50 años del último Sui Generis: la historia de Pequeñas Anécdotas sobre las Instituciones

El 16 de diciembre de 1974, Sui Generis editó su tercer disco, un ambicioso trabajo que combinó el folk rock con sonidos progresivos.

Para 1974, Sui Generis pasó a ser un cuarteto con la incorporación oficial del baterista Juan Rodríguez y el bajista Rinaldo Rafanelli.

¿Quién vendía discos a comienzo de los ‘70? Palito Ortega y Sandro. Ellos, con su particular modo de entender la música popular para cierta juventud, lo hacían. El rock, no. Apenas un puñado de discos, no más. Y a las discográficas no les movía la aguja. Pero eso cambió cuando Sui Generis editó Vida, su primer disco, a fines del ‘72: el disco debut del dúo acústico folk integrado por Charly García y Nito Mestre vendió 80 mil copias. Una barbaridad.


La aparición de Sui Generis no solo revolucionó estética y líricamente al incipiente rock nacional, sino que lo convirtió en un negocio rentable: por fin, una banda de rock argentino que compone y canta en castellano vendía discos en serio. La cuestión sería mejor aún un año después, en 1973, con la edición de “Confesiones de invierno”.


El anuncio de un tercer disco del dúo que en realidad ya no era tal porque se había expandido a cuarteto provocó una prevente de 25 mil unidades. Sin haberlo escuchado, la gente ya había reservado su vinilo por el solo hecho de ser uno nuevo de Sui Generis. Pero algo pasó: el tan esperado trabajo del dúo devenido en cuarteto había vendió más antes de ser conocido que después de ser escuchado.


Publicado el 16 de diciembre de 1974, Pequeñas Anécdotas de las Instituciones fue el mejor de los tres discos de Sui Generis y uno de los tres mejores de su tiempo, junto a Artaud Spinetta/Pescado Rabioso y La Biblia de Vox Dei, pero no fue el que esperaba el público que esperaba ansioso el disco.

Sui Generis: del folk al prog

Consagrado como un dúo folk que alternaba lo acústico con lo eléctrico, Sui Generis había reformulado el modo canción que, a su vez, Luis Alberto Spinetta había reformulado de quien fue el creador originario: Litto Nebbia. Una canción con ciertos elementos del tango. De hecho, eso fue lo que pensó Jorge Álvarez, dueño del sello Mandioca, escuchó el demo del dúo que le había acercado Billy Bond.


“Billy, esto no es rock and roll, dejate de joder”. “Jorge, exactamente por eso, porque esto no es rock and roll. Esto es otra cosa. Van a matar”, insistió Bond. “Me parece un tango”, insistió Álvarez. “Precisamente por eso, es otra cosa, me parece que estos tipos encontraron una fórmula fantástica”, replicó el líder de La Pesada del Rock and Roll.

La portada de Pequeñas Anécdotas sobre las Instituciones, dibujada por el gran Juan Gatti.


Sui Generis era tango, sí, pero era mucho más que eso. Era una combinación, hasta ese momento inédita, de la música popular con la música clásica y sinfónica que formaba parte del acervo musical de García. Influidos por Simon & Garfunkel, Crosby, Stills, Nash & Young, Cat Stevens, James Taylor y Elton John, García y Mestre proponían, con la sensibilidad pop y una lírica inspirada y a la vez cercana, una música hecha a base de piano, guitarra acústica y flauta que funcionó inmediatamente.


¿Qué sucedió entonces entre aquellos dos discos que marcarían para siempre las vidas de miles de jóvenes y ese tercer trabajo? Paso que Sui Generis se trataba de Charly García y Charly García sentía que las cosas tomaban otro rumbo y su música no podía seguir cantándole a la ingenuidad adolescente que se abría al mundo por primera del modo en que lo había hecho hasta entonces porque ese adolescente ya no era tan ingenuo y la vida lo estaba poniendo en otro lugar, menos ingenuo y mucho más violento.
Impulsado por Jorge Álvarez, Charly conoce a David Viñas, un influyente intelectual de izquierda, y comienza a participar de reuniones del Partido Comunista Revolucionario, al que nunca se afilió. Solo participó, durante un tiempo en 1974, de sus reuniones.


El año de Pequeñas Anécdotas de las Instituciones fue, sobre todo, el año de Juan Domingo Perón. El de Perón y las juventudes peronistas de izquierda yéndose de la Plaza de Mayo echadas por el propio Perón el primero de Mayo; el de su muerte, el primero de julio; el de Isabel al gobierno y López Rega al poder; de la violencia generalizada desatada, de derecha a izquierda y viceversa; de Montoneros, el ERP y la y la violencia paraestatal de la Triple A.

