40 años de Divididos por la Felicidad, el primer disco de Sumo
El primero de abril de 1985, la banda que había armado Luca Prodan editaba su primer disco con canciones que combinaban postpunk y reggae con una actitud, arriba y abajo del escenario, nunca antes vista en el rock argentino.
El primero de abril de 1985, la historia oficial del rock argentino vio cómo sus páginas tan prolijamente escritas desde los años de aquella balsa que invitaba a naufragar volaban por el aire arrojadas por un puñado de músicos de ninguna parte que reían a carcajadas ante el desconcierto: Sumo editaba Divididos por la Felicidad, el primer disco oficial de una banda hacía, decía y sonaba como ninguna otra antes ni después.
Formada en las entrañas de la traslasierra cordobesa por un romano educado en uno de las más prestigiosas colegios británicos que escapaba de la heroína en busca de un tiempo más en este mundo, Sumo fue un golpe seco al rock local, un preciso e inesperado cross a su mandíbula beat & pop, un evento que nadie vio venir, que no muchos vieron cuando sucedió y que, para cuando todos quisieron verlo, ya había pasado. Para siempre.
Luca Prodan, ese romano culto, pero curtido en las calles inglesas de fines de los 80, trajo sonidos y tendencias que nadie había prestado atención porque había que estar allá para hacerlo, pero, sobre todo, trajo actitud, una muy diferente a todas las conocidas por los músicos y bandas argentinas hasta ese momento.
Sumo irrumpió en la escena del rock argentino de un modo único e irrepetible y solo fue posible porque su líder era un italiano que cantaba en inglés que había escuchado de primera mano el postpunk oscuro de fines de los 70, había visto el desembarco del reggae jamaiquino en Londres y cómo el punk rock lo abordaba y que había sido parte de las revueltas contra el conservadurismo británico.
Nadie de acá, por más que haya viajado y vivido aquello, podría haberlo hecho como lo hizo Sumo a partir de Luca. De hecho, Spinetta fue a Europa y se copó con Zeppelin y Purple, por eso hizo Pescado Rabioso, y Pappo, que también fue, casi se convierte en un Motörhead. Y aunque en veredas enfrentadas, ambos, a la vuelta de sus viajes, siguieron siendo parte del rock de acá y de su tradición. Sumo, en cambio, se paró enfrente de ambos. Y los desafió: ¿con que ustedes son el rock acá? El rock también podía ser otra cosa. Tenía que ser otra cosa. Y Luca (se los, nos lo) demostró.
Sumo llega al estudio
Para cuando Sumo entró a grabar su primer disco oficial, que en realidad fue el segundo porque antes, en octubre de 1983, había editado Corpiños en la madrugada, una tirada de 300 casetes grabados en los flamantes Estudios del Jardín, la banda acababa de reformularse en busca de una formación más acorde a lo que significaba grabar para una multinacional como CBS.
Al final del verano de 1984, Sumo se tomó un receso luego de una agitada y por momentos descontrolada gira por la costa. Luca se fue de viaje a Túnez donde se reencontró con sus hermanos; luego pasó brevemente por Londres y regresó a Buenos Aires con la intención de rearmar la banda. Acá estaban pasando cosas.

La formación de ese momento Luca, Germán Daffunchio (guitarra), Alejandro Sokol (batería), Diego Arnedo (bajo) y Roberto Pettinato (saxo) era inestable. Sokol decidió irse por lo que hubo que buscar baterista. Y el convocado fue Alberto Superman Troglio. La otra gran decisión fue qué hacer con Ricardo Mollo, un talento de la guitarra que ya estaba para más que un simple invitado. Y la banda necesitaba de un guitarrista como él. Todos estaban de acuerdo, menos Daffunchio, que veía cómo aquel proyecto nacido de la improvisación y la intuición de su líder se estaba convirtiendo ¿inevitablemente? en otra cosa .
Me di cuenta de que había un hueco enorme en la música… Acá faltaba locura. Mucho cerebro y nada de rock”.
Luca Prodan
Para el futuro líder de Las Pelotas, Mollo era el tipo de guitarrista que no iba con la banda, un virtuoso de la guitarra que venía con todo el bagaje del rock argentino y del folclore. Nada que ver. Tras un breve tiempo alejado, más precisamente en Bariloche, Daffunchio lo pensó y se quedó. Así, sin Sokol, pero con Troglio y Mollo, Sumo, que llegó a tener dos bajistas, ahora tenía dos guitarristas y un baterista con el pulso reggae que tanto había buscado Prodan, entró a grabar su primer disco oficial. Era octubre de 1984.
