Entrevista con Eduardo Sacheri: “Argentina es producto de una larga, accidentada y compleja evolución”

El autor de best sellers como "La pregunta de sus ojos" acaba de publicar su segundo libro de historia, “Los días de la violencia. Una historia de Argentina. Cuando empieza a ser Argentina. 1820-1852” (Alfaguara), lapso comprendido entre las batallas de Cepeda y Caseros y caracterizado por una brutalidad inusitada.

En 2022, el profesor y licenciado en Historia Eduardo Sacheri publicó Los días de la Revolución, donde buceó en la etapa revolucionaria del Río de la Plata a principios del siglo XIX y emprendió un camino editorial con el firme propósito de que conozcamos y comprendamos mejor el proceso histórico que condujo a la formación de la Argentina a lo largo del siglo XIX.


Ahora acaba de publicar su segundo libro, “Los días de la violencia. Una historia de Argentina. Cuando empieza a ser Argentina. 1820-1852”, de editorial Alfaguara. En esta obra Sacheri se enfoca en el lapso comprendido entre dos batallas: la de Cepeda en 1820 y la de Caseros en 1852. “En ambas ocasiones se derrumban grandes estructuras políticas: el Directorio y la Liga de los Pueblos Libres en Cepeda y la Confederación Argentina liderada por la Buenos Aires de Juan Manuel de Rosas en Caseros. Son tres décadas de una Argentina “en formación”, porque en la primera mitad del siglo XIX ese país todavía no existe del todo. Ni en 1820, aunque se vayan delineando algunos de sus aspectos, ni tampoco en 1852, aunque sus elementos constitutivos sean cada vez más claros y visibles”, adelanta.


¿Por qué ese título? “Porque entre 1820 y 1852 la violencia de los enfrentamientos políticos alcanza niveles desconocidos antes, y muy poco frecuentes después. Los fusilamientos, el degüello de prisioneros, la ejecución de opositores, la exhibición de cadáveres se vuelven asiduos y se naturalizan como parte del paisaje de la lucha política. Como si la violencia desatada por el ciclo revolucionario descendiera ahora unos cuantos peldaños hacia lo más oscuro de la brutalidad humana”, afirma.


Tras la lectura de este su último libro impresiona la teatralidad de la violencia por aquellos años en esta incipiente Argentina. No es que el autor esté develando algo que no se sabía; aún así, sorprende tanta sangre derramada a lo largo de nuestra historia.


Llama la atención, para bien, la serenidad en relato de Sacheri. “Las emociones son invencibles; siempre están en nosotros. Y si bien siempre nos habitan creo que para el conocimiento es importante que ellas no nos gobiernen, reflexiona el autor en su extenso diálogo con Diario RÍO NEGRO.


“Argentina es producto de una larga, accidentada y compleja evolución. Pero es cierto que algunas de las claves de esa construcción hunden sus raíces en esos tiempos revolucionarios, en esas personas, en esas circunstancias y en esas peripecias. Y aquellos años de principios del siglo XIX, cuando el Imperio Español estalla en pedazos, habitan también en nosotros, en lo que somos en el siglo XXI”, afirma. Y agrega: “mi enfoque de la historia está más atento a los procesos más amplios y menos atento a las acciones individuales de los hombres, aún de los más ilustres”.


“En este período que analizo hay un retroceso fuerte en lo que refiere a los mecanismos brutales y sanguinarios que se preferían para dirimir los conflictos”, admite. Por eso, le parece que “saber más del pasado nos permite entender mejor el presente y organizarnos de alguna manera de cara al futuro. El pasado siempre es una fuente interesante para interpelar nuestras propias creencias”.


Con una salvedad, insiste: “parece inevitable muchas veces pensar en las personas del pasado desde uno y desde el presente, atribuyéndoles una organización imaginaria y representaciones con otros valores, geografías, tecnologías… Hacer esto es un peligro”. En este punto, Sacheri dice que se siente el “jamón del sandwich” entre el mundo académico que produce conocimiento confiable y una sociedad que no tiene por qué tener acceso directo a ese conocimiento.