Sui Generis del 74. Charly García, Juan Rodríguez, Nito Mestre y Rinaldo Rafanelli.


García tomó registro de todo ello, e influido por el sonido progresivo de King Crimson, Yes, pero sobre todo de Genesis, a partir de su tecladista Tony Banks, se fue a Estados Unidos a buscar los instrumentos adecuados para lograr aquel sonido entre prog y folk rock. Y de allá se volvió con un Fender Rhodes, un Minimoog, un clavinet Hohner y un sintetizador ARP String Ensemble, un sofisticado teclado que reproducía un ensamble de cuerdas polifónico.

Música para tiempos violentos

Mientras el país se desangraba en una espiral de violencia literalmente sin fin, Sui Generis entraba a los estudios Phonalex para comenzar a grabar las nuevas composiciones. Si bien, el dúo siempre había contado con colaboradores para expandir su sonido, ahora, por primera vez, la formación se expandía oficialmente a cuarteto con la incorporación del baterista Juan Rodríguez, quien ya había participado de las grabaciones de Confesiones de Invierno; y el bajista Rinaldo Rafanelli.


Los cuatro le darían a Sui Generis, pero, sobre todo, a Charly García, un sonido expandido y complejo, con capas de teclados y sintes sostenidas por una base sólida, que, todo junto, ofrecerían una sonoridad grave y oscura. Pequeñas Anécdotas de las Instituciones iba a ofrecer una música inesperada para el gran público, una música que combinó aquel folk rock originario con rock progresivo y sinfónico con momentos de jazz y blues.

La foto interna del álbum se tomó en medio de la calle 25 de Mayo, entre Plaza de Mayo y la City porteña, en el amanecer de aquel día. Es por eso que no había nadie aún. Gatti quería lograr una imagen de los edificios típicos de las instituciones, pero que no hubiera nadie alrededor. Los dos estamos con un a cara de dormidos impresionante», recordaría Nito Mestre para el libro A Todo Volumen, de Sebastián Ramos.


La inevitable evolución musical que experimentaba García fue acompañada de una evolución en sus letras, que debían acompañar no solo esa evolución compositiva y complejidad instrumental, sino también trabajar las metáforas para poder decir lo que quería decir sin tener problemas con la censura… en el mejor de los casos.


Charly se enfocó en las instituciones para dar su versión del mundo que lo rodeaba. Y todas ellas las nueve canciones están en la tapa del disco, genialmente resuelta con seis dibujos, tres arriba y tres abajo, del genial artista Juan Gatti.


El disco abre bien denso con “Instituciones” y la voz de Nito Mestre oscilando entre aquel “viejo” Sui Generis y la música ya no tan simple, ya no tan de fogón, llena de teclas eléctricas. El disco se iba a llamar Instituciones, pero, por sugerencia, entre tantas”, de parte de Jorge Álvarez, cambió a Pequeñas Anécdotas de las Instituciones.


Le sigue “Tango en segunda”, una lúgubre pieza con la voz de Nito y el piano eléctrico de Charly en modo blusero. Como en la mayoría de las canciones del disco, sobresalen los momentos instrumentales. En este caso, los sintes anticipan el sonido de La Máquina de Hacer Pájaros. Más aún, el disco todo es un anticipo de lo que vendría.

Folkies argentinos. Nito Mestre, Charly García y las acústicas.


“El show de los muertos” abre con una sirena y una primera estrofa que (lo) dice todo: “Tengo los muertos todos aquí/ ¿Quién quiere que se los muestre?/ Unos sin cara, otros de pie
Todos muertos para siempre/ Elija usted en cuál de todas ellas/ Se puso a pensar”.


De poco más de seis minutos, es una de las dos canciones más largas del disco, la lírica sobresale por el cinismo en la mirada del narrador, algo que caracteriza a la mayoría de las letras del álbum, y un final satírico con una voz aguda de impostada celebración que dice “hola, ¡lindísima gente!”


“Las increíbles aventuras del Sr. Tijeras” es sin dudas una de las mejores composiciones del rock argentino de todos los tiempos Cantada por Nito Mestre, cuenta un día (imaginario, o no) en la vida del censor Paulino Tato. Aquí, la música funciona como banda sonora de la letra acompañando y enfatizando el canto dramatizado de Nito. Termina magistralmente con el sonido de un tijeretazo, como si el propio Paulino tato la cortara como lo hacía con las películas que censuraba.


