El artista argentino que brilla en Europa dedicó una obra al volcán Lanín

Helmut Ditsch superó dos veces el récord argentino para la venta de una obra de arte. Una pintura inspirada en el océano Atlántico fue vendida en 875 mil dólares, superando a "Desocupados, de Antonio Berni.

Helmut Ditsch, el pintor argentino que brilla en Europa y que superó dos veces el récord argentino para la venta de una obra de arte, representó el volcán Lanín en un óleo sobre lienzo de 150 por 225 centímetros.

El artista describe su estilo como realismo vivencial: aquello que pinta, antes debe experimentarlo y asimilarlo. No alcanza con la observación sino de apropiarse del fenómeno. «Nunca fui un mero artista que observa la naturaleza. Necesito apropiarme de lo que quiero contar«, confiesa el artista argentino radicado en Vaduz y agregó: «Se trata de apropiarme de la experiencia de estar ahí, de subir una montaña. Tomar conciencia de que soy parte de esa montaña para después plasmarla en forma tridimensional«.

En el caso del Lanín, cuenta, sintió la necesidad de tocar el hielo y olerlo, como así también las rocas. Activó todos sus sentidos para captar el aura de la montaña. «Cada montaña es una entidad y tiene sus características, su energía. El Lanín es completamente singular. Ninguna montaña se repite. Ahí está el gran desafío de pintar algo que jamás se repite: son simples ritmos que podemos reconocer. Lo plasmé con la intención de que se vea al Lanín como una entidad que sigue viva», recalca.

Ditsch visitó el Lanín en 1987, 1994 y la última ocasión fue en 2013. Empezó a pintarlo hace años, por etapas y el trabajo se extendió hasta hace unos meses. La obra ya llegó a su fin. La técnica que suele usar es óleo con témpera al huevo.

La técnica que suele usar es óleo con témpera al huevo. El formato es de 150 metros por 250 centímetros. Foto: gentileza

No oculta su fascinación por el glaciar del Lanín. «Los glaciares simbolizan esa parte espiritual de la naturaleza. Pareciera un lugar que está más allá del alcance humano. Cuando uno sube una montaña, entra en un estado místico. Es una experiencia profundamente espiritual y cuando uno llega a la cumbre, tiene la enorme necesidad de dar gracias por haber nacido y ser testigo de tan majestuosa belleza», dice.

A través de sus obras, Ditsch intenta compartir su vivencia con el espectador aunque, aclara que su objetivo «no es complacerlo».

Helmut Ditsch se fue a Europa para aprender óleo y témpera al huevo:


Si bien hoy se define como «artista», asegura que necesitó años para darse cuenta que había nacido con ese don. «Nací con esa suerte de ser un artista en varias de las disciplinas que ejerzo: la más conocida es la pintura, pero también hago música, hice cortos. Vivía en un mundo que, con el tiempo, me di cuenta era espiritual, místico. Veía la vida desde desde un lugar que los otros chicos no veían. Me fuí dando cuenta con el tiempo», cuenta.

Reconoce que no tuvo maestros que le hayan enseñado a tocar el piano o a pintar, aunque tiempo después, fue «académico». Siempre soñó con aprender la técnica medieval de pintura que empleaban Leonardo da Vinci y Vermeer, la técnica del temple, aunque para aprenderla realmente, requería verla en la práctica. Vermeer, puntualiza, lograba «crear el fenómeno ilusionista de la luz a la perfección y la tridimensionalidad en una época en donde ningún otro artista lo alcanzaba«.

«Esa es la técnica del temple: óleo y témpera al huevo. Todo eso va en capas. Esa técnica no se enseñaba en ninguna universidad del mundo. Me enteré que había una clase maestra en la Academia de Arte de Viena y me fui en busca de ese conocimiento», expresa.

Lo que no imaginó es que no volvería a Argentina. «Gracias a esos conocimientos que pude sumar a los que ya tenía, pude perfeccionar mi técnica como pintor. Pero también como artista, porque hay una relación entre las frecuencias cromáticas del pigmento con las frecuencias de los tonos musicales», manifiesta. Ese descubrimiento, asegura, se dio con el paso del tiempo. «Podía sentarme en el piano y tocar una melodía en seguida, sin ensayar, improvisar. En la partitura, veía la pintura que estaba haciendo. Para mí el piano son tonos azules. Nunca me llamó el violín, por ejemplo, que mí, son tonos amarillos, muy claros. Mi alma vibra más profunda«, describe.

Los temas son siempre la naturaleza extrema (por extrema me refiero a su forma virgen, inmaculada): océanos, montañas, glaciares, desiertos. Entre esos tópicos, cuento la historia de nuestro planeta también».

Helmut Ditsch, artista.

El montañismo, clave en la obra de Helmut Ditsch:


Este artista se crió en Villa Ballester, una localidad bonaerense fundada por inmigrantes alemanes. Sus cuatro abuelos, descendientes de austríacos y alemanes, se habían radicado allí.

Con 25 años partió a Europa. Vivió en un primer momento en Viena, Irlanda y actualmente, reside en Vaduz, la capital del Principado de Liechtenstein en medio de los Alpes.

Distch insiste en que se dedica al arte aunque eso, aclara, no es simplemente pintar sino también hacer música, escribir y hacer poemas porque «todo está relacionado». La pintura, define, es compleja y no se reduce a lo que el espectador pueda imaginar. «Podría decir que soy un artista renacentista. Leonardo también era pintor, músico, escritor, científico e inventor«, acota.

