Feria de Libro de Neuquén: entrevista con Selva Almada por su novela «No es un río»

La autora entrerriana, una de las más importantes de la literatura actual y premiada a nivel internacional, estará este sábado en la 11° Feria Internacional del Libro para dialogar sobre su obra.

Selva Almada, una de las voces más destacadas de la literatura argentina actual, será parte de la 11° Feria Internacional del Libro de Neuquén, que comenzó el martes pasado y culminará este domingo, en instalaciones del MNBA Neuquén y alrededores. Entrerriana de Villa Elisa, Almada ha sido premiada a nivel internacional First Book Award de Edimburgo, en 2019, por “El viento que arrasa”. Mientras que, en 2023, su tercera novela, “No es un río”, recibió el Premio IILA-Literatura de Roma.


Este año, en abril, el libro en cuestión volvió a un primer plano al ser incluido en la lista de 13 finalistas al Premio Booker Internacional. Publicado originalmente en español por Random House, fue editado en inglés por Charco Press bajo el título «Not a River», el cual fue traducido por Annie McDermot.


Justamente, “No es un río” es la excusa por la que Almada, entrerriana de Villa Elisa, estará este sábado, a las 20, en el Auditorio Marcelo Berbel de la feria neuquina. Editada en 2020, “No es un río” (Penguin Random House) es la novela que cierra una especie de trilogía “de los varones”, iniciada con El viento que arrasa (2012, Mardulce) y “Ladrilleros” (2013, Mardulce).

Selva Almada: una literatura entre ríos

Nacida entre ríos bravos como son el Paraná y el Uruguay, Almada el río fue siempre una figura importante en su vida. “A los diecisiete años conocí el río Paraná que, en guaraní, quiere decir «el padre de todos los ríos». El impacto que esa gran masa de agua oscura provocó en mí es tan grande que no puedo salir de mi asombro cada vez que me acerco a alguno de sus tramos”, escribió en la revista Lengua.


Este fin de semana, Almada vendrá a una ciudad que, a su modo, también está entre ríos, el Neuquén y el Limay, los cuales, a su modo, también son bravos. Nos los conoce. Espera poder hacerlo. Por lo pronto, está entusiasmada con su visita a la feria neuquina, poder hablar de literatura, de su literatura y de conocer gente de por acá relacionada con la literatura.


“Me gusta mucho ir a las ferias», admite, Almada al comienzo de un extenso diálogo con Diario RÍO NEGRO. «Es la manera también de conocer editoriales nuevas, de conocer autores. Además, me parece también, porque yo crecí en un pueblo donde no había librerías ni ferias, al menos en aquel momento en que yo era chica, y las ferias siempre son la excusa para que haya libros, para ir a escuchar autores, para ir a escuchar lecturas, para encontrarse con otra gente que lee. Entonces me parece que está buenísimo que existan estas ferias, que se sigan manteniendo, que crezcan año a año, porque son importantes. Y para los autores y las autoras también son importantes porque es una manera de tener una relación cercana, más personal con las lectoras y las lectores de distintos puntos del país”.

Almada disfruta de hablar de literatura y también de su literatura. De eso que se hace en solitario y que, de pronto, como sucede en una feria, hay que contar. “A mí me gusta hablar de la escritura, o de cómo se hizo cada libro, del proceso, no sé, de por qué elegí contar una historia de esta manera o de la otra, o a veces hay muchas preguntas acerca de los personajes, de los nombres de los autores, por qué esos nombres (risas)”.


“Me gusta hablar del proceso de escritura”, reconoce Almada quien también es autora de la crónica “Chicas muertas” (2014). Pero también que el momento de exposición le cuesta bastante, aunque luego lo disfrute. “Me gusta hablar de lo que a mí me provoca la escritura y también la lectura. Me parece que es un acto que viene a completar la escritura de un libro. Y es verdad que uno escribe en soledad, más allá de que un autor suele compartir el manuscrito mientras lo está escribiendo, pero, cuando llega el momento de que esas versión final que ya no se pueden modificar, que ya no se puede seguir corrigiendo, es cuando ese texto empieza a circular y vos empezás a tener los comentarios o el registro de la lectura de otras personas. Y eso es lo que sucede en estas charlas, en estas conversaciones. A mí me cuesta bastante, porque no soy una persona extrovertida y me cuesta mucho sentarme ante un auditorio, pero después lo disfruto, disfruto compartiendo ese momento con la gente”.