Eduardo Sacheri es autor de La pregunta de sus ojos, adaptada al cine como El secreto de sus ojos, ganadora del premio Oscar a Mejor Película Internacional en 2010. (Foto: Federico Paul/Random House)


¿Cómo usamos el pasado? “Hoy vivimos una época donde hay muchos fanáticos y éstos necesitan certidumbres, son más emocionales que racionales, se ubican en el lugar de los buenos y los otros son todo lo malo. Esto no sirve para nada para vincularnos con los demás ni para entendernos. Cuanto peor entendemos la realidad peor operamos sobre ella. Así como podés usar una piedra para matar podés usar la historia para martillar al otro”. De todos modos, “usar la historia es inevitable. En tanto inevitable no es ni bueno ni malo. El asunto que cuanto más la conozcamos tal vez su uso sea menos dañino y más iluminador”.

Con estos libros “no vengo a contar ninguna historia que te ocultaron o te impidieron conocer”, acota con cierto humor. “No tengo esa actitud soberbia o prepotente”. Lo cierto de todo esto es que “uno investigó por acá, por allá, nos hacemos estas preguntas y alcanzamos una composición de lugar al día de hoy. Es más que probable que mañana nos surjan preguntas que hoy no vemos”.

“¿Por qué ese título? Porque entre 1820 y 1852 la violencia de los enfrentamientos políticos alcanza niveles desconocidos antes, y muy poco frecuentes después”.

Eduardo Sacheri

Por ello, “vale la pena detenernos a pensar en los historiadores de otras épocas y de los tiempos actuales. En cómo fue cambiando su visión sobre ese asunto. La ciencia evoluciona. Evolucionan sus preguntas y evolucionan sus respuestas. Eso sucede en todas las ciencias y la Historia no es la excepción”, plantea en su libro. Claro, hoy uno podría preguntarse qué sentirían las personas que vivían en estos territorios en las décadas posteriores a 1810. Por ejemplo: cómo el tucumano podía sumar la argentinidad a su identidad, cómo el cordobés podía hacerlo…

Sobre este punto, el caudillismo y las facultades extraordinarias de Juan Manuel de Rosas hablamos con él. “Llevó mucho tiempo para que el correntino, el santiagueño y el mendocino, entre otros, sumaran a sus identidades provinciales la argentina. Es interesante conocer ese proceso. Encima, cuando todo eso aún no estaba ni siquiera consolidado empieza un nuevo desafío: la inmigración. Cómo hacen además para sumar las identidades de los italianos, españoles, rusos, sirios…”, comenta.

Los caudillos en la historia argentina

Las décadas que analiza Sacheri está llenas de caudillos. Uno legendario, Facundo Quiroga; otro famosísimo, Juan Manuel de Rosas. Por supuesto que no son los únicos. Al respecto, el autor dice: la palabra “caudillo” no se usa sólo en Historia. “Es un concepto que, aun en lenguaje común, alude al liderazgo, al ejercicio del poder, al mando. Suele tener, también, un matiz emocional. Un caudillo basa su liderazgo no tanto en el cargo que detenta, sino en su carisma, su lazo emocional con quienes lo siguen”.

Los caudillos rioplatenses del siglo XIX son líderes. “Eso es indudable. Su liderazgo suele ser de carácter político y militar. Ese liderazgo no necesariamente tiene raíces institucionales. Es decir: un caudillo puede ser gobernador, pero su poder y su autoridad no necesariamente emanan de detentar ese u otro cargo. No. Su poder emana del lazo personal que establece con sus seguidores. Y esos seguidores suelen pertenecer a los sectores populares, que lo sustentan en la política y lo acompañan en la guerra. En estas décadas del siglo XIX, los caudillos son extraordinariamente importantes”.


Entre 1820 y 1852 la situación política era muy inestable, donde se suceden numerosísimos conflictos armados. En ellos, esos caudillos son figuras fundamentales. Sacheri sostiene que “los primeros historiadores que se ocuparon de los caudillos, más avanzado el siglo XIX, tuvieron de ellos una visión muy negativa”.

Eduardo Sacheri trabaja en la continuidad de “Los días de la violencia”.


“Los conflictos armados, aunque no desaparecían, se volvían más excepcionales. Al echar la vista atrás veían caos, destrucción y desorden. Y entendían que los caudillos tenían arte y parte fundamental en ese desorden. Los veían como un obstáculo a la organización nacional, y deploraban su existencia por ese motivo. Aunque esa mirada tan crítica se fue suavizando un poco con los años, fue en el siglo XX, sobre todo a partir de 1930, cuando los revisionistas propusieron un cambio profundo al respecto. Como esos revisionistas eran muy críticos de la Argentina que empezó a consolidarse desde, pongamos, 1860, y sobre todo desde 1880, propusieron una mirada inversa: los caudillos habían sido líderes populares, heroicos y valiosos. Y habían hecho todo lo posible por evitar esa Argentina que los revisionistas veían con ojos tan críticos. En la década de 1960 esa mirada revisionista llegó a considerar a algunos caudillos, como el Chacho Peñaloza o Felipe Varela, como representantes casi de una lucha de clases entre un pueblo oprimido y una clase terrateniente que lo explotaba”, escribió Sacheri en su libro último.

