Canciones que vuelan alto: Valery Saavedra editó su primer disco propio
La música radicada en Roca acaba de editar Golondrina Extranjera, el primer disco que lleva su propio nombre. Grabado en septiembre de 2023, junto al productor Matías Medus, durante siete días, a razón de una canción por día.
Por Mauro Moschini
Hay que hablar primero de su voz. Es difícil describirla porque no se parece a ninguna, ni se limita a cumplir con los requisitos de un solo género. Así como se desenvuelve eficazmente – pero sin perder la gracia – en distintas variantes del folklore latinoamericano, también puede cantar un tema de rock o RnB.
Otra clave del magnetismo que ejerce Valery Saavedra cuando se sube a un escenario para cantar sus composiciones está en ese par de ojos grandes, de un color indefinible, con una mirada fuerte, decidida, aunque muestre también algo de melancolía.
La cantautora, de 28 años, lanzó el mes pasado Golondrina Extranjera, su primer disco solista, integrado por siete canciones de su autoría. El pájaro del título no es solamente la evocación de un símbolo convencional, sino una alusión a los trabajadores golondrina del Alto Valle de Río Negro, con los que compartió durante una parte de su infancia la vida rural de esta zona.
Saavedra nació y pasó los primeros ocho años de su vida en una región muy diferente, aunque no muy lejana: la comuna de Cunco (“significa agua clara en mapudungun”, cuenta la cantautora), que queda a aproximadamente 500 kilómetros de General Roca, la ciudad en la que reside actualmente.
“Cunco está a 70 km al sur de Temuco – sigue contando Valery –, es un paisaje de montañas, bosques, mucha lluvia en invierno… muy en contraste con esta zona ¿no? Mi primera sensación al llegar acá fue ‘¿dónde están las montañas?’. Allá el sol se esconde cuando pasa la montaña, temprano. No tenés este cielazo que hay acá”.
El cambio de lugar fue difícil, como siempre son las mudanzas, pero en este caso mucho más, porque no fue una elección: “Mi viejo salió y al otro día vino la policía a mi casa. Sin orden de allanamiento, le preguntaron a mi vieja dónde estaba y él se había ido la noche anterior, porque un cura amigo de mi abuelo le había avisado que lo estaban buscando. Mi viejo ya venía sufriendo persecución. Fue muy abrupto, fue un quiebre en mi vida. Y todo esto fue – continúa contando Valery – por la defensa del bosque nativo. Porque mi viejo lo que planteaba, a través de una cooperativa de trabajo que había fundado con otros trabajadores, era hacer una hacer una extracción de la madera de forma amigable con el medio ambiente y reforestar el bosque nativo. Porque lo que hacían las empresas en esa época era arrasar con el bosque nativo, le pagaban dos mangos a los campesinos y lo exportaban por millones de dólares”.
“Golondrina extranjera” fue mi primera canción. La compuse con una guitarra que me regaló mi viejo para mis quince. La primera versión era muy distinta”.
Valery Saavedra
Luego de seis meses de separación, la familia volvió a reunirse en el Alto Valle de Río Negro: “Fue fuerte, pero a mi historia no la veo como algo feo. Lo comparto desde un lugar de reivindicación y no de tristeza. Hace a la identidad de este disco, que habla de una golondrina extranjera: alguien que se va. Y mi viejo llega acá al valle a ser trabajador rural. Ahí tomamos contacto directo también con esa realidad de acá, de la Ruta 22 hacia el sur. Vivimos lo que es trabajar la tierra, ver cuando para la cosecha llegan los tucumanos, los trabajadores golondrina… Fuimos pasando de chacra en chacra también. Fueron diez años de mudarnos una o dos veces por año”.
La música estuvo siempre, pero en aquellos primeros años que pasó en el Alto Valle, Valery cuenta que se volvió un refugio. “Volvía de la Escuela Rural 4 Galpones y me acuerdo de dejar la mochila en casa y tomarme la leche rápido porque mi plan era ir a la chacra a cantarle a los árboles. Con mi hermana nos subíamos al techo de la casa, con un desodorante que hacía de micrófono y le cantábamos a las plantas de manzana. Ese era el público”.
P: ¿Cuándo la música empezó a ser algo más serio?
R: Yo tenía 13 años y mi viejo le regaló una guitarra a mi hermano. Pero él nunca la usó. Entonces yo me dije: “la guitarra me puede acompañar”. En esa época estábamos viviendo en Allen, en el pueblo. Mi vieja me buscó clases para tomar ahí. Finalmente pude acceder a estudiar la guitarra, porque cuando vivíamos en las chacras me quedaba muy lejos. Así que cuando tenía 14 pude empezar a estudiar con el profesor de folklore Jorge Zúñiga, que tenía un espacio al que le decíamos El Galpón. Él es una persona que además hizo un trabajo social muy poco reconocido en Allen. El nos daba un refugio, ahí tomábamos mates, charlábamos. Iban muchos chicos que tenían problemas en el colegio o que tenían mil carencias en su casa y ahí encontraban un lugar de pertenencia. A la que hasta el día de hoy es mi mejor amiga, la conocí en ese entonces. Ella fue la primera persona por fuera de mi familia que me escuchó cantar y me propuso hacer una lista de canciones para tocar. Hacíamos zambas, chacareras, Víctor Jara, y también canciones de Foo Fighters o cosas así. En mi casa se escuchaba Violeta Parra en el mismo orden de preferencia que se escuchaba Nirvana.