No es un río, es este río

Volvamos a “No es un río”. Breve sinopsis: Durante una salida a pescar de tres varones se revela la complejidad con que se trama la amistad y se devela, como el fluir de un río, la historia de los afectos y la crueldad con la que a veces está hecho el presente.


Enero Rey y el Negro llevan de pesca a Tilo, hijo adolescente de Eusebio, el amigo muerto. Mientras beben y cocinan y hablan y bailan, lidian con los fantasmas del pasado y con los del presente, que se confunden en el ánimo alterado por el vino y el sopor.


Una red mezcla realidad y sueño, hechos y conjeturas, isleños, agua, noche, fuego, peces, bichos. Humana, pero a la vez animal y vegetal, esta novela fluye como un cauce, una larga conversación o el afecto entre seres que se quieren: madres, hijos, hermanos, amantes, ahijados.


En la ya citada revista digital Lengua, contaba Almada: “Un domingo en un asado alguien contó que había pescado una raya gigante en el río Paraná. Él y un grupo de amigos. En los asados siempre me quedo cerca de los hombres, lejos de la cocina donde las mujeres preparan las ensaladas y hablan de sus hijes. No hablo con ellos, tampoco me interesa. Pero escucho. O hablo muy poco, a veces pregunto algo. Esa vez, por ejemplo, pregunté cómo se pesca una raya. El de la anécdota contó que estuvieron varias horas tironeando al animal con los anzuelos, despegándolo del fondo del río, al que se pega como una ventosa. Y que, cuando por fin lograron remontarlo, alguien, desde arriba, le pegó un tiro. Toda la escena me pareció violenta. ¿Por qué, además, alguien llevaría una pistola a una excursión de pesca? Toda la escena me resultó violenta y tremendamente atractiva: con los elementos necesarios para ser el gran comienzo de un relato. No pude dejar de pensar en eso toda la semana. ¿Quiénes estaban en ese bote? ¿Qué los unía? ¿Por qué uno de ellos tenía una pistola?”

¿Qué vio allí Selva Almada, qué vio escuchó como para detectar allí literatura? “Creo que lo primero que vi, que me dieron ganas, fue el tema del río, y también de una novela que pudiera estar ambientada en Entre Ríos, en la geografía donde nací, donde crecí y que, para mí, tiene una impronta emocional, sentimental, muy fuerte. Entonces, escribir una novela que tuviese un poco la excusa de la pesca, de la isla y que el río pudiera estar presente, creo que fue lo primero que me sedujo de esa anécdota que había escuchado”.

«Es como si las novelas, si las propias tramas decidieran cómo se tiene que contar. Esta novela decidió su tono, como esta cosa más lírica, más poética».

Selva Almada


Almada comenzó a escribirla en 2013, pero recién la terminó -y publicó- en 2020. Pasaron siete años entre un momento y otro porque, como dijo, alguien, pasaron cosas. “En siete años pasaron muchas cosas: escribí y publiqué otros dos libros, por ejemplo. Pero el universo de No es un río siempre estaba allí, esperando, callado, con la paciencia de los pescadores. Con el paso de los años y las reescrituras la novela se fue volviendo cada vez más silenciosa al tiempo que cada vez más sonora, si es que puede ocurrir algo así”, contó en su momento.


