Constantino Juri, un duende y un ángel

Antes, habló con “Río Negro” sobre su inquieta vida.

“Mis miedos y mis magias” se llama el libro que presentará este viernes en Casa de la Cultura.

El 26 de abril, el maestro Constantino Juri, régisseur y profesor de teatro, presentará su libro “Mis miedos y mis magias” en Roca, precisamente en Casa de la Cultura, donde desarrolló buena parte de su frondosa vida profesional. Actor, director de escena teatral y de ópera, conferencista y docente, cordobés de Morrison, realizó sus estudios secundarios y universitarios en esa ciudad mediterránea. Becado en 1963 por el gobierno italiano y con auspicio del Fondo Nacional de las Artes, se perfeccionó como director de teatro en la Academia Nacional de Arte Dramático Silvio D’Amico y en dirección de escena operística en la de Música Santa Cecilia de Roma. Debutó en el Teatro Colón con “La serva padrona” de Giovanni Battista Pergolesi, y trabajó en los escenarios más importantes del país y el exterior.

“Acabo de llegar de Córdoba y fue magnífico porque fui a mi pueblo, luego estuve donde me desempeñé como secretario de juzgado y donde empecé mi faz teatral. Y la ciudad capital me nombró Ciudadano de Honor. En fin, muchas emociones….” Así, como si se tratara de un encuentro entre viejos amigos que se cuentan sus cuitas con sencillez y alegría, comenzó el diálogo de Constantino con “Río Negro” en la soleada tarde porteña. “Ahora, lo tomo en broma, pero digo: ¡mejor en vida!”. “Estoy teniendo una respuesta total de gente que me escribe diciéndome que es un libro (“Mis miedos y mis magias”) que los ha hecho recorrer el mundo, tomados de la mano, fascinados por las personalidades que he conocido… Yo le voy a explicar una cosa: siempre he sido y seré así… Jamás he hecho algo para que me den un premio. Ha sido porque lo he sentido y por la creatividad, nada más.”

–Ha andado por medio mundo, hace rato que está radicado en España y no perdió el acento cordobés…

–Eso le marca que mantengo mi modo de ser. Primero, no he perdido mi capacidad de asombro, ni quiero perderla. Tampoco al niño que tengo adentro. Cuando hago ópera quiero hacer teatro y cuando hago teatro quiero hacer música. Mire… con seis horas de sueño, ando estupendo. He dicho siempre que la ópera y el teatro son mi pasión y mi vida, pero no me van a matar. Necesito ver qué hace la gente alrededor mío, preciso caminar, conocer gente. Cuando no estoy trabajando, me sumerjo en una futura puesta que nunca hice o me voy a cualquier lado a ponerme en contacto conmigo mismo, que me hace mucho bien. Nosotros debemos estar en permanente diálogo con nosotros mismos, de lo contrario perdemos la dimensión, no sabemos dónde estamos. Yo quiero saber dónde estoy parado y hacer la crítica total de ese señor llamado Constantino Tatán Juri, alguien que, por momentos, se vive castigando. Soy artista pero estoy involucrado con mi país, con todo mi entorno. Vivo en España hace veintitrés años, soy ciudadano español desde el 94, y también me interesan sus problemas. Es muy necesario involucrarse, no perder la dimensión de lo que nos rodea. Eso sí… Jamás dejo de estudiar, de leer.

–A medida que ha transcurrido el tiempo, se ha metido en todo eso y ahora lo vuelca en el libro que está presentando, a modo de balance.

–Sí. Contiene recuerdos que van y vienen en el tiempo sin tiempo, solamente guiados por el amor a la familia, a los amigos, a mi profesión. De niño tuve dos personajes que me acompañaban siempre, un duende y un ángel. Me hizo saber mi madre (griega) que yo hablaba solito con ellos, a mis cinco años. Esos seres aún me acompañan, llamándome la atención para no meter la pata. Yo vivo de la ópera, de lo teatral, largué tribunales en Córdoba (Constantino es también abogado), voy al cine, veo mucho teatro, no me pierdo. No me pierdo. El individuo que se olvida de los recuerdos, desvía su camino. Yo he tenido una madre muy culta. En casa era obligación hablar griego y francés, idiomas que dominaban mi padre (sirio) y ella. Un día me preguntó si yo sabía cómo era un concierto y me llevó al teatro Rivera Indarte, hoy llamado Libertador. Fue a los ocho años. Apareció un señor calvo, alto, (Eduardo) Gasparrini se llamaba y cuando él levantó sus manos y la orquesta sonó, me largué a llorar. Cuando decidí escribir este libro porque un sobrino nieto me preguntó cómo era la bisabuela –mi madre–, al responderle me pidió que siguiera contándole; como yo era director de la Comedia de la Provincia (de Buenos Aires), tenía una cátedra en el Colón y ponía óperas en Caracas, en Río, me dio un infarto. Al salir de él, pensé que si hubiera muerto, esa historia habría quedado sin saberse en mi familia. De ahí surge “Mis miedos y mis magias”. Por eso digo que estoy ayudado por los recuerdos, por la búsqueda interior que me ha llevado a encontrarlos.

Eduardo Rouillet


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