En “Pequeñas delicias de la vida conyugal” el disco respira por primera vez. La canción se parece bastante al Sui Generis que esperaban aquellos 20 mil que reservaron el disco. Irónica como lo era “Mr. Jones, o pequeña semblanza de una familia tipo americana”, Quizás se trate del mismo matrimonio, quien sabe.
“El tuerto y los ciegos” continúa línea abierta en el tema anterior, menos densa, con la guitarra acústica y el violín de Jorge Pinchevsky al frente dándole una impronta folk bien marcado.

El disco perdió cohesión con la exclusión de ‘Juan Represión’ y ‘Botas locas’, pero la censura en las letras impulsó a que Charly escribiera otras aún mejores”.

Nito Mestre


En “Música de fondo para cualquier fiesta animada” la cosa vuelve a ponerse densa. Comienza con la acústica hasta que se la devoran los sintes, la base y la eléctrica en modo Page/Blackmore. Pappo solía quejarse que el rock argentino era blandito por culpa de “dos boluditos con guitarra acústica y flautita. Quizás se le pasó por alto este tema. Hay otras formas de ser pesados y “Música de fondo para cualquier fiesta animada” es una de ellas.


“Tema de Natalio” es una increíble pieza instrumental en la que Sui Generis recorre todas las posibilidades que le ofrecía la instrumentación con la que contaba. Comienza con una guitarra acústica ascendente acompañado del minimoog. Se le van sumando el resto de los sintes y pianos eléctricos y, por último, el violín de Pinchevsky y el Hammond de Carlos Cutaia. Un folk progresivo que reúne a Porsuigieco, La Máquina de Hacer Pájaros y Serú Girán antes de que todos ellos existan.


El cierre es literal en muchos sentidos. “Para quién canto yo entonces” se desmarca del tono general del disco. Guitarra suave, piano y la armónica de León Gieco, Sui Generis parece despedirse de ese público al que le cantó a través de tres discos y decenas de canciones que marcaron a toda una generación y a otras tantas por venir.

Tiempos de censura

El disco sufrió los efectos represivos de la época y los modos de ¿auto? censura con los que muchos buscaban cubrirse, con justa razón vale decir. El disco, que iba a llamarse Instituciones, cambió a Pequeñas Anécdotas sobre las Instituciones, por sugerencia de Jorge Álvarez. El álbum fue rebautizado como Pequeñas anécdotas sobre las instituciones para, según Álvarez, “suavizar el tono crítico del título”. El productor también decidió sacar de la edición dos temas que ya habían sido grabados y mezclados: “Juan Represión” y “Botas locas”. “Esas canciones apuntaban a la policía y al ejército. Publicarlas era mandar preso a Charly”, justificó Jorge Álvarez. Fueron reemplazados por “Tango en segunda” y “El tuerto y los ciegos”. “García se enojó conmigo porque creía que lo censuraba. En realidad, le estaba salvando la vida”, diría Álvarez tiempo después.


De las nueve canciones que contiene el disco, cuatro fueron retocadas por sugerencia de Álvarez: “Instituciones”, “Las increíbles aventuras del Sr. Tijeras”, “Música de fondo para cualquier fiesta animada” y “Para quién canto yo entonces”. Muchos años después, durante una extensa entrevista con Rolling Stone, Charly García reconocería que aquello fue un acierto. “Instituciones es mejor como salió que como hubiera sido con las letras originales… (…) Salió un disco mejor. ‘Tango en segunda’ es mejor que los temas que quedaron afuera…”


Para Nito Metre, “el disco perdió cohesión con la exclusión de ‘Juan Represión’ y ‘Botas locas’, pero la censura en las letras impulsó a que Charly escribiera otras aún mejores”. El disco fue bien tratado por la prensa y los críticos, pero no vendió como se esperaba para un trabajo de Sui Generis. El final de aquel proyecto que había comenzado a fines de los 60, entre las aulas y los patios del Instituto Social Militar Doctor Dámaso Centeno, del barrio de Caballito, parecía inevitable. Sucedería casi un año después, a fines de 1975, luego de una gira por el interior del país. Su último show fue en el Club Estrella del Norte, de Caleta Olivia ante no más de cincuenta personas. Pero Charly hacía rato que estaba en otro lado.


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