Feria del Libro de Viedma: Luis Sagasti, literatura y experiencia

El escritor bahiense se presenta este sábado en la 14° Feria Municipal del Libro de Viedma. Hablará de su último libro "Lenguas vivas" y será parte de la charla “Literatura y experiencia”. EnTrevista con Diario RÍO NEGRO.

Bonaerense de Bahía Blanca, profesor de historia, crítico de arte y escritor, y además también del 63, Luis Sagasti es de una generación que escuchaba las historias porque la narración era, sobre todo, oral: había que escuchar para saber. Y había que prestar atención porque sucedía una vez y no (se) sabía de una próxima vez. Porque, además, de haberla, ya iba a ser una historia diferente como toda narración oral que se precie de tal.


También era fragmentada porque siempre se trataba de una parte de la historia en cuestión. Esas historias eran familiares, barriales, de la ciudad de uno, de otras ciudades, de cualquier lugar del mundo. Era políticas, del mundo del deporte o simples misceláneas.


Y las historias, todas, quedaban ahí, dando vueltas en las cabezas inquietas de generaciones de pibes como Luis Sagasti. Esas historias oídas se completaban con lecturas igual de fragmentadas de enciclopedias, atlas, revistas, libros, manuales y cualquier otra bibliografía que hubiera dando vueltas por la casa. O la radio. O, en mucha menor medida, la tele.


De todo eso están hecha la escritura de Luis Sagasti, al menos de un tiempo a esta parte. De historias, muchas, contadas de a fragmentos, como si apelara a la memoria de aquello escuchado alguna vez y que le fue contado por alguna vez, ahora o hace mucho. Y hay que decir esto: en la narrativa de Sagasti no hay lugar para Google: Sagasti no googlea, todo es historia vista y oída alguna vez.


Así es su escritura, sobre todo la de Lenguas vivas (Eterna Cadencia, 2023), su hasta ahora último libro. Un libro -conste que lo dice su propia editorial- inclasificable. Lenguas vivas es la coartada para que Sagasti esté presente en la 14° Feria Municipal del Libro de Viedma, que comienzó este viernes en el Centro Municipal de Cultura y que terminará este domingo. “Tuvieron la gentileza de invitarme a dar una charla y ahí estaré”, dirá Sagasti al comienzo de la videollamada que lo conectó con Diario RÍO NEGRO.

«Lenguas vivas», el original libro de Luis Sagasti editado por Eterna Cadencia.


El también autor de Una ofrenda musical (2017), Leyden Ltd. (2019) Bellas Artes (2011), entre otros títulos, se presentará mañana, a las 20, para una charla titulada “Literatura y experiencia”. Voy a hablar sobre literatura y experiencia, es decir, los vínculos que puede haber entre la manera que tenemos de experimentar y de interactuar con el mundo y qué clase de literatura puede darse, incluso hasta de arte en general. Sobre todo a partir de la llegada de las redes sociales o del mundo digital, nuestra manera de interactuar es distinta, distinta desde los 90 para atrás. Y eso produce literatura, una literatura específica, si se quiere, y formas de lectura incluso. La idea es meditar un poco sobre eso, y por ahí también, si les interesa, sobre mis modos de escritura”.


Sobre la época actual, Sagasti la define como fragmentada: vivimos en un mundo fragmentado. “Uno podría decir que la relación que teníamos de sujeto y sociedad ya no existe más, basta de ver sencillamente los grafitis. En los 70 los grafitis estaban dedicados a toda la gente que iba por la calle. Eso se fue reduciendo cada vez más hasta hasta que hoy el grafiti es la marca, la firma personal de alguien que no tiene nada que comunicar”.


Para Sagasti, la literatura también trabaja por fragmentos, por paquetes de historia: “Ya no está eso de presentación, nudo, desenlace, ese tipo de cosas. Vos podés tener micro historias, pequeños paquetitos de sentido que conforman un sentido general que lo tenés que dar vos”. Eso es, por caso, Lenguas vivas. Pero también Leyden Ltd., que son todas notas al pie de página. “No hay libro, vos lees las notas. Las notas se escriben como notas, que son datos ciertos, obviamente cada tanto hay alguna nota que te hace ir a una trama, pero son miles de fragmentos de los cuales vos empezás a armar.

Biblioteca Sagasti. «Bellas artes» (2011) y «Leyden Ltd.» (2019), dos de sus libros editados por Eterna Cadencia.


Dijimos que Eterna Cadencia dijo de Letras vivas que era un libro inclasificable. Lo que dijo, literalmente, es que Luis Sagasti compone un libro inclasificable e hipnótico en el que relata historias mínimas, de esas que dejan su huella en el tiempo, como las canciones que al atardecer entonaban los soldados de ambos bandos en las trincheras de la Primera Guerra, o las biografías de ignotos colaboradores en la producción de enciclopedias y diccionarios, o los registros de los últimos hablantes de una lengua, o la correspondencia frenética entre traductores que juegan a traducir un cuento del inglés al español y de nuevo al inglés y otra vez al español y así hasta, casi, el infinito.


Muchas veces son historias sobre objetos conocidos, pero descriptos desde una perspectiva diferente, como un cuadro de Matisse, una entrada de diario de Agota Kristof, una melodía de Nick Drake; otras, son escenas privadas, como el recuerdo de la caligrafía de la infancia, un lenguaje inventado y secreto o el intento por recuperar el sonido de la voz de alguien que ya no está, pero a quien seguimos escuchando.

Lo que se diferencia una lengua de otra no es lo que habla, sino lo que no dice”.