Divididos por la felicidad: las canciones
Con Divididos por la Felicidad el rock argentino conoció el postpunk en su vertiente más oscura. Luca era devoto de los Joy Division. De hecho, el nombre del disco es, a su modo, un homenaje a la banda de Ian Curtis, quien se había suicidado en 1980 con apenas 23 años. Luca jugó con la traducción: de Joy Division a Divided by Joy, divididos por la felicidad.
El disco también incorporó el reggae tal como Luca lo había aprehendido en Inglaterra y que luego transmitió a la base de Sumo: Troglio y Arnedo. Es más, uno de los proyectos paralelos de Luca a comienzos de los 80 era la Hurligham Reggae Band, que, además de a Luca, Arnedo y Troglio, incluía a Tito Fargo, guitarrista de Los Redondos.
De hecho, en un principio a la CBSle interesaba grabar a la Hurligham Reggae Band y no a Sumo, pero Pettinato convenció a los directivos de la multinacional que Sumo incorporaría algunos reggaes a su repertorio como para hacerla más digerible. Y así fue.
Divididos por la Felicidad incluye cuatro canciones en clave de reggae: “No acabes”, donde Luca introduce el dub en la música argentina; “Regtest”, la única canción del disco firmada solo por Luca porque de hecho era de él. La había escrito en los días de Córdoba, cuando formar una banda en Argentina todavía era una idea que habitaba su cabeza; “Reggae de paz y amor”, todo un clásico que luego la hinchada de River se apoderó de su melodía para un grito de guerra; y “Kaya”, cuyo nombre remite a una canción y un disco de Marley pero que no tiene nada que ver, ni su música ni su letra. Nunca antes, una banda argentina había tocado reggae como lo hacía Sumo.
Pero Divididos por la Felicidad no abre con un reggae, sino con “La rubia tarada”, que ya aparecía en Corpiños… con el nombre “Una noche en New York City”, un funk que se convirtió en el mayor hit de Sumo hasta la actualidad, una sátira de las discotecas de moda, de los chetos y de los impostores como ese “pseudo punkito de acento finito”. Es una canción bailable, de esas que seguramente les gustó a los de la CBS.
“Mula plateada”, que en realidad se llama “Silver moon”, pero que Sadaic dijo no, forma parte de las canciones postpunk del disco. Incluye una sección de guitarra distorsionada que Mollo lograba con su guitarra-sinte Roland G-707. Sumo era una banda de una visceral honestidad, pero también era una banda máquinas como, por caso, la novedosa batería electrónica Lynn Drum con la que Luca lograba desacomodar ciertos patrones rítmicos.
A “Mula plateada” le sigue un mini set reggae compuesto por los mencionados “No acabes”, “Regtest” y “Reggae de Paz y Amor”. Luego vendrá “Debede”, que no es otra cosa que “Disco Baby Disco”, otra que venía de Corpiños… “Debede” es uno de los temas con más onda del rock argentino: golpes de batería, electrónica, guitarra funk, saxo y base bailables y Luca: “I walked into the disco/ On that Saturday night”.
“Mejor no hablar de ciertas cosas” es una letra del Indio Solari que Luca se llevó el día que fue con Pettinato a un ensayo de Los Redondos con la intención de reemplazar al indio en un show. Luca y el Indio congenian, charlan, intercambian ideas y al final del día el Indio le ofrece la letra de “Mejor no hablar de ciertas cosas”. El resto es historia. O mito. En manos de Sumo la canción galopa al ritmo de un línea de bajo paranoica.
“Divididos por la Felicidad”, la canción, es otra de las joyas del disco, de la banda y del rock argentino. Una influencia directa y sentida de “ICB”, del primer disco de New Order. Vale decir: New Order era en 1981 Joy Division sin Ian Curtis. En “No duermas” sobresale el pulso que tenía Daffunchio para la rítmica. Una canción preciosa, sin más. Y todo (se) cierra con “Kaya”, donde Luca juega con los sonidos de las palabras demostrando sus virtudes vocales para el reggae.
El disco se presentó los días 11 y 12 de mayo de 1985, en el teatro Astros. A su modo, Sumo despegaba.
El primero de abril de 1985, la historia oficial del rock argentino vio cómo sus páginas tan prolijamente escritas desde los años de aquella balsa que invitaba a naufragar volaban por el aire arrojadas por un puñado de músicos de ninguna parte que reían a carcajadas ante el desconcierto: Sumo editaba Divididos por la Felicidad, el primer disco oficial de una banda hacía, decía y sonaba como ninguna otra antes ni después.
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