Cuando la marea te está por llevar el auto en El Cóndor… te salva Daniel
Daniel Teramo sumó a su taller mécanico los salvatajes de vehículos varados en la arena y acechados por el agua, muchos con un globo y un inflable diseñado a medida conectados por una manguera al caño de escape. Lleva 115 en tres años. Las mejores anécdotas y cuánto cobra por estos rescates.
Los imponderables en la playa no se toman vacaciones. Y, si alguien se queda encajado a 30 km de Viedma en la costa del balneario El Cóndor o su vehículo sufre un desperfecto, ahí está Daniel Teramo.
En tres años lleva salvados más de 115 vehículos pertenecientes a conductores desprevenidos sobre que se les viene el agua de la marea y no pueden zafar de la varadura.
Inicialmente, probó con un crique. Al constatar que no funcionaba empleó una linga. Sin embargo, al prosperar el negocio decidió utilizar un globo y un “lápiz”. Ambos elementos se inflan con los gases del caño de escape del vehículo encajado.
El globo le propinó un mal debut. Fue contratado por unos españoles cuya combi estuvo a punto de perderse bajo las aguas de la desembocadura del río Negro, a escasos kilómetros del pequeño casco urbano.
Ese día el globo se pinchó al apoyarse en un elástico. Volvió a la linga maniobrando con su camioneta hacia atrás por el paragolpes trasero, y en el interín apareció –con mal talante– otro conductor que enganchó a la combi con una maniobra contraria.
Las discusiones iban y venían. Teramo decidió retirarse en medio del llanto del turista peninsular aunque después se supo que alguien acudió en ayuda.
Daniel vio orfandades en El Cóndor. Vende combustible como para los automovilistas puedan llegar a Viedma donde funcionan los despachos habituales, repara cuatriciclos, y como goza de olfato, mientras le da forma a su taller también asume responsabilidades de cerrajero, herrero y realiza mantenimientos de viviendas como para pasar el invierno.
Fue policía federal, es técnico superior en Criminalística, pero prefiere dedicarse a la mecánica en la villa marítima, y como tal conoce varias historias y experiencias que adquiere con cada caso de urgencia. Es convocado –y asiste– a cualquier hora del día e incluso de madrugada.
Las capacitaciones previas le dieron el plus como para enfrentar situaciones siempre difíciles y diferentes, y ante una situación perturbadora tiene predisposición para calmar al intranquilo conductor que teme perder el vehículo por la acción de las olas. “La gente se pone loca, y le explico que cuando perdiste la tracción, ya está… levantá el pie del acelerador y comenzá a sacar la arena de la rueda enterrada”, asevera.
A medida de que fueron transcurriendo los rescates decidió reemplazar el globo por el lápiz. Tomó esa opción al ver que el globo acostaba los vehículos y no los mantenía equilibrado. El lápiz fue construido en forma casera en base a la borda de un gomón que termina en punta, y facilita que un rodado se mantenga sobre su eje ya que cubre por debajo de las puertas del conductor y la contraria.
En una oportunidad fue requerido por el dueño de una antigua cuatro por cuatro que terminó en el río dentro del agua al bajar una lancha. La camioneta quedó bañada por la sal del estuario. Recuerda: “Le dije al propietario, tranquilízate… andate a pescar y después nos vemos. La saqué del agua, retiré la batería para que no se produjeran cortocircuitos, le cambié el aceite y el gasoil, y el mismo día estaba en marcha”.
Luego tuvo que actuar para que una camioneta de la policía provincial pudiera recuperarse, tras quedarse encajada en la zona de acantilados a unos 15 km de El Condor, en El Espigón. «La sacamos a las 2 de la madrugada. La trajimos a remolque, no tenía luces. Iba con la cabeza afuera tratando de ver«, comenta.
Su trabajo de rescatista es motivo de orgullo, pero “yo no vivo solamente de esto, me sirve para hacerme conocer, y así emplear el mayor tiempo en la mecánica”, concluye.
Si la pregunta del millón es cuánto cobra, esta es la respuesta: «Bastante garrón es que te quedes en la arena y la situación de nervios y tensión como para que venga yo y te quiera cobrar cualquier cosa. Es simple: si es un auto chico, se queda a unas cuadras del taller y es sencillo sacarlo, el precio va a ser de unos mil pesos. Si me tengo que levantar a la madrugada y hacer unos cuántos kilómetros por el Camino de la Costa para rescatar una camioneta y me meto horas en el agua como me pasó, lo que más he cobrado hasta ahora son cinco mil pesos. Depende de cada caso», señala.
Y agrega: «Yo vi una oportunidad para trabajar: pongo mis vehículos, invierto en los inflables, compré uno por 8.000 pesos, hice uno a medida por 12.000 pesos, los reparo cuando se rompen. Está linda la Luna, pero no se metan a la playa con el auto, y menos si no conocen bien el camino. De noche es muchísimo más complicado. Y si lo hacen y se encajan me puede llamar. No los voy a matar con el precio. Pero no olviden que es mejor si el auto lo dejamos en la calle y en la arena solo metemos la reposera».
El 3 de enero del 2020, Daniel Teramo publicó este posteo en Facebook. Esto decía en uno de los tramos.
“Recuerden, nadie, pero nadie, los manda a meterse en la playa. No tienen obligación de hacerlo. como tampoco tienen la obligación los servicios de emergencia y/o de seguridad para rescatarlos. Tengan en cuenta que si no hay riesgo de vida ni la policía ni los bomberos están obligados a ayudarlos. Es más, estarían incurriendo en una falta, pasible de sanción, ya que si rompen un vehículo, por ayudar a alguien que se le antojó pasear por el médano o la rompiente, con un auto, Todos los vecinos del balneario nos quedamos sin ese móvil por culpa de uno”.
Contacto en Facebook Daniel Teramo
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