La técnica que suele usar es óleo con témpera al huevo. El formato es de 150 metros por 250 centímetros. Foto: gentileza

Sus primeras pinturas abordaban el mar, pero el montañismo marcó un antes y un después en su carrera de pintor. Su experiencia de ascender el cerro Aconcagua lo marcó pero, admite, que necesitó unos 10 años para decantar. «Fue mi primera experiencia en la montaña y esa montaña me dio la oportunidad de subirla en el primer intento. No somos nosotros quienes conquistamos una montaña; son ellas las que nos dejan subir cuando están en paz. La lectura de la naturaleza es un tema fascinante para entender qué nos cuenta», menciona.

Asegura que solo pinta paisajes argentinos aunque viva en Europa donde le hacen pedidos. «Muchas veces, me piden montañas locales pero no me interesan porque no las subí, ni tengo relación con ellas. No tengo relación con los Alpes aunque mis abuelos son de allí. Los Andes me marcaron muchísimo más, siento que todas mis células están impregnadas por la experiencia que tuve en Los Andes y en Patagonia. Es un lugar tan mágico, tan único en el mundo, el lugar menos poblado del planeta», subraya. Dijo que «las únicas montañas extranjeras que pintó de Los Alpes fueron encargos gubernamentales«.

Destaca que «Patagonia nos muestra la historia de 150 millones de años. Nos da la posibilidad de tomar conciencia de lo valioso y de lo frágil que es nuestro planeta. Por eso cuando decidí pintar el Lanín. La vida se originó en los océanos, en los mares, pero nos olvidamos que sin los volcanes no hubiese sido posible la evolución de la vida sobre la faz de la tierra«.

Puso en duda que la actividad del Lanín «esté extinguida. ¿Quién nos dice que el Lanín no vuelva a tener una actividad tectónica? Quise hacerle un homenaje a este gigante durmiente. Lo pinté con una fumarola que imaginé cuando estuve delante de él. Había una pequeña nube lenticular que se estaba formando, pero la imaginé como una fumarola que comenzaba a dar sus primeras señales de despertar. Que seguía vivo».

Helmut Ditsch, récord argentino en venta de arte:


Ditsch superó dos veces el récord argentino para la venta de una obra de arte: la primera fue en 2010 con la obra inspirada en el océano Atlántico (El Mar II), cuya operación alcanzó los 875 mil dólares (superando la marca que tenía Antonio Berni con “Desocupados). Seis años más tarde, alcanzó este logro con Cosmigonón que recrea al glaciar Perito Moreno, adquirida por otra empresa europea en 1,5 millón de dólares.

Su objetivo, dice, nunca fue pintar para ganar dinero. Asegura que todo lo contrario; que necesitaba pintar y hacer música. «Pero la pintura era lo único que me daba de comer. Estaba satisfecho con eso. Jamás imaginé que podía batir un récord porque no fue mi intención, ni pienso en eso. Nunca busqué el éxito material, sino un reconocimiento«, insiste.

Ditsch expresa que pintó en primera instancia para sí mismo aunque «me puso contento cuando me dí cuenta que hacía feliz también a la gente que miraba mis cuadros. Esa es la mayor recompensa: la devolución que tengo del público. Esa es mucho más valiosa que el valor nominal que una obra haya podido alcanzar».

En relación a los récords alcanzados, relató que sus obras fueron adquiridas por coleccionistas, sin intermediarios. No hubo una galería que haya vendido o una casa de subasta.

Pintó el volcán con una fumarola. Foto: gentileza

Vivir del arte en Argentina:


Este artista asume que vivir de la pintura es difícil en todo el mundo. No solo en Argentina. «Hay tantos pintores que el mercado se hace cada vez más difícil ante tanta producción de arte. La demanda existe siempre, pero al haber tanta obra, se pagan precios muy bajos».

En relación a Argentina, considera que el principal problema es su aislamiento. «Es difícil sobrevivir con la pintura y lo paradójico es que Argentina produce una cantidad de artistas enormes, tanto pintores como músicos, escritores, que luego deben hacer alas e ir por el mundo», plantea. Y advierte: «Lo importante es no olvidarse nunca de que somos argentinos«.

Helmut Ditsch y su proceso creativo:


Más allá de la necesidad de apropiarse del objeto a representar, el trabajo artístico tiene una rutina para Ditsch: mantiene un horario y permanece atento «a la musa inspiradora». «Hay veces que estoy obligado a pintar cuando no estoy inspirado, pero no puedo parar. Por eso, es tan necesario entrar en trance y subordinar la necesidad física de salir, de irme a otro lado. Mi cuerpo a veces se revela y no soporta más el encierro», dice y menciona: «Por eso digo que es necesario tener una conducta y una fortaleza no solamente física sino psíquica de poder mantener un proceso creativo durante tantos meses encerrado y subordinar el biorritmo al objetivo«.

Este artista reconoce que le fascina improvisar, aunque «en el proceso lo que surge es la búsqueda. Es fascinante ver cómo, a través de la improvisación, podemos entender nuestro instinto. Estamos buscando algo que no sabemos. La improvisación es no saber y darle vía libre a nuestro instinto».


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