Crisis en Chile: “Es una generación que creció dentro del neoliberalismo”
La socióloga Andrea Peroni Fiscarelli analizó con “Río Negro” el fenómeno de las protestas que pusieron en jaque al gobierno de Sebastián Piñera. Destaca las diferencias con nuestro país.
El estallido que puso a Chile en el mapa mundial de las protestas desnudó las fallas de una delicada estructura social que no se explican en una única causa. Andrea Peroni Fiscarelli es una socióloga, especialista en Estudios Americanos, que vive en el vecino país. En diálogo con “Río Negro”, caracteriza las particularidades de un masivo reclamo que tiene como protagonistas a los jóvenes que no vivieron las épocas de la dictadura pinochettista pero que se extiende de manera intergeneracional.
Asegura que el reclamo despertó incomodidades de décadas y que tiene un componente transformador con un fuerte cuestionamiento a la clase política y al neoliberalismo: “Emergieron del mismo lago donde se arrojó la primera piedra [por las protestas contra el aumento del subte], como si fueran múltiples cabezas del monstruo del lago Ness”. A continuación parte de su conversación, vía correo electrónico, con este medio:
Pregunta: Es un hecho que el conflicto social excedió el reclamo por el aumento del precio del boleto del metro. Se dice que fue la gota que colmó el vaso.
Respuesta: Efectivamente, $ 30 pesos en la suba del boleto del metro equivale a un 4% de 1 dólar. No es tanto. Sin embargo, el transporte significa un gasto mensual de un 15,2%, solo superado por alimentación (18,7%, INE 2018), impacta en un grupo familiar de ingresos medios o bajos, sobre las posibilidades de resolver el resto de sus gastos vitales. Ahora bien, este aumento solo afectó a la Región Metropolitana, y en especial al uso del transporte en subte, servicio que no está disponible en ninguna otra región del país. La pregunta entonces sería: ¿cómo esta piedra arrojada en el lago generó ondas expansivas en todo el territorio nacional?
Al comienzo, las ciudades capitales de región respondieron “solidarizándose” con Santiago, pero poco a poco las razones fueron variando y aparecieron los argumentos de fondo: “Chile despertó”. De los $ 30 pesos, se pasó a “los 30 años” y más… de un modelo que tocó su techo, incluso de crecimiento.
No era el pasaje, son los incendios que se expanden por el extractivismo multinacional; y los recursos naturales, como el agua –que es el único país donde está privatizada, donde aparceros no tienen este vital elemento–, el litio y el cobre, se exportan y las mineras pagan mínimos impuestos. Esto agregado a la mercantilización de los derechos sociales, reflejado en los altos precios de la salud, la vivienda, la educación, los alimentos, los medicamentos, y que puedes acceder a ellos solo si tienes los ingresos suficientes. Si no tienes los ingresos suficientes, no hay problema, puedes endeudarte, con mínimos requerimientos. Los sectores más vulnerables están endeudados por el doble de sus ingresos.
Puedes acceder a la educación universitaria, y ello es un gran logro de la Concertación, pero… vía crédito. Y hace unos año vía gratuidad, para muy pocos. El resto debe pagar su universidad, a valores equivalentes a una vivienda. Por ende, el endeudamiento es equivalente a un crédito hipotecario, y si lo sumas a un crédito hipotecario sin duda que vives sobre “ascuas”, cualquier imprevisto resumerge en una crisis económica importante.
Entonces emergieron del mismo lago donde se arrojó la primera piedra (por las protestas contra el aumento del subte), como si fueran múltiples cabezas del monstruo del lago Ness, con la diferencia de que aquí sí se podía comprobar la existencia de dichos males. De esta manera, la primera piedra generó movimientos telúricos en todo el país, sentidos por todas las generaciones. Acompañado de un fuerte cuestionamiento a la clase política, en especial al gobierno actual.
P-¿Se detecta que hay tolerancia a que se violen derechos humanos por parte de Carabineros?
R-Este tema es muy serio. Lo primero que quisiera decir es que ha distraído la atención de los malestares antes planteados. Y esto no debe olvidarse, sino estamos alterando el orden de los factores, y aquí sí que se altera el producto final.
Antes de contestar tu pregunta, recordemos que en Chile el paso de la dictadura a la democracia fue un traspaso, luego de un plebiscito. Por consiguiente, aquí, el gobierno militar no “se tuvo que ir”, sino que se fue, de manera pactada. Ello ha dejado una relación con esa época, si bien en algunos sectores de condena, en otros sectores no tanto… No hubo un cierre simbólico, más allá del gobierno del presidente Patricio Aylwin, con el Informe Rettingy, los juicios fueron lentos, con cárceles exclusivas. El general Augusto Pinochet nunca fue juzgado.
Esto es radicalmente diferente a lo acontecido en Argentina. Cuando los pueblos sanan sus heridas pueden mirar mejor su pasado y su futuro.
En este caso, en Chile, las heridas están latentes, aún no cicatrizadas en algunos y en otros no reconocidos los horrores en temas de derechos humanos. Por otro lado, un sector no menor de la sociedad mira a las fuerzas del orden como justamente aquellos servidores del país que cuidan que todo funcione bien, que podamos acceder a los alimentos y al transporte, y condenan/detienen a los “vándalos”. Esta última mirada, compartida por el gobierno actual, tiene un punto ciego sobre los procedimientos descontrolados en los que han sido protagonistas las fuerzas del “orden”. Entonces, si vuelvo a tu pregunta, la respuesta es no, no hay tolerancia entre quienes entienden que no pueden actuar fuera del marco de la ley.
P-¿Se podría decir que la protesta es de quienes no vivieron la dictadura que terminó en el 90?
R-Efectivamente la mayor concentración es de personas en el rango de 20 a 40 años, por ende, son prácticamente hijo/as de la democracia. Es un grupo adulto joven, que creció fundamentalmente dentro del modelo neoliberal, caracterizado por la fragmentación, el consumo, el individualismo, la fugacidad, la ausencia de comunidad, o su manifestación solo virtual, e incluso su mirada sospechosa al mundo político. No es una generación empapada en un proyecto político identitario, no son los jóvenes del 68.
Son jóvenes que reclaman desde los nuevos movimientos sociales, mujeres, género, medioambiente, minorías, pueblos originarios, entre otros. Pero que también, dependiendo en qué estrato de la sociedad se han ubicado, han visto o están viendo, o viviendo, como el modelo neoliberal en el que se han criado, no les genera futuro, más allá del sector de donde provienen.
Si no han tenido la fortuna de tener una buena cuna, ahora, han estado comprendiendo que “el esfuerzo y el mérito” no alcanzan.
Y son ellos y ellas que, desde una voz firme, han estado enarbolando la necesidad de establecer nuevas reglas de juego, nuevo ordenamiento y distribución del poder y la riqueza. Desde allí está emergiendo el denominado “nuevo pacto social”, aunque antes no hubo otro, ya que el orden actual fue un acuerdo entre dirigencias y el gobierno militar, plasmado en una constitución escrita en dictadura.
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