Luis Sagasti


Hasta aquí, la editorial. Ahora, es el propio Sagasti el que intenta, porque hace, explicar Lenguas vivas: “El sentido, yo intento dárselo no sé con qué suerte, no está explícito, sino que de alguna forma converge con todas esas historias, que no sé cuántas son, muchísimas, micro historias que tienen un hilo en común, que por ahí no necesariamente se explicita a partir de historias que tengan que ver con el lenguaje. Por ejemplo, hay muchas cosas con los faros, porque la idea es que los faros, la cantidad de faros que hay en el mundo, es muy parecida a la cantidad de idiomas que hay en el mundo, y los faros se están apagando por el GPS, y los idiomas se apagan por el inglés”.

Yo ahora estoy escribiendo, entre otras cosas, sobre músicos de jazz que se van literalmente al carajo de donde están», avisa Luis Sagasti.


Pero también es interesante, apunta Sagasti, “ ver qué cosas una lengua no dice, yo creo que lo que se diferencia una lengua de otra no es lo que habla, sino lo que no dice, del mismo modo pasa con los faros, los faros no se distinguen por la luz, sino los periodos de oscuridad, que son todos distintos, o sea, el faro se distingue por lo que no es, básicamente. Entonces, me interesa meditar sobre esas cosas, pero como no tengo muy claro, uno escribe, creo yo, porque no tiene en claro las cosas, entonces me parece que las cosas a mí se me ponen un poco más diáfanas al poner en contacto datos, historias, micro pensamientos, muchos fragmentos.

P: En tu orden de escritura, ¿cómo fue apareciendo esa infinidad de historias?
R:
Yo no escribo desde el principio, de la página uno, sino por ahí lo primero que escribí es la mitad del libro. De hecho, yo creo que lo primero que escribí en este caso es el segundo capítulo, que incluye toda una referencia a un pintor que está en Miami, a otro dibujante que está medio loco, Henry Darger.
Pero había un núcleo que tenía ese tiempo, que lo pongo al final, que es cuando mi vieja, que falleció el año pasado, dijo como al pasar que ella le escribía a su hijo, mi hermano fallecido, una carta todos los años para el cumpleaños. Y lo dijo como quien da una noticia de ‘mañana llueve’. Y a mí me pareció hermosísimo eso, y digo, acá hay algo.

Mi generación tiene mucha cultura general de pelotudeces. Y también la capacidad de recordar, porque era todo oral, y las cosas se decían y ya estaba. Y no había forma de corroborarlo».

Luis Sagasti

P: ¿Vos lo sabías eso, ese hábito de tu madre? Que no lo tuvo con vos, por caso.
R:
No, claro. Con él, nosotros somos tres hermanos, el mayo falleció a los 21. Entonces se me ocurrió pensar qué pasaría si, cuando mi vieja fallezca yo encuentro esas cartas. Esa fue otra punta que tenía. Luego vos entrás en ritmo, toda tu cabeza va a buscar cosas. Entonces, me había acordado que había leído sobre una tribu en África que vivía debajo de un árbol, que era la única sombra que había en millones de kilómetros, y había un maestro que enseñaba. Y digo acá hay otra cosa. Entonces, empecé a escribir con un rompecabezas. Y en un momento te das cuenta que el libro está terminado.
Pero mayormente mis libros son, salvo los dos primeros, antes de entrar en Eterna Cadencia, que son más narrativos, más que, bueno, a ver qué le está pasando algo, qué le pasa a alguien, algo, son así, son muy fragmentarios. Entonces, tengo algo, hago otra cosa, pero en un momento ya te digo, es como entras en, estás en escena, entonces ya tu cabeza está puesta en eso, y ahí empiezas a acomodar. Yo escribo así, de manera fragmentaria. Tampoco me doy cuenta nunca cuándo tengo un libro. Yo ahora, por ejemplo, estoy escribiendo algo, llevo unas 40 páginas y recién ahora creo que hay algo que puedo empezar a entrelazar. Ahora creo que hay algo. Nunca tengo en claro esas cosas.

P: Todas estas historias que contás, ¿cómo te llegaron? ¿Las tenías a lo largo de los años, te largaste a buscarlas para luego pensar en unirlas? Porque son muchas y muy variadas.
R
: Mayormente las tengo anotadas, recuerdo cosas. Muy pocas cosas busco. Yo en internet busco solo para corroborar. Pero tengo una gran capacidad para recordar estupideces. Las cosas importantes no me acuerdo, no me acuerdo qué hizo Sarmiento en su presidencia, pero las estupideces sí (risas).
Yo ahora estoy escribiendo, entre otras cosas, sobre músicos de jazz que se van literalmente al carajo de donde están. Físicamente se van. Yo me acordaba a Charlie Mingus en concierto que dejó a los tipos tocando y se fue a buscar la mina. Tuvo una charla larga con esa mina y después volvió a seguir tocando. Veo que ahí hay algo para lo que yo estoy haciendo. Lo que trato ahora es de buscar para ver dónde está ese dato, dónde lo leí. Pero yo los datos los tengo. Además también en mi generación tuvo mucha presencia de los abuelos, el abuelo que te cuenta cosas, que te narra cosas, que tiene muchísimos libros.
Mi generación tiene mucha cultura general de pelotudeces. Y también la capacidad de recordar, porque era todo oral, y las cosas se decían y ya estaba. Y no había forma de corroborarlo. Entonces también había una capacidad de retener eso que te habían contado también. Esas cosas dando vuelta, también todo esto es parte de eso, de ese contexto. Cuando veo que hay algo que tiene un potencial narrativo, me lo apropio. Somos una generación que tiene mucha memoria. No había otra.


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