Crece el rol de la mujer en la industria vitivinícola argentina

Cada vez ocupan más roles importantes en las bodegas. Las nuclea el Club de Mujeres Profesionales del Vino.

Más de un centenar de mujeres, enólogas e ingenieras agrónomas, que ocupan las primeras y segundas líneas de mando en sus bodegas o fincas, integran el Club de Mujeres Profesionales del Vino, que acaba de cumplir cinco años.

La entidad nació el 1 de octubre de 2015, fundado por Estela Perinetti, de Las Estelas, y María Laura Ortiz, de Winifera, con el objetivo de potenciar el rol de la mujer en la industria del vino.

Se trata de un grupo meramente técnico donde se hacen interconsultas diarias sobre las necesidades que puedan surgir, como consultas sobre proveedores o insumos, pedidos de ayuda para embotellar o cosechar, intercambio de información sobre experimentos técnicos/científicos, avisos de riesgos de cosecha o cambio de legislación en normativas para exportar.


El rol de la mujer en todos los aspectos de la vida ha cobrado muchísima importancia y la industria del vino no se queda afuera, resaltan desde el Club Mujeres Profesionales del Vino.

Desde 2018 realiza una reunión exclusiva con los principales críticos de vinos internacionales dándole la oportunidad a más de 40 profesionales que de otra manera no hubieran tenido la oportunidad de conocerlo personalmente o de presentar sus vinos.

Y ha organizado degustaciones técnicas con distintas temáticas para seguir desarrollando el potencial de cada bodega.

«Somos todas un eslabón de una gran cadena de trabajo, experiencia y vivencias».

Para Laura Principiano, enóloga de Zuccardi Valle de Uco, «nos ha ayudado a conectarnos, compartir miradas, experiencias e información; nos acerca, crea una red de contención, de ayuda y de crecimiento profesional para todas las mujeres que formamos parte de él».

«El rol de la mujer en todos los aspectos de la vida ha cobrado muchísima importancia y la industria del vino no se queda afuera, cada vez somos más las mujeres que tenemos roles importantes dentro de las bodegas», completó.

Por su parte, Daniela Mansilla, ingeniera agrónoma de PatenteX, Córdoba, señaló que se trata de «una herramienta de trabajo y de contención emocional; aprendo un montón e intercambiamos mucha información técnica que es de gran utilidad; compartimos los mismos problemas y teníamos los mismos desafíos».

Según Julia Halupczok, de Sophenia, «es una gran herramienta a la hora de ayudarse, compartir información tanto técnica como operativa; seguimos creciendo en apoyo y en buena comunicación».

Finalmente, Tania Höy, de Bodega Burbujas de Altura, Salta, señaló que «nos complementamos y apoyamos de acuerdo a las diferentes experiencias de cada una; somos todas un eslabón de una gran cadena de trabajo, experiencia y vivencias».

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