Colonia Rusa aún guarda mil historias de colonos en el Valle

Queda mucho en pie de lo que fue el asentamiento de inmigrantes rusos de origen judío que llegaron al país a principio de siglo. El nieto de uno de los fundadores de la Colonia Rusa abre las puertas de lo que hoy es el museo que guarda parte del pasado.

Sergio recuerda y detalla cómo era cada rincón de la casa que siempre albergó a su familia. Foto Juan Thomes.

Los ojos de Sergio Riskin se humedecen cada vez que recorre la casa de sus abuelos donde se alberga gran parte de la historia de los primeros rusos de origen judío que llegaron al Alto Valle.
El edificio ahora es un museo y conserva su estructura original. Allí vivieron sus abuelos Bernardo Riskin y María Locev.

Como gran parte de los primeros colonos, venían escapando de la persecución racial que sucedían en la Rusia zarista.
El hermano de María, Isaac Locev fue el primero que llegó en 1906 a Río Negro.
“Los motivos de dejar Rusia fueron persecuciones raciales y que no podían desarrollarse económicamente en Europa”, explicó Riskin.

En 1900 Argentina era el lugar que elegían muchos inmigrantes.
Locev llegó en 1906 a gestionar tierras en Buenos Aires ante el gobierno nacional en el tiempo del presidente José Figueroa Alcorta.

Las primeras familias visitaron Valle Medio, pero no les gustó la zona. Sin embargo, cuando llegaron a la zona del Barrio Stefenelli, les atrajo el potencial de riego y decidieron radicarse.
Riskin contó que continuaron las tratativas con el gobierno nacional y le otorgaron tierras a largo plazo.
“Hubo mucha lucha, pero se lograron los títulos para unas 60 familias”, recordó.

Su abuelo llegó recién en 1913 ya que tuvo que terminar el servicio militar ruso bajo el imperio de los zares. Cuando arribó a Roca compró tierras en Stenefelli y progresivamente fue adquiriendo más hasta llegar a 88 hectáreas.

Los primeros colonos sembraron alfalfa, tuvieron viñedos, hortalizas y luego frutales. Además, formaron las primeras cooperativas de la región. (Ver Aparte)
“A mí siempre me gustó la vida rural y la agricultura por eso estudié ingeniería en agronomía en Bahía Blanca”, contó Riskin.

Su padre Rufino lo envió a realizar sus estudios primarios en la Escuela 31 que primero funcionó en una de las habitaciones de la casa del fundador de la colonia, Isaac Locev.
Allí estudiaban los nativos de la ciudad y los hijos de los colonos judíos, italianos y españoles.
Luego los mismos colonos cedieron un terreno al Ministerio Educación de Nación para la construcción del establecimiento.

La casa y el riego

La casa de los abuelos de Sergio que actualmente es un museo, se construyó entre 1917 y 1920.
“Primeramente vivían en dos piezas que eran continuas hasta que hicieron esta casa con varias habitaciones”, señaló.

La parte más antigua tiene paredes de ladrillo unidas con barro y en las paredes más nuevas se usó cemento. “Se trata de una casa estilo campo con habitaciones con una galería en el frente”, detalló.

Una de las características de las construcciones de esos tiempos era la altura del piso.
Esto era por el temor de los colonos a las inundaciones. Años antes, en 1899, el pueblo de Roca se había trasladado de Stefenelli por la gran inundación del río Negro.
Por ello las construcciones se levantaron sobre una cámara de hasta 40 centímetros de altura.

Sergio señaló que hubo hasta en 1915 un desborde del río Negro que llegó hasta las vías del ferrocarril.
El piso del inmueble es de madera además la cámara tenía la función de regular la temperatura. “Es una casa fresca en verano y templada en invierno”, señaló.
Entre el cielo raso y el techo también hay otra cámara de aire.

Dentro hay una estufa estilo ruso que fue hecha sobre una pared divisora de dos ambientes y con ella se calefaccionaban ambos espacios.

Sobre el sistema de riego contó que las primeras familias judías utilizaban el Canal de los Milicos. La chacra de Riskin podía aprovechar bien este recurso ya que estaba al lado de la primera población de Roca, lo que hoy es el barrio Stefenelli.

Hasta que no se terminó de construir el Canal Grande los colonos se la rebuscaron para regar sus tierras.
No en toda la Colonia Rusa había agua. “En el centro a la altura Cervantes en el contrato se acordó construir pozos para riego. Eran pozos artesianos, pero no dieron resultado. El primer riego lo lograron prolongando a pala el extremo del Canal de los Milicos”, contó.

La casa, que hoy es el museo de la Colonia, se construyó entre 1917 y 1920. Foto Juan Thomes.

El centro comunitario y el cooperativismo

Los colonos judíos construyeron un salón comunitario que funcionaba como sinagoga y espacio de estudio. También allí se realizaban obras de teatro y las diferentes festividades.
La construcción está a dos kilómetros de la casa de la familia Riskin, aunque algo deteriorada por el tiempo.

“Era el centro social, cultural y religioso para los judíos de Río negro y Neuquén, era el único de esos años, después se fueron creando otras comunidades”, recordó.
Según Sergio fue uno de los primeros espacios para la comunidad en la Patagonia.
Los sábados a la mañana se solía ir al centro comunitario, era el día religioso y en las festividades cada familia llevaba su comida.

Isaac Locev, María Locev de Riskin y Bernardo Riskin, en 1960.

Contó que si bien con los años muchas de estas costumbres se fueron perdiendo, él todavía celebra la Pascua judía y conmemora el Holocausto de la Segunda Guerra Mundial.
Una de sus comidas favoritas que a veces disfruta para alguna festividad es el kreplaj, una delicia de la gastronomía judía, que lleva relleno de queso, carne picada o verdura como espinaca o acelga.

En cuanto al deporte practicaban mucho el ajedrez y participaban de los clubes de la ciudad.
Sus abuelos hablaban ídish, pero aprendieron muy bien el español.
Por otro lado, tuvieron su espacio en el antiguo cementerio de Roca que luego fue trasladado al lugar donde está la actual necrópolis.

Sergio Riskin señaló que el cooperativismo lo trajeron los inmigrantes que llegaron desde Europa.
“La primera cooperativa se formó en Entre Ríos y era organizada por emigrantes judíos”, recordó.
Era una forma de defenderse que usaban los pequeños y medianos productores para comercializar en conjunto porque “en aquellos años había problemas con los monopolios”. El Alto Valle no era ajeno a este contexto.


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