30 años de “Fuego gris”, la película donde solo habla la música de Spinetta
Estrenado el 25 de agosto de 1994, este filme, un drama rock experimental dirigido por Pablo César, contó con un protagonismo inédito del Flaco, quien aceptó componer toda la música. El resultado fue el disco homónimo y uno de sus mejores trabajos.
¿Este chico está bien?, preguntó Luis Alberto Spinetta, entre carcajadas. El Flaco había terminado de leer el guion de “Fuego gris” y no creyó estar seguro de la salud mental del director, Pablo César, quien, sin conocerlo, le había tocado el timbre de su casa para pedirle algunas canciones para su película.
¿Vos qué tomás que no lo conozco?, insistió el músico con su particular e irresistible sentido del humor. Nada, Pablo César no había tomado nada, pero lo que el creador de Artaud tenía entre sus manos era algo más que un surrealista filme experimental, lo que cual ya era mucho: era la película de una Argentina que estaba por suceder, el relato del final de una fiesta que aún no había comenzado, que iba a ser divertido, pero solo por un rato, y que iba a terminar mal.
Inspirada en las versiones cinematográficas de las óperas rock Tommy, de The Who, y The Wall, de Pink Floyd, y con un elenco que incluía a Leo Sbaraglia, Eleonora Wexler, Cristina Banegas y Arturo Bonín, Fuego Gris tuvo su estreno mundial en el Festival de Cine Latinoamericano de la Habana donde
obtuvieron dos menciones de premios paralelos.
Comercialmente, se estrenó el 25 de agosto de 1994, permaneció en cartel un mes en la ciudad de Buenos Aires para luego desaparecer. Hoy, solo está disponible en You Tube. Es probable que antes de fin de año una versión remasterizada vuelva a las salas en el marco de la celebración por los treinta años de su estreno.
Luego de coincidir en la producción de “Kindergarten” (1989), el controvertido filme de Jorge Polaco, Pablo César y Gustavo Viau comenzaron a pensar en una película que tuviera la impronta del cine fantástico, con una narrativa y una estética de corte surrealista.
El guion de apenas 35 páginas que Spinetta recibió de parte de ambos era el de un filme sin diálogos, donde lo único hablaría serían sus canciones. Que trata de una joven de 19 años que deambula por una Buenos Aires al borde un ataque de nervios, de incipiente ostentación y de una insensibilidad social impulsada por el individualismo en ciernes de una sociedad que aceptaba el neoliberalismo a cambio de un dólar un peso.
Hay algo impresionante en Fuego gris y es el modo en que Pablo César retrata la película completa de la Argentina menemista cuando esa Argentina menemista apenas estaba empezando y todo estaba aún por suceder. No olvidemos que esa Argentina menemista, la que resumimos en “los 90”, comenzó a fines de 1992, porque hasta entonces la cosa todavía se parecía más a los 80 que los 90 propiamente dichos.
Filmada entre octubre y diciembre de 1992, Fuego gris anticipa en veinte años la violencia de Relatos Salvajes, con la diferencia que en el filme de Pablo César esa violencia no se desata, en el de Damián Szifrón sí.
Pero, si Relatos Salvajes refleja una sociedad rota, Fuego gris muestra (le) una sociedad rota a una sociedad que no sabe que se va a romper. ¿Cómo podía saberlo si la fiesta apenas estaba comenzando?
Pablo César, que hasta entonces había filmado tres largometrajes y un puñado de cortos, y Gustavo Viau, sabía que tenía un guion, pero solo tendrían películas si también tenía a Spinetta.
Cuando lo fueron a ver a Cintacalma, su estudio de Villa Urquiza, ambos sabían que tenían que salir de allí con algo de Luis Alberto. Unas cuatro cinco canciones originales estarían más que bien, el resto podrían ser canciones ya editadas.
Lo cierto era que no había plan B si Spinetta rechazaba la propuesta, algo que tranquilamente podía suceder. Al fin y al cabo, no los conocía y el proyecto era bastante volado. Fuego gris era con la música de Spinetta o no era. “Si nos decía que no, no hacíamos la película”, cuenta Pablo César, en un extenso diálogo con Río Negro.
