Diez años sin Gabriel García Márquez

Hoy se cumplen diez años de su ausencia, pero su herencia en la literatura y en el periodismo sigue vigente, custodiada por los lectores, por los periodistas, y por la Fundación que lleva su nombre.

Era jueves, de Semana Sant;, era 2014. A los 87 años, en su casa de México, el mismo día que su célebre personaje Úrsula Iguarán, uno de los personajes clave de «Cien años de Soledad», moría Gabriel García Márquez, «Gabo» como todo el mundo el conoce, el escritor que cambió la lengua española con su sabiduría e imaginación.

Hoy se cumplen diez años de su ausencia, pero su herencia en la literatura y en el periodismo sigue vigente, custodiada por los lectores, por los periodistas, y por la Fundación que lleva su nombre, que preside Jaime Abello Banfi. «El legado de Gabo se hace presente de muchas maneras en la vida cotidiana de los colombianos. Es parte de nuestra cultura popular, está en los billetes que utilizamos (de 50.000 pesos), nos sentimos identificados con el nombre Macondo y todos, en un momento dado, tarde o temprano, vamos a usar el adjetivo macondiano«, señala.

Hace pocos días llegó a las librerías, con cierta polémica alrededor, su novela póstuma, «En agosto nos vemos», una obra que el propio García Márquez consideraba inacabada, y siempre se anuncia la adaptación de Netflix de su obra cumbre, «Cien años de soledad»

Nacido el 6 de marzo de 1927 en el pueblo de Aracataca, en la zona Caribe de Colombia, García Márquez dejó una extensa lista de cuentos y novelas, de la cual «Cien años de soledad» (1967) es considerada como su obra cumbre. Ambientada en el mítico Macondo, «Cien años de soledad» fue escrita en extenuantes jornadas en Ciudad de México, donde la familia acumulaba deudas, y para enviar enviar el original mecanografiado a Argentina tuvo que empeñar hasta la estufa. Pero la recompensa le llegó en 1972, cuando por ella obtuvo el premio latinoamericano de novela Rómulo Gallegos.


En 1982 recibió el premio Nobel de literatura, y es recordado por haber acudido a la ceremonia en Estocolmo vestido de liqui-liqui, el tradicional atuendo caribeño. Entonces, en un discurso de intenso contenido político, definió sus narraciones como «una realidad que no es la del papel, sino que vive con nosotros y determina cada instante de nuestras incontables muertes cotidianas, y que sustenta un manantial de creación insaciable, pleno de desdicha y de belleza, del cual este colombiano errante y nostálgico no es más que una cifra más señalada por la suerte».

Informal, amistoso y bromista, se crió con sus abuelos maternos Nicolás Márquez, un veterano de la Guerra de los Mil Días, y Tranquilina Iguarán, que lo llenó de fantásticos relatos.


Aunque su vida estuvo marcada por la literatura y el periodismo -entre sus frases más celebres figuran «escribo para que me quieran mis amigos» y «el periodismo es el mejor oficio del mundo»-, García Márquez estuvo siempre cerca de la política. Amigo de Fidel Castro, de Omar Torrijos y de Bill Clinton, defendió la revolución cubana y la sandinista, abogó por los exiliados de las dictaduras del Cono Sur, y fue miembro del Tribunal Bertrand Russell contra crímenes de guerra.

García Márquez estuvo en Cuba como periodista por primera vez en enero de 1959 en los albores de la revolución, y fue corresponsal de la agencia cubana Prensa Latina en Bogotá en ese año y en Nueva York en 1960. Su amistad con Castro comenzó a mediados de los años 1970 y le valió las críticas de numerosos intelectuales. Pero el colombiano nunca ha ocultado su admiración por el líder cubano, a quien visitó hasta 2008 en la isla. «Nuestra amistad fue fruto de una relación cultivada durante muchos años en que el número de conversaciones, siempre para mí amenas, sumaron centenares», comentó Castro en aquella ocasión.

García Márquez salió de Colombia en 1954, cuando su crónica en el diario El Espectador sobre un naufragio, publicada años más tarde como «Relato de un náufrago», molestó al régimen del general Gustavo Rojas Pinilla y los directivos del periódico decidieron enviarlo a Europa. Viajó entonces a Ginebra, Roma y París, donde en un apartamento del Barrio Latino concibió y terminó «El coronel no tiene quién le escriba».

En 1961, junto a su esposa Mercedes Barcha, llegó a Ciudad de México, donde residió la mayor parte de su vida. Allí trabó amistad con el escritor mexicano Carlos Fuentes, su compañero en la escritura varios guiones para cine que no tuvieron éxito.

Después de la publicación de «Cien años de soledad» se trasladó a Barcelona (España), donde conoció al peruano, también Nobel de literatura, Mario Vargas Llosa. Ambos tuvieron una importante amistad rota abruptamente en 1976, con un puñetazo que marcó su distancia no solo en lo personal sino también en las posiciones políticas.


