¡Cuidado! No cualquier alimento es bueno para las mascotas

La cebolla, el ajo o la cebolla de verdeo, así como las almendras, las nueces y la nuez pecán están dentro de los alimentos que las mascotas no deberían probar nunca ya que son dañinos para su salud.

También hay que tener cuidado con las uvas y las pasas, ya que pueden causar insuficiencia renal en algunos animales. El chocolate causa arritmias cardíacas, temblores y, en el peor de los casos, la muerte de la mascota. Por lo tanto, los alimentos que pueden ser motivo de preocupación no deben dejarse a su alcance.

Esto también se aplica a los medicamentos y a los productos químicos. Si los animales los ingieren, les puede causar trastornos gastrointestinales, úlceras o insuficiencia hepática y renal.

También se recomienda precaución al usar líquido anticongelante. Contiene una sustancia de sabor dulce llamada etilenglicol y a menudo a los perros les gusta lamerlo. Y las consecuencias son graves: si no se trata, causa daños nerviosos y calambres, según señalan expertos.

¿Y una dieta vegetariana?
Los perros adultos sanos pueden llevar bien por lo general una dieta vegetariana. La condición es que que esté equilibrada, es decir, que aporte al animal los nutrientes suficientes.

Pero es muy frecuente que la comida vegetariana para perros hecha en casa tenga una cantidad insuficiente de calcio para el animal. En caso de duda, lo mejor es buscar consejo en el veterinario o pedírselo a expertos en el tema.

La alimentación vegana, según los estudios que hay hasta ahora, no es un problema para los perros adultos tampoco. No obstante, hay que tener cuidado con la combinación entre vegetales y alimentos crudos. El perro no puede digerir grandes cantidades de hidratos de carbono.

Además, hay determinados elementos vegetales que pueden impedir la digestión de proteínas. Y todo esto puede conducir a que el can sufra problemas estomacales.

Hay que descartar los vegetales tanto para las perras preñadas y las que están amamantando, como para los cachorros.
Y hay que tener en cuenta la edad, las enfermedades y el estrés, que pueden transformar la necesidad de energía y nutrientes que precisa el perro.