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Coaliciones para ganar ¿y para gobernar?

Al analizar los efectos del 2001 en los partidos, el politólogo Facundo cruz destaca el “bicoalicionismo” que ordenó el sistema, pero cuya extrema polarización complica la gobernabilidad.

La crisis económica, social política e institucional del 2001 afectó al sistema político, caracterizado desde 1983 hasta entonces por un bipartidismo (PJ-UCR) muy acentuado, que fue debilitándose hacia los ‘90 y terminó con una importante fragmentación durante toda la década siguiente. A partir de la instalación de la PASO en 2011, el sistema fue paulatinamente ordenándose en dos grandes coaliciones: la peronista (el Frente de Todos) y primero Cambiemos (luego Juntos por el Cambio) que parecen haberse estabilizado en los últimos años y concentran hasta el 70% de las preferencias electorales de los argentinos. Así lo analiza el politólogo Facundo Cruz, autor y coordinador del libro “Después del terremoto: el sistema político a 20 años de la crisis del 2001” que reúne además de su trabajo varios artículos de distintos académicos y especialistas sobre los efectos de este año que fue una bisagra histórica para la Argentina.

Facundo Cruz, politólogo y experto en análisis, derecho y gestión electoral, en la reciente #MaratónComPol de Cipolletti.

Cruz agrega que en la actualidad, el clima de fuerte polarización política e institucional pero también “social y afectiva” ha serivado en una especie de “empate institucional” entre las principales coaliciones que ha complicado la generación de los consensos políticos mínimos que necesita la gestión del país en medio de la crisis económica y social que ha profundizado la pandemia. Al mismo tiempo, destaca que los problemas de coordinación al interior de cada coalición política complejizan cualquier negociación, y que en la coyuntura actual los partidos provinciales como el MPN o JSRN podrían ser la llave de la gobernabilidad.

Debates dialogó con Cruz, que es magíster en análisis, derecho y gestión electoral, doctor en Ciencia Política (UNSAM) y profesor en la Universidad Torcuato Di Tella.

La crisis de representación que abrió el 2001 llevó a multiplicar la cantidad de partidos, que luego convergen en coaliciones.


Pregunta: Cómo se reordenó el sistema partidario después del 2001?
Respuesta: Un sistema partidario tiene etapas, está armado por partidos e influido por factores sociológicos (la base social sobre la cual se apoyan, esa conexión ideológica, programática, personalista o clientelar con la ciudadanía que representan) y factores institucionales (un conjunto de reglas que definen cuántos partidos políticos hay, si es fácil o difícil crearlos, cómo se tienen que armar las alianzas, cómo se distribuyen los recursos públicos). Argentina, desde 1983 , tiene un régimen bastante laxo para crear partidos políticos. En la primera etapa democrática, hay una fuerte identificación con el radicalismo y el peronismo, un bipartidismo presente hasta comienzos de la década del 90. Es decir, había un sistema con incentivos para crear muchos partidos, pero la ciudadanía no lo replicaba. Los nuevos partidos se concentraban regionalmente: el Bloquismo sanjuanino, el Renovador en Salta, el MPN en Neuquén, el Demócrata mendocino, Fuerza Republicana en Tucumán. Pero en general el sistema funciona de manera bipolar y bipartidaria, incluso con la aparición de la Alianza en 1995, donde comienza a verse una mayor fragmentación. En general el sistema se ordena en base a la premisa de un espacio peronista y otro no peronista, hasta 1999.

P: ¿Y después?
R: En 2001 vuelan todos esos soportes sociológicos, se detonan los vínculos representativos: es una crisis económica, social, política e institucional. El germen de esa crisis es social en su dimensión representativa: no se puede entender diciembre de 2001 sin la elección de octubre, cuando hubo una altísima proporción de voto en blanco y nulo. Roto el dique de contención que era esa estructura bipolar, dado que institucionalmente era fácil crear partidos políticos, surgen varias fuerzas de la descomposición en el radicalismo y el peronismo. Como no cambió la legislación electoral, el mecanismo que se halló para ordenar el sistema fueron las PASO, en 2011, que comienzan a definir un sistema de dos polos, pero que en vez de dos partidos son dos coaliciones, que agrupan a los principales partidos de Argentina.

P: ¿Qué diferencia hay entre este sistema bicoalicional y el anterior, bipartidario?
R: La coalición, en contraposición a un partido político, tiene un mecanismo de unidad más laxo. Los partidos tienen líneas internas, pero todos se quedan adentro; las coaliciones están formadas por partidos diferentes y se pueden desarmar. Hoy les “rinde” estar adentro, quizás mañana no. Hay un aspecto clave: en Argentina los partidos políticos tienen el monopolio de la representación, vos no podés juntar firmas y presentarte como independiente, tenés que ir por algún partido. Hoy el electorado está premiando a las coaliciones principales, las están votando, pero si en algún momento aparece un partido para una tercera o cuarta posición, entonces quizás se desarmen las coaliciones y compitan en solitario. Hay mayor margen de autonomía con respecto a los ‘80. Podríamos decir que el bicoalicionismo no es más frágil pero sí puede ser más transitorio. Por ahora están durando, para mi es una buena señal y una sorpresa al mismo tiempo, pero las coaliciones son menos estables que los partidos, tienden a armarse y desarmarse más fácilmente.


