Cómo viven las familias de la región con 150 pesos

Deben apelar a verdaderas estrategias de supervivencia para poder salir a flote.

Miriam lucha para que la incluyan en el Plan Jefes, pero hasta ahora no tuvo suerte.
ALLEN (AA)- Miriam tiene 32 años y 6 hijos, y desde los últimos meses una nueva y pequeña integrante familiar la convirtió en joven abuela. Su marido es desocupado y ella se las rebusca día a día, aunque nunca parece ser suficiente, asegura. Desde los últimos meses esta vecina de Allen lucha por ser incluida en los polémicos planes de empleo para obtener los 150 pesos mensuales, pero todavía no pudo lograrlo.

César y su familia ya dejaron de lado las largas colas y vericuetos legales para poder acceder al plan Jefes de Hogar, porque resultó beneficiado en la primer entrega. Si bien reconoce que este paliativo les brinda una gran ayuda, sabe que hacer frente a cada jornada se torna una verdadera lucha para subsistir.

A Mariángeles de 28 años y sus dos nenas les sucede algo similar: ella está separada desde hace un tiempo y tiene que «pelearla» constantemente para poder seguir adelante. Como ellos, miles.

Es que de eso se trata el constante «día a día» para tantas familias de toda la región que de un tiempo (largo y cansador) a esta parte -«cuando todo comenzó a empeorar», opinan- debieron comenzar a echar mano a todo tipo de ideas para poder mantenerse en pie.

Ideas que constituyen verdaderas «estrategias de supervivencia», básicas y elementales, para salir a flote en la realidad cotidiana. Técnicas en las que cada vez un mayor número de personas -alejadas del mundo laboral, que han visto decrecer sus ingresos a la par del cambio de los gobiernos de turno o deben vivir con magros subsidios- deben convertirse en especialistas. Y el fin es de vital importancia: inventar o «sacar de la galera» la comida del día o estirar al máximo unos pocos pesos para que duren hasta el día o la semana siguiente. Todo un desafío, reconocen.

De uno u otro modo, para muchas de estas familias que integran los sectores más golpeados de la sociedad, el acontecer diario se limita precisamente a eso: afinar las técnicas de subsistencia.

En este marco «¿cuál es el horizonte posible de conciencia de las familias que dependen de los 150 pesos?», se pregunta el sociólogo Demetrio Taranda, y para esto, agrega, «hay que pensar en su cotidianidad: lo único que piensan es en sobrevivir. Es toda una estrategia de sobrevida, y estas estrategias son casi diarias o de semana a semana», explica el profesional de la Universidad Nacional del Comahue.

«Lo que pasa es que actualmente es cada vez más difícil para la población poder satisfacer sus necesidades más básicas», coincide Norma Mora, licenciada en Servicio Social y también docente en la UNC. «Esto se nota en el notable incremento en los centros asistenciales por ejemplo. La gente vive el día y trata de llegar al siguiente como puede».

Miriam Rivas vive en Allen junto a sus seis hijos, cuyas edades van desde los 6 a los 16 años, y al igual que muchos otros conoce de cerca las «estrategias» de las que hablan los profesionales. Asegura que tuvo que aprender a arreglárselas desde chica con lo que tiene, y también con menos.

Miriam cuenta que cada mañana debe pensar qué y cómo hacer para poder poner algo de comida sobre la mesa, y a veces también debe elegir qué comida del día habrá que saltearse.

«Me levanto todas las mañanas y salgo temprano a vender algunas plantas que tengo, pero hay días enteros que no se vende nada. Mi marido está sin trabajo y a ninguno de los dos nos dieron el subsidio. El no se anotó porque me iba a anotar yo, pero a mí tampoco me lo dieron», comentó la mujer, que junto a un grupo de madres denunciaron irregularidades con los planes de empleo en Allen.

«No tengo gas y vivo en una casa que tiene dos piecitas. Está difícil la cosa. Todos los días es lo mismo y hay que hacer magia para darle de comer a los pibes; a veces nos dan la bolsa de alimentos y a veces no. El nene más chiquito a veces me pide leche, pero le explico que no hay. Hoy por ejemplo van a tomar té o mate cocido porque otra cosa no hay», asegura la mujer con impotencia. En días así, prosigue, «se me van hasta las expectativas y me dan ganas de tirar todo, pero mis hijos me dan fuerza para seguir adelante. Por suerte todos van a la escuela y están sanos, así que sólo falta esperar que las cosas mejoren aunque sea un poquito nada más», concluye Miriam, esperanzada.