P: Eso se nota en el disco. Es folklórico, pero sin los clichés del folklore. ¿Será por qué en la tradición chilena el folklore no está tan asociado al nacionalismo como en Argentina?
R: Lo que pasó en Chile fue una dictadura brutal, que cortó manos, pies, lenguas, en el sentido cultural. En el primer movimiento musical grande que hubo, en el que entra Violeta Parra, Víctor Jara. Y después, durante la dictadura, grupos como Los Jaivas, Inti Illimani, Sol y Lluvia, Illapu se tuvieron que ir. Eso hizo que la música chilena cobrará mucho valor afuera.
En el folklore en Argentina hay dos corrientes para mí: un folklore de entretenimiento, que suena a algo romántico, tipo Los Nocheros o Soledad. Después tenés otro folklore, donde encontrás a Juan Falú, a Atahualpa. Para mí la historia del artista define qué arte va a hacer.
Hacíamos zambas, chacareras, Víctor Jara, y también canciones de Foo Fighters o cosas así. En mi casa se escuchaba Violeta Parra en el mismo orden de preferencia que se escuchaba Nirvana.
Valery Saavedra
P: Este disco cuenta con la producción de Mati Medus y participa en percusión Emiliano González, de Songolongo, una de las bandas con más trayectoria de la región. Durante un tiempo fuiste una de sus integrantes ¿Cómo fue esa experiencia?
R: Entré a la banda cuando ellos ya tenían diez años. Se fue la cantante y me convocaron los chicos, que me habían escuchado cantar acá en el Teatro de La Estación. Para mí fue un antes y un después. Fue entrar a un grupo que era como una familia: teníamos reuniones semanales, ensayábamos muchísimo. Hicimos unas giras por Valle Medio y el ambiente humano era muy cálido. Todos compartíamos los mismos valores y eso hacía que fuera muy orgánico. Se transmitía eso cuando tocábamos. Además fue una banda que acompañó muchas luchas, sobre todo la de Daniel Solano. Y eso conectó con mi historia personal. Además aporté una canción, “Florecer”, que la grabamos en vivo en las sesiones de Capital acústica.
La visión de Mati [Medus] y de Emi [Emiliano González] siempre fue llevar a la banda bien lejos. Pero en 2019 Mati se fue y en pandemia yo dejé la banda. Era muy difícil juntarnos a ensayar y yo me estaba sintiendo estancada musical y creativamente. No agarré la guitarra durante mucho tiempo. Tenía un cansancio propio de ser un artista independiente en un pueblo del interior de la provincia.
P: Llegaste a un techo muy rápido
R: Está todo muy centralizado, “Dios está en todos lados, pero atiende en Buenos Aires”. Y también, hoy en día tenés que hacer cierto estilo de música si querés sonar en una radio, o en un bar o un café. Yo vi compañeras que estudiaban canto conmigo y hoy tienen bandas de cumbia o de trap, que es la música que hoy vende tickets. Un cantautor probablemente venda la mitad. Eso siempre fue así, creo. No sé si alguna vez fue distinto. Eventualmente no descarto la posibilidad de irme a Buenos Aires, pero para mi es imperioso el recorrido donde se forjan las herramientas para emprender vuelo.
P: ¿Cómo fue el proceso de grabación del disco?
R: Mati me dijo que le mandara todo lo que tenía. Le mandé un total de 14 canciones. Quedaron siete, pero había una canción que tenía un estilo musical que no combinaba bien con el resto, así que compuse “Viene de viento”, que me la dediqué a mí misma cuando era niña. Me pareció bonito hacerle un homenaje a esa niña que fue la que sembró los sueños, porque este disco es un sueño cumplido.
“Golondrina extranjera” fue mi primera canción. La compuse con una guitarra que me regaló mi viejo para mis quince. La primera versión era muy distinta. Se llamaba “Tranqueras” y fue inspirada por ese recorrido por las chacras, ser hija de un obrero rural y todas las realidades que hay adentro de eso. Mati vino en septiembre de 2023 para hacer el disco. Trabajamos siete días, un día por canción. A esta la dejamos para lo último porque sabíamos que había que hacerle algo, no iba así como estaba. Mati me dijo que había que volver a armarla. Se fue y me quedé con la guitarra y un vino. Ahí salió primero la idea de hacer la copla con la que empieza. Después le dije al Mati “esta canción debe tener poesía, debe tener un relato adentro, algo que la nutra aún más. Y tiene que ser la canción que cierre todo el disco”. Le hablé a mi hermana Catalina y ella hizo una loa, que la grabó Dante López Dorigoni de la radio Antena Libre. Fue como si hubiese sido escrita para él, porque tiene una historia política, conoce la historia del pueblo chileno.
“En tu silencio” se la compuse a mi abuelo materno. Siempre que iba a Chile con él íbamos a buscar arbolitos y los plantaba en su jardín. La letra dice “y en la colina tus pasos sigo”, porque mi recuerdo es que él iba caminando adelante y yo atrás siguiendo sus pasos. Estábamos de la mañana a la noche. Llevábamos comida y comíamos frutos silvestres. Hoy que estamos tan saturados de información estamos perdiendo ese respeto a la naturaleza.
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