Creer mentiras nos embrutece


Hemos perdido la perspectiva y en gran parte somos responsables de no saber hoy en qué creer cuando escuchamos un discurso sobre cualquier tema.


La mayoría de la información que recibimos cotidianamente es mentira, pero la mayoría la cree cierta. Creemos porque aun estamos acostumbrados a la forma de funcionar de una época en la que mentirle a la sociedad podía costar muy caro -y por ese motivo las informaciones eran comprobadas antes de llegar al público- y el mundo actual en el que lo que importa es conmover las emociones del público con cualquier cosa, por lo general falsa y escandalosa. Eso es especialmente visible en los noticieros televisivos: hasta los 90 la idea fundamental era dar información objetiva; desde entonces se han convertido en telenovelas -con amoríos entre los presentadores- en los que se habla de lo que siente la gente que da la noticia sobre ese tema. Hemos caído en el reino de las emociones.

Estamos entre dos mundos: nuestra creencia pertenece a la época en la que la mentira era marginal y cuando se la descubría era sancionada, mientras que la práctica de la mayoría de los emisores de noticias (en especial, los medios masivos y los políticos) hoy consiste en decirle a sus tribus de seguidores los que estos necesitan para sentirse bien (y que, generalmente, es mentira). Estas prácticas no serían peligrosas si la mayoría de la gente no creyera en las mentiras que recibe constantemente y ellas no terminaran determinando sus decisiones sociales, legales y políticas. Pero realmente la mayoría hoy toma decisiones estratégicas para su vida individual y para el conjunto de la sociedad basándose en mentiras.

La democracia se degrada cuando la información que circula masivamente es falaz. Y no es falaz porque no se pudo llegar a una conclusión en un tema complejo, sino porque la falacia (incluso la mentira directa) es provechosa para los intereses del ente que emite la información. Tenemos un ejemplo claro en los debates de “expertos” que han sido convocados para exponer antes ambas Cámaras del Congreso Nacional en el debate de comisiones sobre la legalización del aborto. En el caso estricto de los “expertos” convocados por los que se oponen a que el aborto se legalice no hubo una sola opinión que presentara datos comprobables o argumentos racionales sobre por qué el aborto no debería legalizarse. Sin embargo, todas las mentiras y falacias que se esgrimieron son evaluadas tan positivamente como los argumentos y los datos comprobables que se esgrimieron a favor de la legalización.

Es como si se considerara que, por el simple valor de hablar en el Congreso, vale lo mismo una mentira de un abogado que milita en contra de legalizar el aborto que un informe serio presentado por la Academia de Medicina respecto de un tema de salud pública. No: no es lo mismo mentir que decir la verdad. No es lo mismo lo que alguien cree (y que puede ser un disparate) que exponer una investigación científica seria, que ha cumplido con todos los protocolos que se exigen a la ciencia.

Hemos perdido la perspectiva y en gran parte somos responsables de no saber hoy en qué creer cuando escuchamos un discurso sobre cualquier tema. Esta semana hubo un enloquecido “debate” sobre si la vacuna Sputnik V servía o no para prevenir el coronavirus en los mayores de 60.

Y toda esa locura se desató por la conjunción de dos problemas: la mayoría no habla ruso y los periodistas tomaron al pie de la letra la traducción de lo que dijo el presidente ruso Vladimir Putin en una conferencia de prensa y, por otro lado, la mayoría de los medios son fanáticamente antigubernamentales -y como el gobierno apuesta a esta vacuna todo lo que sea oponerse a ella les resulta estimulante-.

Lo cierto es que la vacuna Sputnik V es una gran vacuna realizada por uno de los institutos de investigación que más conocen de vacunas en la historia de la medicina mundial.

Está cumpliendo con todos los protocolos y por eso aun no aconseja aplicársela a los mayores de 60 porque el estudio sobre esta franja etaria aun no está cerrado. Sus conclusiones oficiales se conocerán el 30 de este mes. Deberíamos alegrarnos que la vacuna que más va a difundirse en nuestro país esté realizando estudios tan serios y ateniéndose a los protocolos, pero esa seriedad sirvió para que los medios masivos crearan todo tipo de dudas sobre la eficacia de esta vacuna.

Hemos enloquecido. Tanto que no nos damos cuenta. La Grieta nos ha hecho involucionar. En vez de acceder a información comprobada que nos sirva para tomar buenas decisiones lo que hoy tenemos es un griterío emocional enloquecido que confunde a todos.

Cada día informarse correctamente es más difícil. Pero cada día es más necesario. Debemos aprender a no caer en el juego de los que buscan nuestros click a partir de excitar nuestras más bajas emociones. O terminaremos siendo completamente manipulados y estúpidos.


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