“Tardé mucho tiempo en terminarla porque tuvo años de suspensión”, dice ahora Almada, hablando con Río Negro. “Estuve varios años con diez páginas hasta que finalmente me senté a escribir el resto. Había empezado a escribir y había avanzado bastante, pero la suspendí para escribir Chicas Muertas y cuando volví al tiempo, al año, dije bueno, retomo este material, volví a leer lo que tenía y no me gustó el tono, entonces ya ahí fue un tiempo para encontrar una voz o un tono que me gustara para contar esa historia. Después la volví a suspender porque vino toda la parte del rodaje de Zama y después de escribir ese librito (N. de la R.: “El mono en el remolino. Notas del rodaje de Zama de Lucrecia Martel, 2017, Penguin Random House) , y de ir al rodaje. También en el medio hubo muchos viajes, muchas cosas, todavía daba talleres, daba muchos talleres de escritura, cosas que te van distrayendo y que te van alejando de la escritura, que nos pasa bastante (risas).

Todavía sigo encontrando muy estimulante escribir sobre esos lugares y personajes. Lo que estoy empezando a escribir transcurre en esa ruralidad: es en el campo».

Selva Almada.

P: Y ese alejamiento de la escritura de esta historia, ¿no te alejó de la historia en algún momento?
R:
En realidad, no. Yo sentía que había cosas, no sé, de eso poco que había escrito, de esas primeras escenas que me seguían dando ganas de seguir escribiendo y de ver qué más podía aparecer con esos personajes en ese lugar. Quizá lo que cambió es que me dio también mucho, o sea, yo mientras seguía pensando, siempre estaba pensando en ese universo que apenas había empezado a entrever en esa primera escritura. Entonces creo que lo que cambió fue que, respecto a otros libros que por ahí fueron escritos de un tirón, en este hubo más tiempo para que yo pensara cosas o fueran apareciendo, no sé, nuevos aspectos de los personajes a lo largo del tiempo.

P: O sea, que ganó la novela en definitiva porque quizás se enriqueció todo este trabajo.
R:
Probablemente, sí. Yo creo que sí, porque claro, cuando yo me senté a finalmente escribirla, que fue también una escritura rápida de un par de meses, es como que tenía no sé si todo, pero mucho de esos personajes y de ese mundo. Y también sobre cómo la quería escribir. Tuve más tiempo quizá de pensar en esas cosas, respecto de otros libros, que fueron escritos en un tiempo mucho más corto.

P: ¿Te debías una novela sobre el río
R:
Sí, yo creo que sí. Como también me debía una novela que tuviera que ver más con Entre Ríos, más allá que hay cuentos de la época en que por ahí escribía más cuentos, y de hecho en las otras dos novelas aparece el río mencionado, pero no tiene el protagonismo que sí tiene en esta novela, por supuesto.

P: ¿Cómo fue tu trabajo de escritura en términos de cómo la querías escribir?
R:
Cuando la había empezado a escribir y estaba bastante avanzada, después no me gustó, no me gustó porque sentía que la novela estaba como demasiado narrada y quería una escritura mucho más fragmentaria, más esquiva, que tuviera más silencios. Y por eso deseché todo lo que tenía y empecé a buscar ese tono que finalmente tiene la novela.
Quería que fuera más lírica, más… en general yo tengo una escritura bastante poética en la narrativa, pero quería que eso estuviera más depurado, que fuese casi como parte del proyecto de escritura
Yo creo que de alguna manera, que es un poco inexplicable para mí, pero es como si las novelas, si las propias tramas decidieran cómo se tiene que contar. Esta novela decidió su tono, como esta cosa más lírica, más poética, más relacionada con la geografía literaria de la novela. Entre Ríos, el litoral, es una tierra de poetas y de poetas que tienen su poesía muy atravesada por la cercanía de la naturaleza, y eso también tiene la novela.

P: Tus tres novelas siempre están emplazadas en esa geografía que conoces, más cerca o más lejos del río. ¿Pensás irte de ahí, literariamente hablando, o te sigue interesando como espacio?
R:
La verdad es que por ahora me sigue interesando. Igual, tengo como alguna idea, pero que no es algo que vaya a escribir ahora, una idea a futuro de escribir sobre un edificio que hay cerca de mi casa en la ciudad de Buenos Aires. Pero todavía sigo encontrando muy estimulante escribir sobre esos lugares y personajes. Lo que estoy empezando a escribir transcurre en esa ruralidad: es en el campo.


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