“Ni sabíamos cómo llegar a Spinetta, no lo conocíamos. Pero escribimos todo el guion pensado en él. Y un día dijimos, bueno, llegó el momento, vamos a tratar de ubicarlo. Conseguimos el teléfono de su estudio y lo llamamos. Nos atendió la Vieja Barros, su colaborador histórico. Le dije que queríamos hacer una película con la música de Spinetta y saber si había alguna posibilidad. Llamen mañana y vemos, nos dijo. Lo llamamos y nos recibió un sábado. Allá fuimos con el guion. Fue muy linda su recepción, muy cálida. Yo necesitaba contarle la historia y mi objetivo era leerle el guion. Él me lo permitió, yo le leí el guion completo. Cada tanto me preguntaba detalles o cómo tenía pensado filmar determinadas escenas. Cuando llegamos al final y después de terminar de fumar su cigarrillo número 482 (risas), me mira, lo mira a Gustavo y pregunta ¿este chico está bien? (risas) ‘Este chico, que ideítas tiene en la cabeza… bueno, dame una semana para que analicen. ¿Vos qué quisieras?, me pregunta. Me gustaría que esto tuviera tu música, tal vez vos me puedas, si aceptas, componer algunos temas o darme algunos temas de obras tuyas anteriores. Entonces él me dice, bueno, déjame que lo charle. La semana que viene te llamo. Pero me llamó al día siguiente y me dice ‘mira Pablo, estuve pensando en el proyecto, me interesa. Pero tendría que hacer todas las canciones, porque -yo ahí ya me estaba desmayando (risas)- las obras que yo hice ya están, tienen un destino, tienen una motivación. Tal vez no puedan ser aplicadas a otra en una película donde yo participe. Mañana alguien agarra Muchacha ojos de papel y pone una chica que tiene ojos de papel y no, esa canción tiene otro origen. Por eso si yo participo en la película tendría que componer todas las canciones’. Imaginate, ¡no lo podía creer! No me imaginé nunca que él me iba a decir eso”.
«Se pusieron a laburar juntos, se reunieron unas mil 1.500 veces más o menos (risas) porque, si bien tenía un guion, había un montón de preguntas que hacer y Spinetta no se iba a permitir hacer un laburo ni mediocre ni bizarro», revela Jorge Kasparian, autor de Tu cabeza va a estallar (La historia de Fuego gris), editado por Vademécum. «Spinetta rescata dos canciones viejas, el tema 9, Penumbra, que venía de la época de Almendra y que no lo pudo grabar en su momento;, y el tema 4, Verde Bosque, que se llamaba Nena tu cabeza va a estallar, y está en la presentación de Artaud, en el año 74. En las dos presentaciones de Artaud suena esta canción, por supuesto en un ritmo un poco más lento, todo lo otro se elabora en función de la película».
Con Spinetta adentro, Fuego gris tomó impulso. Lo que siguió fue la búsqueda del dinero para hacerla. Tras fracasar las negociaciones con Argentina Sono Film, Pablo César fue a ver al dueño del restaurante La Stampa en busca del catering y lo que encontró allí fue la mitad del presupuesto. Al dueño le interesó el proyecto, lo mandó a hablar con su contador -que además era músico- y llegaron a un acuerdo. La otra parte, el dueño de La Stampa la negoció con el Incaa.
El elenco está conformado por actores y actrices de reconocida trayectoria como Arturo Bonín y Cristina Banegas y otros jóvenes que recién estaban comenzando a tenerla como Leo Sbaraglia, Eleonora Wexler y Alejo García Pinto (será uno de los jueces en Argentina, 1985). Pero la protagonista fue una actriz amateur que no volvería a actuar.
María Victoria D’Antonio era estudiante de la carrera de cine cuando Pablo César la vio por primera vez en la puerta de la Universidad del Cine, donde daba clases. Después de pensar en un protagonista varón y de fracasar en el intento de dar con el actor indicado, se decidió por una protagonista femenina cuando descubrió a Victoria.
