40 años de «Piano Bar»: Charly García devuelve el golpe con un disco visceral y genial

El 22 de septiembre de 1984, Charly García editó su tercer disco solista, acaso el mejor de una época brillante del músico. Grabado en vivo, con los músicos tocando todos juntos, dejó clásicos como “Demoliendo hoteles” y “Cerca de la revolución”.

Clics modernos fue incomprendido en su tiempo. No para todos pero sí para muchos. Esos muchos no entendieron o no aceptaron a ese Charly García “neoyorquino”  de músicas hechas de maquinas y con músicos sesionistas de allá, salvo, como casi siempre, Pedro Aznar.  

Era fines del ‘83 y no era la primera vez que Charly era incomprendido y hasta mal tratado por un disco, una idea o un proyecto. Ya le había pasado en el 76 con La Máquina de Hacer Pájaros y en el 78 con Serú Girán. Y siempre fue igual: Charly ganó. 

A mediados del 84, tras presentar, no sin problemas, el innovador y audaz Clics Modernos, fue Charly García el que se hartó. Y reaccionó de la única forma que puede hacerlo, con un disco. 

Desde Brasil, donde descansaba junto a su novia Zoca, llamó a Willy Iturri, Gustavo Guyot y Alfredo Toth, los imprescindibles GIT, los citó en Ezeiza y, una vez en Argentino, los llevó directamente a los estudios ION. Allí los esperaba Jorge Da Silva, el Portugués, para comenzar a grabar desde ese mismo momento el sucesor de Clics Modernos. 

Me gusta como salió el disco. Es bien directo. No hay mucha metáfora”. 

Charly García a la revista Pelo, noviembre de 1984.

Por primera vez desde Serú Girán, Charly armaba una banda para grabar un disco porque, tanto en Yendo de la cama al living (1982) como en Clics Modernos (1983), contó con invitados y colaboradores.  

Para su nuevo disco, García tenía planes muy diferentes a los que guiaron la grabación de Modern Clix. A cada acción, le sucede una reacción: si el anterior disco fue hecho con máquinas, esté iba a ser hecho por músicos, todos juntos, tocando en vivo en el estudio. 

Charly reunió a los GIT en el estudio y le dio tan solo una guía breve de cómo era cada tema y cada uno tocara en el tono que quisiera o creyera que debía ser. “¿Qué tocás? Lo que tenés que tocar”, les dijo. Y así fue: Iturri en batería, Toth en bajo, Guyot en guitarra y él en todo lo demás. 

“En este disco no hay arreglos”, decía revelaba Charly en una entrevista con la revista Pelo de entonces. “Lo único que hicimos fue plantear con Willy y Alfredo qué tipo de base convenía. Los solos están porque mientras grabábamos, Pablo peló y quedó perfecto. Pero no tenía pensado meter solos. Pablo se ganó el lugar. El disco está grabado íntegramente en vivo. Tocamos todos juntos, cantamos todos a la vez. No hay tomas 2, son todas tomas 1. Se grabó en tres días. Entramos al estudio y a la media hora ya tenía grabado ‘Demoliendo hoteles’. Por suerte, tanto los músicos como los técnicos se dieron cuenta que era todo muy al mango y que no tenía sentido poner mucho adorno porque ya estaba todo en la música”. 

La banda se completó con Fito Páez . El rosarino llegó una semana después, cuando las bases estaban resueltas. Grabó sus teclados y puso las voces para los coros. Daniel Melingo grabó el saxo en “Rap del exilio” y Fabi Cantilo le puso los coros. Y eso fue todo.  ¿Querían un disco tracción a sangre? Ahí lo tenían y se llamaba “Piano bar”.  

Editado el 22 de septiembre de 1984, hace exactamente cuarenta años, Piano Bar fue todo lo contrario de Clics Modernos. Charly redobló la apuesta y lo dejó todo. Su voz fue la evidencia de la entrega total para canciones rabiosas que se alejaron de la new wave que había abrazado con sabiduría y no menos osadía, sobre todo en Clics Modernos 

“Es muy autobiográfico”, dirá en la misma entrevista con la Pelo, al hablar de las letras. “Es un disco que tiene mucha carga. Quise decir muchas cosas. Creo que es una catarsis de un montón de factores (…) También tiene que ver mucho con lo de New York; con el haber venido con Clics modernos y haber sido tan rechazado. Tuve que luchar contra mentalidades muy cuadradas que decían que me había vendido a los yankis y que hacía música ‘chingui-chingui’. Y de alguna manera me rompieron la paciencia. Estaba enojado (…) Me gusta como salió el disco. Es bien directo. No hay mucha metáfora”. 

El disco está grabado íntegramente en vivo. Tocamos todos juntos, cantamos todos a la vez. No hay tomas 2, son todas tomas 1. Se grabó en tres días»

Charly García a la revista Pelo, noviembre de 1984.

Piano Bar abre con la inoxidable “Demoliendo hoteles”, una canción que, hasta la aparición de la voz de García, parece un tema de GIT. Le siguen las inspiradas “Promesas sobre el bidet” y “Raros peinados nuevos”. Continúa con las delicadas “Piano Bar” y “No te animas a despegar”. Fin de la Lado A. El Lado B es filoso: “No se va a llamar mi amor”, “Tuve tu amor”, “Rap del exilio”, que bien pudo llamarse “Funk del exilio” y habría estado bien. 

El cierre de todo es con una joya: “Total interferencia”, la primera de varias canciones compuestas por García y Luis Alberto Spinetta. La canción se mueve con otro tempo al de Piano Bar, uno que podríamos ubicar entre Yendo de la cama al living y Clics Modernos. Un destiempo que parece decir mucho del momento de  sus autores  y de por qué un disco juntos no podía ser posible. Al menos a mediados de los 80. Pero esa es otra historia. 


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