Condenados a 17 años de cárcel por un crimen

Admitieron haber quemado con nafta a la víctima. Evitaron el juicio y recibir una acusación mayor.

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Senillosa

NEUQUÉN (AN).- Pablo Olmedo y Gabriel Funes ni se inmutaron ayer cuando se los condenó a 17 años de prisión por el brutal asesinato del cuidador de una chacra de Senillosa, Gerardo Felipe (65). Se declararon culpables y aceptaron la pena propuesta por la fiscalía porque les permitió evitar ir a un juicio donde enfrentarían una acusación mayor. Ese 4 de marzo de 2013 Funes tenía 23 años y Olmedo 25. Junto a otros dos jóvenes, casi todos de Senillosa, fueron hasta la chacra del intendente, Hugo Moenne, y robaron. Para asegurar la maniobra dejaron maniatado a Felipe y se fueron. Pero Funes y Olmedo regresaron, robaron más elementos, golpearon brutalmente al hombre, lo rociaron con nafta y le prendieron fuego. Si bien los detalles de ese segundo arrebato de violencia y brutalidad no lograron establecerse dado que solo los dos condenados saben qué hizo cada uno, el robo original fue confesado por sus cómplices, quienes se desligaron así del homicidio. Meses atrás, tras trece audiencias frustradas, la causa había logrado ser elevada a juicio por jurados y los jóvenes que hoy tienen 27 y 25 años estaban acusados del delito de homicidio criminis causa, es decir de matar para ocultar otro delito, y de ser encontrados culpables la única pena que se les impondría era la de prisión perpetua. Como parte del acuerdo entre el fiscal Maximiliano Breide Obeid y los defensores Vanesa Macedo Font y Fernando Diez, Funes y Olmedo se declararon culpables y se recalificó el delito como homicidio en ocasión de robo, permitiéndoles así aplicarles la pena de 17 años. El fiscal explicó que la cuantificación de la pena, una de las más altas aplicadas para ese tipo de crímenes en los últimos años, se debe a la forma en la que Felipe fue asesinado. “No mostraron arrepentimiento, tuvieron tiempo para frenar su accionar, porque no es lo mismo que matar con un disparo prender fuego a una persona, pero no lo hicieron”. Los jóvenes se sentaron ante los jueces Carina Álvarez, Mara Suste y Martín Marcovesky que les impusieron la pena que ya comenzaron a cumplir y permanecieron en silencio, sin signos de nerviosismo. Tampoco se inmutaron cuando el fiscal recordó que “tampoco tuvieron remordimiento al día siguiente, cuando salieron a vender los elementos robados”.


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