Cultivos, trueque e ingenio

ALLEN (AA).- «Yo cobro los 150 pesos, pero en mi caso logré tener mi propia huerta en el patio y eso me ayuda», confió una vecina de la zona norte de esta ciu-dad, que vive junto a su hermana y los cuatro chicos de ambas. «Y no me quedo con esta plata solamente, porque no alcanza para nada, pagamos los impuestos y algo de mercadería y ya se acaba. Por eso salgo a buscar en las ferias cosas más baratas, o saco algo de la huerta y se lo cambio a algún vecino o a la almacenera. Porque por ahí hacemos el trueque por huevos o un paquete de harina», señaló la mujer a «Río Negro», «y ojo que no soy la única», agregó con cierto entusiasmo.

El trueque entre los mismos vecinos de la cuadra es una de las estrategias que inició en el barrio esta vecina, pero no sólo alcanza a los alimentos sino que también «a veces cambiamos algún Geniol o un jarabe para los chicos, cuando tienen tos o están resfriados», apuntaron.

«Es cierto, todos los días cuando te levantás tenés que empezar a inventar cosas para hacer. De dónde vas a sacar algo para la olla, para pagar los impuestos. Al día siguiente es lo mismo y así se te pasa la vida», reflexionó Magdalena, otra vecina allense y madre sostén de hogar, que no pudo obtener ningún cupo de los planes laborales de Nación durante este año. «Pienso que los gobernantes tendrían que generar fuentes de trabajo que hagan dignas a las personas y no sacar cosas que dan lugar a los acomodados y genera oportunismo», opinó.

El caso de César T., que tiene 46 años y 3 hijos de 12, 7 y 5, es similar y desde los últimos meses comenzó a canjear trabajos de plomería por «cosas que nos hacen falta», dijo des-de su casa en el barrio Progreso. Nun-ca sabe cuándo va a salir alguna nueva changuita, pero día tras día da vueltas en la bicicleta para «encontrar algo».

Hace más de seis meses que lo despidieron de un establecimiento frutícola, y desde ese entonces no lograba tener un ingreso fijo. Reconoció que hasta el momento nunca había tenido que ir a golpear las puertas de una delegación social por una bolsa de comida y «menos a hacer colas para cobrar un subsidio». Pero desde abril o mayo está más aliviado, porque logró empezar a cobrar los 150 pesos y «estoy más seguro para poder mandar los pibes a la escuela». «Por lo menos ahora nos arreglamos así, y mientras tanto esperamos que lleguen tiempos mejores, porque sabemos que esto es sólo una mala época de vacas flacas», concluyó contagiando optimismo.

«No conformarse con eso»

ALLEN (AA)- Con un horizonte acotado de posibilidades casi tan escaso como sus vidas actuales, para muchas de las familias que se mantienen en pie sólo con 150 pesos mensuales, las expectativas, afortunadamente, no cambian su rumbo. Los anhelos deben estar siempre presentes, pero también deben estarlo las acciones que contribuyan a mejorar la calidad de vida en el entorno, se destacó.

«La gente recibe el subsidio pero no puede conformarse con los 150 pesos, debe tomarlo como un paliati-vo, nada más. Se sabe que con eso no se puede conseguir salud, educación, etc., pero en este marco es cuando se debe buscar la dignificación del trabajo», consideró Norma Mora, integrante del Servicio Social del hospital de Allen, es decir «gente que quiere trabajar a partir de los 150 pesos. Hay experiencias exitosas a lo largo de todo el país de acciones que se conjugan entre personas que se asocian, ONGs y esferas gubernamentales», agregó.

Por otra parte, el sociólogo Taran-da opinó que las familias que dependen del subsidio para vivir, están insertas en un marco que los obliga a enfrentar «estrategias de sobrevida casi diarias o de semana a semana». Estrategias coyunturales en las cuales no se puede caer indefinidamente.

«Diferente sería el caso si tengo 150 o 200 pesos y sé que hay un proceso de trabajo, sé que dentro de uno o dos años no van a ser 150 van a ser 250 y concomitantemente a eso veo que mi hijo va a la escuela, recibe una educación. Concomitante a eso veo que va mejorando la salita del barrio, veo que se mejora la atención en el hospital, y veo que el chico ya entró al secundario», explicó Taranda. «Es muy distinto», prosiguió el profesional, «porque yo puede tener 150 o 200 pesos, pero la familia tiene que ver, tiene que percibir para no caer en esta sobrevida coyuntural, que en su entorno hay otro tipo de escenario (…). Si ve que los chicos mejoran en el colegio, que les dan tareas para que no estén todo el día en la calle… si ven todo eso va cambiando el horizonte. Esto significa que ya comenzaría a perfilarse un tipo de ilusión, perfilarse algo hacia donde llegar», concluyó.


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