Cuando los chicos ven los golpes
Mercedes fue golpeada por un hombre sólo una vez. Eso alcanzó para hacer la denuncia y sacarlo de su casa y de su vida. Pero durante años aguantó la violencia psicológica. «Mi marido me desvalorizaba todo el tiempo. Si yo tenía un proyecto me decía 'para qué lo vas a hacer, si no servís' o si saludaba a alguien, que era una arrastrada. Es tanta la humillación que empezás a sentir que no valés, que nadie te va a mirar, que en serio sos una atorranta».
Eso fue lo que Mercedes soportó durante años. Y lo que vieron sus hijos. Cuando llegó a Quillagua la relación con su hija adolescente estaba casi destruida. «Fui una de las primeras en entrar al grupo y me di cuenta que si quería ayudar a mi hija antes tenía que solucionar mis propios problemas. Creía que era una madre cuidadora, pero era una madre autoritaria. El mismo maltrato que yo recibía se lo dí a mis hijos, sobre todo a la nena, que así llegó al alcohol, las drogas y hasta un intento de suicidio». Lo que más le pesa a Mercedes es no haber parado con todo eso antes.
«Le estaba enseñando a la hija a quedarse callada, a que la insulten, a que la humillen», dice y escupe su mayor dolor. «Una vez a mi hija un novio le rompió el tímpano de una trompada. Yo le expliqué que no debía permitirlo, que ella valía… pero qué decirle cuándo ella me vio a mí todo el tiempo aguantar eso». Para evitar que a otros chicos les pase lo mismo que a los de Mercedes, en Quillagua pusieron en marcha un taller destinado a hijos de mujeres golpeadas y testigos de violencia familiar. Van chicos de entre 8 y 11 años.
Notas asociadas: Sin recursos ni ayuda, encontraron una salida al drama de la violencia familiar
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