Libros: «Plaza Irlanda», de Eduardo Muslip
La hermosa novela de Eduardo Muslip, narra, a partir de la brutal ausencia del otro, los restos de una relación. Y si bien es un relato de duelo, el texto camina sin tristeza.
“Nunca supe qué hacía ella en Plaza Irlanda. Me avisaron del accidente por teléfono; había ocurrido en Donato Álvarez entre Neuquén y Franklin. A las tres de la tarde, Helena estaba caminando por Donato Alvarez, justo frente a la Plaza Irlanda; un colectivo fuera de control subió a la vereda y la aplastó contra una pared”.
Ese “nunca supe qué hacía ella en Plaza Irlanda”, suspendido ahora como una incógnita ponzoñosa para toda la eternidad, no es sólo un arranque maravilloso; es la clave. Helena – con H como la Helena de Troya que tantas veces aparece mencionada en el libro- muere absurdamente aplastada por las 300 toneladas de un colectivo salido de control, ahi, en Donato Álvarez ahora Combatientes de Malvinas, entre Neuquén y Franklin, en Buenos Aires, en Plaza Irlanda para ser más precisos, un lugar que el narrador no entiende, no relaciona con nada que tenga que ver con Helena, que lo llena de dudas.
“La mañana del accidente Helena había salido de este departamento sin saber que no volvería; el living se ve igual que en ese momento. (…)
El narrador de “Plaza Irlanda” se mueve como un péndulo entre el pasado y este presente suspendido y anestesiado que sigue a la muerte de su mujer, reconstruye su relación con Helena, pasea como puede por el departamento que compartieron.
Tan afecto a los mapas como es el narrador, todo el libro parece un mapeo por la tristeza del duelo, un vistazo por los desiertos que deja; por los mojones que se levantan; por los cúmulos de cosas que pierden sentido sin la persona que los hizo únicos. Ahí está la ropa, esa ropa que ella tanto miraba para saber qué ponerse cada día, esas cosas anodinas que conforman la cotidianeidad y que sin embargo un día dejan de tener sentido, sustancia. Ahí está la absurda rana verde de peluche que Helena acariciaba y que ahora no será más que un juguete carente de cualquier sentido. Ahí están los libros de esa profesora de literatura que llenaban la biblioteca del departamento y que ahora serán ¿qué? ¿rastros de su camino recorrido?, ¿oportunidades en una mesa de saldo de alguna librería de usados?
“…ya resulta imposible pensar en este departamento como uno más, del mismo modo que cuando uno mantiene una larga relación con una persona resulta muy difícil volver a percibirla del modo en que se la conoció, cuando era una más entre muchas personas sin ninguna relevancia para nuestras vidas”.
Con la misma obsesión que le pone a los mapas de las ciudades y del mundo, el narrador cartografía los rastros de Helena preguntándose todo el tiempo si es posible conocer a alguien con esos puntos que quedan fijos y sin el contexto que los explique, que le de razones de ser.
Eduardo Muslip cuenta que en la génesis de este libro que publicó por primera vez en 2005 y que luego fue reeditado en 2016 por ClubCinco, hubo un regalo del periodista y escritor Elvio Gandolfo: el libro de Paul Guimard Las cosas de la vida.
En ese libro, un abogado casado con una mujer que se llama Hélène viaja en su auto por una ruta. Lleva en la guantera una carta que escribió hace algún tiempo a la mujer en la que le propone separarse. Hace meses que la guarda ahí en la guantera y francamente ya desestimó esa idea. Pero tiene un accidente en ese viaje, queda en coma. La historia cuenta el fluir de la conciencia de ese hombre que ha pasado su juventud en la Guerra Mundial y que ahora, en ese estado suspendido del coma, no sólo repasa su vida sino también su angustia sobre esa carta a destiempo que sigue allí aunque él ya no podrá contarle a ella cuándo la escribió y por qué la desestimó. (existe una película del mismo nombre dirigida por Claude Sautet y protagonizada por Michel Piccoli y Romy Schneider).
También el narrador de “Plaza Irlanda” deja fluir su conciencia en ese estado semi automático en que lo deja el accidente (ocurrido dos meses antes), y mientras cuenta cómo se va desprendiendo de libros, objetos y ropa y cómo aprende a vivir sin ella, narra también cómo llegó Helena a su vida y cómo le avisaron que la había perdido.
Lo imposible de comprender no son las “trescientas toneladas” que impactaron contra su cuerpo, sino qué podría haber estado haciendo ella en Plaza Irlanda, ese día, a las tres de la tarde. ¿Qué fue lo que la llevó a Plaza Irlanda? La misma pregunta se hizo Gorgias respecto de Helena de Troya en su Encomio de Helena. Y en el relato de Muslip (donde la mitología griega aparece en un tomo suelto de la Enciclopedia Códex, con la letra H), uno nunca deja de sospechar que, a Helena, quizá también la haya arrastrado el amor hasta Plaza Irlanda.
“Plaza Irlanda” es un libro que respira el aire triste de los duelos, y sin embargo no es un libro que deje sensación angustiosa. Ese divagar por los escombros que deja una vida cuando absurdamente se termina, ese tramar conexiones, hacerse preguntas, acercarse a la intimidad de una vida (”¿Cómo era en realidad Helena?”, como se pregunta el narrador antes de enumerar una hermosa pero inconducente lista que seguramente no terminar de enmarcar con certeza a nadie), hacen de ese punto en un mapa un destino conmovedor, maravilloso.
Eduardo Muslip, una biografía breve
Nació y vive en Buenos Aires. Estudió Letras en la UBA y en la Universidad de Arizona, Estados Unidos. Es profesor en la Universidad de General Sarmiento. Es autor de los libros de relatos y novelas como Fondo negro: los Lugones (Solaris), Hojas de la noche (Colihue), Examen de residencia (Simurg), Phoenix (Malón), Plaza Irlanda (El cuenco de plata y Clubcinco), Florentina (Blatt & Ríos), Avión (Blatt & Ríos) y Elvira, publicado por la editorial de la Universidad de General Sarmiento.
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