55 años de «Abbey Road»: la historia del disco definitivo de Los Beatles

El 26 de septiembre de 1969, la banda editó su último trabajo discográfico. Grabado durante el verano inglés de aquel año, nadie esperaba nada nuevo de un grupo que parecía ya no tolerarse por ningún motivo . Sin embargo, sucedió.

Demasiadas preguntas sobre por qué Abbey Road. Y muchas respuestas posibles, todas ellas acertadas en un punto. Aunque supongan lo contrario. Abbey Road fue posible en el momento en que sucedió, hace 55 años atrás, porque simplemente se trató de Los Beatles. Que resultó ser uno de sus mejores discos, si no el mejor, pudo ser porque sabían que sería el último es tan cierto como que no sabían que lo sería, tal como el propio George Harrison dijo muchos años después.


Hacía menos de seis meses que habían fracasado en el intento de hacer un disco cuando comenzaron a trabajar en un disco. ¿Acaso no se suponía que todo aquello de “Get Back” había un desastre? ¿Acaso no se suponía que hacer un disco seis meses después de aquello era la peor idea posible? ¿Por qué habría de funcionar algo que pareció no volvería a funcionar jamás: ¿Los Beatles haciendo un nuevo disco? Porque, ya lo dijimos, se trataba de Los Beatles, para mal (Get Back) y para bien (Abbey Road).


El 2 de enero de 1969, con la idea de volver al viejo espíritu beatle del vivo, el siempre entusiasta Paul McCartney reunió a Los Beatles en los incómodos estudios cinematográficos de Twickenham, de Londres, para comenzar a trabajar en la música y, a la vez ser filmados en el proceso de composición, para un futuro documental. Si bien se grabaron las canciones y las imágenes, todo fue un completo desastre para la banda. Al punto de provocar la salida de George Harrison, y su posterior regreso vale decir.

Esperando cruzar la Abbey Road St. durante la sesión de fotos para la portada del disco. Lennon, Starr, McCartney, Harrison, cada cual en la suya.


El proyecto quedó ahí, a la espera de un mejor momento, que en ese momento parecía ser nunca hasta que, una vez más, un entusiasta Paul McCartney decidió que había que volver a intentarlo y lo primero que hizo, luego de asegurarse de que los otros tres beatles lo acompañarían, fue llamar a un viejo conocido para que, ahora sí, todo fuera realmente como antes: Geoff Emerick, el ingeniero de sonido de los discos de la banda y mano derecha de George Martin.


Sorprendido, Emerick, que había dejado de trabajar con la banda luego del célebre y no menos traumático Disco Blanco y que ni siquiera era parte de EMI dueña de los estudios de la Abbey Road St., le hizo la pregunta obvia: qué opinaban los otros tres beatles, pero, sobre todo, qué opinaba John Lennon.

Paul lo tranquilizó diciéndole que habían solucionado muchos de los problemas y le prometió que esta vez iban a ver buenas vibraciones en el estudio. “Queremos hacer este álbum como grabamos antes los discos, con George produciendo de verdad”, recuerda Emerick que le dijo Paul y que cuenta con detalles en su libro “El sonido de Los Beatles” (Indicios, 2011).


Es cierto que todo fue diferente a lo sucedido durante las sesiones de Get Back/Let It Be, también es cierto que bastaba apenas un poco de entusiasmo y buena voluntad para que todo sea diferente. Y así fue. Pero lejos de la camaradería de los viejos tiempos el ambiente fue bastante apagado, como si nadie quisiera molestar al otro. Nadie quería volver a discutir. En cambio, todos querían hacer algo mejor a lo hecho en enero. El resultado fue mejor a casi todo lo que habían hecho entonces. ¿Por qué? Los Beatles, ¿qué otra cosa, si no?


Un detalle no menor dio lugar a ese clima de paz: la ausencia de John Lennon durante la primera semana de trabajo. Un accidente de tránsito en Escocia, que pudo ser trágico, lo dejó con heridas leves a él y a Yoko.

Encuentro en el estudio. George Martin, Paul McCartney, Ringo, George Harrison y John Lennon.


Paul tenía en mente un disco de canciones en el Lado A y un inédito medley hecho de partes de canciones para (casi) todo el Lado B. George y Ringo no pusieron objeciones. Pero faltaba John. ¿Qué iba a pensar? Pensó lo que todos pensaron que imaginaría: que era una tontería. Pero ese no sería el problema, sino otro: Yoko se instaló en el estudio con una cama y pasó todo el tiempo que estuviera Lennon allí.


Nadie entendió nada cuando en la mañana del 9 de Julio, repartidores de la tienda Harrods bajaron una enorme ama y la armaron en un rincón del salón donde estaba la consola y la mesa de grabación. Por muchísimo menos que eso, todo estallaba por los aires, sin ir muy lejos, un par de meses atrás. Sin embargo, aquella vez, todos aceptaron la situación porque estaban decididos y dispuestas a grabar un gran disco, a pesar de todo.