Poderes extraordinarios en la historia argentina

“El orden rosista rechaza los valores liberales que entre 1810 y 1830 habían ido arraigando en la cultura política. La división de poderes, el retroceso del poder eclesiástico, la competencia electoral, el derecho de las minorías a expresarse y a criticar al gobierno son vistos por el rosismo como elementos disolventes. Con el Restaurador ninguna de esas novedades es necesaria. Al contrario: son nocivas.

Quienes han defendido la introducción de esas novedades son enemigos del orden, enemigos de la paz. Y deben ser extirpados de la sociedad. No son meros “opositores”. Son enemigos de todo lo bueno. Son la suma del mal. Rosas hará confluir en el concepto de “unitario” todos los vicios, todos los defectos, todos los peligros”, argumenta Sacheri en su libro.

«Los días de la Revolución», (Alfaguara) primera entrega editada en 2022.


Y agrega: “Si el líder sabe a la perfección lo que es bueno para la sociedad, quienes se oponen al líder están, en realidad, oponiéndose a la sociedad toda. Y por eso no merecen ser parte del cuerpo social. Hay que extirparlos, con el exilio, la cárcel o el degüello. Todo aquel que ose oponerse al Restaurador es, sin más, un unitario. Y en tanto unitario, es un salvaje, un inmundo y un impío. Con esto de la impiedad regresa, potenciado, ese eslogan de “Religión o muerte” que había levantado Quiroga una década antes”.

Por ello es que exige y se le dan las facultades extraordinarias. Todo suena tan actual, le decimos al autor. Y el autor, una vez más, nos repite que “la historia no se repite, pero sí los seres humanos. Nuestro arsenal de posibilidades es bastante limitado”.


Cómo salimos del laberinto es la angustia permanente, le decimos. “Apenas derrotado Rosas la Convención Constituyente declara que está prohibido otorgar facultades extraordinarias a los presidentes y a los gobernadores”, contesta el entrevistado.

“Esto de que la Historia se repite da una cosa de fatalidad. Y no, no es así. La Historia es como la vida misma, va cambiando”.

Eduardo Sacheri.


“La tentación ante la angustiante necesidad de salir del laberinto es sentir que nuestro líder es el único que sabe salir de él y como él es el único que sabe hacerlo merece que agachemos la cabeza y obedezcamos ciegamente. Esto no solo le pasa a la Argentina”, sostiene Sacheri.


De nuevo el presente. “No nos vayamos de la Historia”, demanda. “Esto de que la Historia se repite da una cosa de fatalidad. Y no, no es así. La Historia es como la vida misma, va cambiando. Los seres humanos tendemos a repetirnos en nuestros fracasos, incapacidades y tentaciones”, añade.


Y por último: “La Historia la hacen los líderes y también cada uno de nosotros, que estamos involucrados en una trama de economía, identidad, cultura, género, política, demográfica, imaginarios y expectativas. Por eso si algo sale mal es responsabilidad nuestra también, de unos más que de otros”.


Por ello, en su libro Sacheri le dice a sus lectores que no se van a encontrar un relato cargado de épica que ensalce personajes del pasado o justifique proyectos políticos del presente”. Tampoco encontrarán “una invitación para agrupar a los actores históricos en buenos y malos, leales y traidores, patriotas y vendidos. Me parece más útil partir de otro principio: que cada sociedad, cada tiempo, merecen ser comprendidos antes que juzgados”.


Quién es Eduardo Sacheri

Eduardo Sacheri nació en Buenos Aires en 1967. Es profesor y licenciado en Historia. Ejerció la docencia universitaria durante casi veinte años y en la actualidad sigue dando clases en el nivel secundario de la provincia de Buenos Aires. Autor de cuentos y novelas. Aráoz y la verdad fue adaptada al teatro y La pregunta de sus ojos, Papeles en el viento y La noche de la Usina fueron llevadas al cine. Su obra ha sido traducida a más de veinte idiomas. Es también guionista y colabora en diarios y revistas nacionales e internacionales.


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