La película transcurre en un submundo de la Buenos Aires de los ’90, una especie de upside down conectado por desagües pluviales al que el personaje de D’Antonio -que no tiene nombre, pero que Spinetta bautizó Milita- cae una noche tras pisar una tapa, luego de varios días de angustia, viviendo la soledad, la frialdad de un sistema que los lleva a ser olvidados, la inexistente posibilidad en participar en la sociedad y poder cambiar algo.
Fueron 11 semanas de rodaje, con equipos numerosos, un silo abandonado en la zona portuaria de Retiro en CABA y un ex supermercado de El Hogar Obrero por la Av. San Juan donde Valeria Ambrosio, hija del dueño de La Stampa, quien debutaba en la escenografía (hoy una reconocida artista, directora de obras musicales, teatrales, directora del CCK) y su equipo realizaron los módulos y un piletón de 30 metros de largo por 15 de ancho y uno de alto para ir creando la ilusión del submundo pluvial de la sociedad.
“Una adolescencia o fin de la adolescencia que siente una gran desolación ante una sociedad que le da la espalda, que no le permite participar, que ya está todo consumado para que ella lo consuma en un sistema hace que la gente esté totalmente alienada, sus compañeros de trabajo y todos quienes la rodean. La gente metida en un túnel de frialdad y lejos de la espiritualidad, una espiritualidad en sentido no religioso ni dogmático, sino existencial”, cuenta Pablo César.
Esa espiritualidad es la que probablemente haya conectado a Spinetta con la película. Alejado de la escena púbica en desacuerdo con cómo se estaba manejando la industria de la música, tras editar Pelusón of Milk (1991), Luis Alberto recibió el proyecto cinematográfico de Pablo César acaso en el momento más indicado.
El flamante disco incluía “Seguir viviendo sin tu amor”, un verdadero hit como no había tenido hasta entonces a pesar de la extensa y rica carrera como compositor de canciones imbatibles. Por primera vez, Spinetta proyectaba su música más allá de la Argentina. Estaba pensando en Latinoamérica, un ámbito que comenzaba a abrirse seriamente al mercado internacional: faltaba nada para que la MTV se abriese al continente.
Luego de girar por Chile con su nuevo disco, Spinetta sufrió una experiencia que lo cambiaría todo para siempre: el 19 de noviembre de 1992, durante un show en la plaza Moreno, en el marco de los 110° aniversario de la fundación de La Plata, sufrió una descarga eléctrica mientras tocaba su guitarra. El shock lo tiró al suelo y quedó pegado al instrumento. A su lado, Javier Malosetti, que tocaba el bajo, se dio cuenta de la situación y lo despegó del instrumento. Sin dudas, Spinetta pudo haber muerto ese día.
Ese incidente fue el decisivo en la toma de una decisión: alejarse de todo. Contrariado por como la industria de la música y los productores se manejaban con los artistas, se alejó de la escena y se refugió aún más en su intimidad. Ya venía enojado y esa situación de desprotección absoluta que lo puso al borde de la muerte fue demasiado. Se acercó a los Illya Kuryaki. Impulsado por Dante, volvió a la guitarra como en los tiempos de Pescado. Dante quería que volviera a rockear porque él no lo había visto en ese plan.
Es en ese contexto de reflexión y de una búsqueda espiritual que lo devolviera a la música y la creatividad fue que Pablo César y Gustavo Viau aparecieron con el guion de un filme que buscaba las almas perdidas de una sociedad en proceso de descomposición.
Spinetta les propone componer todas las canciones y hacer un disco basado en la película. Llamó a Machi Rufino para que lo acompañe en el desafío y les pidió colaboraciones a sus viejos socios el baterista Jota Morelli y el tecladista Claudio Cardone. Machi, que ofició de ingeniero, también tocó el bajo en algunos temas. Salvo eso, todo lo hizo Spinetta: programación, sampler, guitarras acústica y eléctrica, sintes, bajo Yamaha de 5 cuerdas, teclados y voz.
Grabado entre octubre de 1992 y enero de 1993, apenas un año después de Pelusón of Milk, Fuego Gris es una joya que corrió, injustamente, la misma suerte de la película a la que le ofreció su voz y su poesía.
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