Sobre los motivos de ese incidente se especuló a lo largo de casi 40 años. Pero sin que ninguno de los dos lo aclarase nunca. «Vamos a dejar sin responder esa pregunta. Es un acuerdo que tenemos García Márquez y yo. Vamos a dejar a nuestros biógrafos, si los merecemos, que investiguen la cuestión», dijo en 2012 el Nobel peruano.


Su última novela publicada fue «Memoria de mis putas tristes», en 2004. En los años recientes, García Márquez estuvo alejado de la vida pública desde que fue diagnosticado de un linfoma en 1999. Su última aparición pública fue en marzo de 2014, cuando festegó con la prensa su iniversario 87 en la puerta de su casa en México, donde recibió flores y pasteles y cantó junto a los reporteros.


Maestro de periodistas


García Márquez marcó pauta en el periodismo con su peculiar forma de contar el mundo y su empeño en formar jóvenes cronistas. «La gran enseñanza de ‘Gabo’ fue enseñarnos a mirar de lado. Mirar al detalle cuando no hay nada (noticioso), eso me lo enseñó él», dijo el periodista estadounidense Jon Lee Anderson, que forma parte del plantel de maestros de la Fundación Gabo.

Gabo comenzó a ejercer el periodismo en Colombia en los años 1950, primero en las caribeñas Barranquilla y Cartagena, y a partir de 1954 en el diario El Espectador de Bogotá. «En El Espectador es donde realmente el ‘Gabo’ periodista se vuelve el ‘Gabo’ reportero. Fue su primera gran experiencia como reportero, enviado especial, de persona que ya no sólo es un aprendiz de escritor que lo hace magníficamente», cuenta Abello.

En su paso por «El Espectador» el escritor viajó dentro y fuera de Colombia y «desarrolló sus instrumentos de reportero, para ir a buscar ese cuento que es noticia y echárselo a los lectores», agregó Abello, director y creador con García Márquez de la Fundación para el Nuevo Periodismo Iberoamericano.

El director de «El espectador» en aquel momento, Fidel Cano, recordó el más célebre escrito de García Márquez: «El relato de un náufrago», un trabajo publicado en 1955 en varias entregas que luego se convirtió en libro y en el que se narraba la historia de un marinero colombiano que sobrevivió al hundimiento del barco Caldas.

«Cuando llega a El Espectador ya era un relato frío, un pez muerto, porque (el marinero) ya había hablado en todas partes. Pero ‘Gabo’ lo recibe y sentándose con él empieza a mirar a otro lado y descubre el gran escándalo que había detrás del naufragio con el contrabando», dijo Cano. «La excelencia literaria de ese relato es innegable, pero realmente lo que que le da el empuje a esa crónica es que empiezan a revelarse cosas», aseguró

Si hay una palabra para describir la carrera periodística del Nobel es versatilidad, pues fue reportero, jefe de redacción, director, conductor de televisión, columnista y empresario.

En una etapa posterior a la de El Espectador, García Márquez viajó a Caracas donde fue jefe de redacción de la revista Venezuela Gráfica y donde trabajó también para las publicaciones Élite y Momento.

Luego, y tras el triunfo de la revolución cubana, siguió su carrera en la agencia Prensa Latina y de allí saltó a México donde trabajó en un par de revistas hasta que tuvo la visión definitiva de su obra literaria cumbre: «Cien años de Soledad», que le llevó meses de escritura diaria e incesante.

Antes de ganar el Nobel, en 1982, el colombiano volvió al periodismo con un proyecto militante de izquierda: la revista Alternativa, en los años 1970. Y ya después de recibir el máximo galardón de las letras, a fines de los 1990, probó como empresario y director en la revista Cambio Colombia y -entre 1992 y 1997- como conductor del noticiero televisivo QAP.


Escuela de cronistas


En 1994, García Márquez creó la Fundación para el Nuevo Periodismo Iberoamericano (FNPI) para promover la libertad de prensa y la formación de jóvenes cronistas y reporteros.

«Había tres o cuatro cosas que le preocupaban: una era el periodismo en sí mismo; dos, hacer algo por Colombia; tercero, tener un pretexto para volver a Cartagena; y cuarto, ensayar sus ideas sobre educación. De eso nace la Fundación», aseguró Abello.

Anderson consideró que ésta es parte «fundamental» del legado periodístico de García Márquez. «Él crea una escuela que todavía existe y que ha tenido una influencia importante en todo el continente. Ahora se habla del ‘boom’ de la crónica en América Latina (…) un tipo de periodismo que preconizó ‘Gabo’, que lo empujó, lo apadrinó», insistió.

García Márquez definió al periodismo como «el mejor oficio del mundo» y su vocación ha marcado al periodismo colombiano y latinoamericano.

Agencias.


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