Antes del regreso de John (y de Yoko), los tres beatles habían avanzado bastante en una canción muy de Paul: «Maxwell’s Silver Hammer”, que tenía la particularidad de un arreglo de percusión que no era otra cosa que un martillo golpeando dos veces sobre un yunque que Macca había hecho traer porque quería ese sonido y no otro. Era una pieza del tipo music hall que a nadie le sorprendió que a Lennon le haya parecido una tontería típica de Paul, “una canción para sus tías”.


Pero la gran novedad en el sonido de Abbey Road fue el enorme sintetizador Moog que George Harrison hizo instalar en el estudio. Se trataba de un aparato lleno de botones y teclados del tamaño de un ropero que nadie, ni siquiera ellos, sabía siquiera para qué era. Pero, en manos de Los Beatles, más precisamente en las de George y John, fue un instrumento más que le dio al disco un sonido diferente a todo lo producido hasta entonces.

«Era enorme, con cientos de conexiones y dos teclados», recordaría Harrison muchos años después, para el booklet de The Beatles Anthology. «Pero tener uno era una cosa y hacerlo funcionar otra. No había ningún manual de instrucciones, y aunque hubiera existido probablemente habría tenido dos mil páginas. Creo que ni siquiera el señor Moog sabía cómo sacar música de la máquina, y que para él era algo más técnico».

El señor Moog era Robert Moog, el inventor del armatoste que llegó al estudio embalado en ocho enormes cajas. El sintetizador en cuestión era realmente una novedad para la música popular y Los Beatles fueron los primeros en ensayar sonidos para incorporarlos a la música.

El Moog aparece por pedido de Lennon en la parte final de «I Want You», un logrado ruido blanco que se funde con la instrumentación del tema. También en «Because», pero ya en modo órgano, por así decirlo. El Moog en su versión Minimoog fue clave en el sonido de la música electrónica de los 70 y en el rock. Sin ir más lejos, Charly García -quién si no- lo usa con intensidad en, por caso, «EitiLeda». Pero volvamos a 1969.

Buena onda. Los cuatro beatles, durante la sesión de fotos para la portada de Abbey Road, en las escalinatas del ingreso a los estudios que EMI tenía justamente en la Abbey Road St.


Lennon “ingresó” al disco dos semanas después de comenzado el trabajo, cuando ya estaba mejor del accidente. Y lo hizo a lo grande, con “Come together”. “Muy bien chicos, estoy listo. Es hora de soltarse el pelo y tocar un poco de rock&roll” Y vaya si lo era. Tanto lo era que el comienzo era calcado a “You Can’t Catch Me”, de Chuck Berry. Paul le sugirió ralentizar la guitarra para disimular un poco.


El otro aporte, acaso el más importante de todos, fue “I Want You (She’s So Heavy)”, la más extensa canción en la discografía beatle, una especie de blues pesado que introdujo ciertos acordes, riffs y arreglos que el heavy metal sigue reproduciendo hasta hoy.


“Come together” abrió Abbey Road. Le siguió acaso la mejor canción de George Harrison y una de las mejores de Los Beatles: “Something”. Luego, “Maxwell’s Silver Hammer (McCartney), “Oh, Darling” (McCartney”, “Octopus’s Garden”, la mejor de todas las de Ringo, y “I Want You (She’s So Heavy), de Lennon. Hasta ahí el magnífico Lado A.


El Lado abre con la optimista “Here comes the sun” de Harrison, acaso la última canción de Los Beatles, porque lo que sigue es el extenso, original y brillante medley hecho de “Because” (Lennon), “You Never Give Me Your Money” (McCartney), “Sun King” (Lennon, Harrison, McCartney), “Mean Mr. Mustard” (Lennon), Polythene Pam” (Lennon), “She came In Through The Bathroom Window (McCartney), “Golden Slumbers” (McCartney), Carry That Weight” (los cuatro Beatles), The End (McCartney) y, veinte segundos después, ”Her Majesty” (McCartney).


Grabado entre el 22 de febrero y el 20 de agosto de 1969, Abbey Road se editó el 26 de agosto, hacen 50 años y un día, Abbey Road, como la saga Star Wars, puede escucharse de dos formas: tal como salió editado, antes de Let it Be; o después, siguiendo la cronología real de los hechos, ya que Let It Be fue hecho antes, pero editado después. Como sea, después de Abbey Road, no hubo más Beatles.

El nombre del disco y su icónica portada fueron la consecuencia de cierta casualidad y de, por qué, las ganas de parte de los cuatro de que todo acabe ya de una vez. El álbum iba a llamarse Everest, como la marca de cigarrillos que fumaba Geoff Emerick. Y la tapa, por supuesto, iban a ser ellos fotografiados en el Everest. Por supuesto que eso no iba a suceder nunca. Ninguno, empezando por Ringo, estaba dispuesto a semejante viaje por un puñado de fotos.


Los primeros días de agosto sorprendió a Los Beatles con un disco sin nombre y sin una idea de tapa. “Bueno, si no vamos a llamarlo Everest ni a sacarnos las fotos en el Tibet, ¿qué vamos a hacer?”, preguntó un desalentado Paul. Y quien otro sino Ringo tuvo la respuesta, que al principio fue un chiste con el que todos rieron.
A la mierda, salgamos a la calle y pongámosle Abbey Road, recuerda Emerick que dijo el baterista.
El resto es historia.


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