Duras fue también coautora del guion de una de las obras maestras de Alain Resnais, “Hiroshima mon amour”.
Hay referencias a sus obras en “Nada más”, a su cine, a sus obsesiones recurrentes. Pero el libro es, sobre todo, una última carta de amor, despechada por el quedará vivo.
“Recuerdas lo hermosos que fuimos. Después nadie lo ha sido tanto”
“Es curioso que te siga amando incluso cuando no te amo” .
En pequeñas dosis homeopáticas, Duras esparce su amor y su desgarro, su pavor, sus contradicciones, sus pasiones tumultuosas, a veces suaves, a veces hirientes. Todo estalla, en esquirlas. Es imposible no salir del libro estremecido.
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