Reseña: «Prohibido morir aquí», el hotel del anteúltimo día
Entre los libros que retratan la vejez, "Prohibido morir aquí", de Elizabeth Taylor está en un sitio alto. La señora Palfrey, su personaje principal, queda viuda y decide hospedarse en ese hotel que admite viejos y jubilados con la única condición de que nadie muera allí. Y en ese mundo, Taylor rescata vínculos y afectos que hacen la diferencia.
El hotel Claremont, en Londres, es sobrio y respetable. Es sencillo y, sobre todo, es todo lo que puede pagarse la señora Palfrey. La mujer acaba de quedar viuda y decide dejar su casa en el campo para iniciar una nueva vida como huésped permanente del Claremont, igual que muchos otros jubilados. En el hotel, la señora Palfrey tiene una reserva hecha con planificación inglesa: una habitación minúscula, “parecida al cuarto de una criada”, dice. Es una habitación que da una pared mustia, un cuarto propio donde pasar sus últimos años, pero no sus minutos finales. Esa es la única condición que ponen los dueños del Claremont: los huéspedes no pueden morir en el hotel.
Claremont no es un geriátrico, aunque tiene un funcionamiento bastante parecido: hay una rutina de comidas y horarios, una serie de huéspedes fijos que viven de su jubilación y ahorros; unas costumbres acompasadas de tejer, y mirar la novela, y de intercambiar comentarios maliciosos. A esa coreografía debe sumarse la señora Palfrey, siempre equipada con su frase de cabecera: “sé independiente, nunca cedas a la melancolía; nunca gastes tu capital”. Tres reglas que irá transgrediendo.
El encantador libro de Elizabeth Taylor (que no tiene nada que ver con Liz Taylor, aunque tuvo que vivir a su sombra) se publicó por primera vez en 1971 y fue elegida por The Guardian como una de las mejores novelas de todos los tiempos, y fue candidata al Booker Prize. No tuvo mucho éxito.

Elizabeth Taylor, ésta Elizabeth Taylor era tímida, reservada, enemiga de la notoriedad: daba pocas entrevistas, para disgusto de sus editores. En una de ellas dijo que todos los argumentos de sus novelas se le ocurrían mientras planchaba. Recién después del 2000 su nombre fue rescatado del olvido y comenzó a editarse, y a reeditarse. Incluso se hizo una película sobre su libro, dirigida por Dan Ireland, con Joan Plowright en el papel de la señora Palfrey. Su traducción llegó por primera vez a la Argentina en 2018, y ahora, Libros del Asteroide acaba de volver a editarlo. No son los últimos días de esta preciosa novela.
En Londres, la señora Palfrey no tiene a nadie. Mejor dicho, tiene a Desmond, su único nieto, hijo de Elizabeth. En el Hotel Claremont, las visitas son lo más anhelado. Fue lo primero que le preguntaron a Palfrey: “¿Tienes parientes en Londres?”. Y ella, llevada por un optimismo sin más sustento que la defensa, dijo que sí, que claro, que su nieto estaba por ir. La ausencia de Desmond se transformó en miradas acusatorias, en desconfianza. Pero el azar le jugó a favor: conoció a Ludo, un joven escritor que por un poco de charla y una rica cena gratis no tuvo problemas en llamarla abuela, para envidia y admiración del resto de los huéspedes del hotel.
Conmovedora sin volverse pesarosa, con un humor que nunca es ironía, la historia que narra Elizabeth Taylor está llena de observaciones inteligentes sobre la soledad, sobre la posibilidad de una amistad intergeneracional, sobre qué hacer con ese tramo de la vida y con esa última pulsión vital que no se conforma con encerrarse.
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