1.- Partidos y coaliciones en elecciones presidenciales 1983-2019

P: Vos destacás la estabilidad de las coaliciones argentinas ¿Esto ha impedido la fragmentación política que se ve hoy en Perú, Chile o Brasil?
R: El sistema simplifica la oferta electoral. Es más sencillo para el elector entender y comparar entre dos o tres posiciones definidas que entender 14 posiciones distintas. Si vos tenés que decidir sobre una política pública, por ejemplo el impuesto IVA: tenés tres posibilidades: bajarlo, subirlo o mantenerlo, no necesitás 14 partidos. O la interrupción voluntaria del embarazo: estás a favor o en contra. Cuando hay que definir políticas públicas tenés en general dos o tres opciones, no mucho más. Una ley cambia el status quo o lo va a mantener. La transmisión de la información electoral se simplifica cuando tenés menos opciones. Por eso tener dos coaliciones que reúnan a los principales partidos en dos opciones claras, diferenciadas y antagónicas, al electorado le resulta más sencillo. Chile y Brasil tuvieron en los 90 un sistema ordenado de coaliciones: Chile sale de la dictadura con la Concertación por un lado y una coalicion de derecha por otro. Brasil, después de Collor de Melo se ordenó en torno a dos ejes: uno alrededor del PSDB de Cardoso y otro alrededor del PT de Lula. Dos modelos, posturas , liderazgos claros. Ambos tuvieron momentos de crisis (sus propios 2001) y eso afectó a esos modelos. Chile y Brasil son un aprendizaje sobre lo que pasa cuando los sistemas coalicionales vuelan por los aires.

P: ¿Hay un déficit de institucionalización o diálogo interno en las coaliciones argentinas? viendo el caso de Chile, donde en los gobiernos de la Concertación y de Piñera había mecanismos regulares de debate interno.
P: Es cierto, en su funcionamiento las coaliciones argentinas no son tan estables como el modelo chileno. O en Uruguay, donde el Frente Amplio llegó a tal nivel de institucionalización que hoy se lo considera casi un partido, los órganos de la coalición están por encima de los partidarios. A ese nivel no hemos llegado, no por falta de reuniones sino por la transitoriedad de las reuniones. Esto es propio de los presidencialismos. El modelo chileno es interesante, la posibilidad de encuentro entre los líderes de los partidos y del gobierno es clave para la coordinación. En Argentina, los casos del Juntos por el Cambio y el Frente de Todos, nos muestra que estas reuniones no suelen perdurar. Se conforman mesas, pero luego no se les da valor. En Cambiemos, Macri llegó a tener 7 mesas políticas distintas, en los momentos de crisis, pero cuando la crisis se calmaba dejaba de darles importancia.

P: Se vio en el Frente de Todos, después de las elecciones con el intercambio de reproches vía cartas, renuncias y declaraciones, que algunos califican como “pimpinelismo de Estado”.
R: Exacto, no sé hasta que punto sirve, en nuestro presidencialismo, que las coaliciones tengan alto grado de institucionalización. Quizás lo que necesite Argentina no sean estructuras y normas, sino una dinámica más informal, una reunión cada tanto. La clave es cómo se organiza y se gobierna la coalición en su interior. El FdT tiene una mesa de tres patas: Alberto Fernández, Cristina Kirchner y Sergio Massa. Cada una de esas tres patas tiene el mismo poder de fuego respecto de la toma de decisiones al interior. Esta horizontalidad genera hacia abajo que cualquier decisión, acción, o cambio de rumbo termine en ellos tres. Todo pasa por ellos, desde las decisiones más básicas hasta las más complejas. Si no tenés delegación de esos procesos tenés que atender los conflictos internos todos los santos días. En el FdT esa horizontalidad tiene dificultades. Cambiemos tenía una horizontalidad similar, pero por encima estaba Mauricio Macri quien definía y eso le servía para una coalición que era minoritaria y tenía poco poder de fuego institucional (pocos gobernadores, minoría en las dos cámaras). Eso le permitió terminar su mandato y garantizar un margen minimo de gobernabilidad. El FdT no tiene una figura por encima. Hay retrasos, demoras, conflictos y tensiones que complican. Quizás la solución sea que las decisiones estratégicas y de largo plazo recaigan en ellos tres y las decisiones operativas queden en delegados de los tres sectores que deban reunirse periódicamente o todas las veces que sea necesario.


2-Partidos y coaliciones en elecciones a diputados nacionales, 1983-2021

P: ¿Cómo se puede llegar a un consenso político mínimo en este bicoalicionismo tan polarizado?
R: Me parece que el primer paso debiera ser un punto de acuerdo en torno a cuándo ceder, el bicoalicionismo polarizado no da las condiciones. Cada sector está muy atado a su agenda electoral. El primer paso es saber que hay que sentarse y establecer ciertos puntos de acuerdo, los que implica ceder en algunas de sus propias posturas. Los segundo es establecer algún paquete de reformas básicas. Hay tres línea posibles: un acuerdo en torno a como resolver la crisis de la deuda (negociación con el FMI),que hoy es ele je de la disputa discursiva entre gobierno y oposición: el gobierno acusa a la adminsitración anterior por la toma de la deuda y JxC asegura que se tomó esa deuda para pagar compromisos anteriores. Habria que dejar de lado esa disputa discursiva sobre las causas de la deuda y saber que es un problema a resolver, establecer un plan de pago. Los organismos internacionales demandan ese consenso. Lo segundo en como avanzar en un proceso de reactivación económica, la economía da algunas señales de recuperación de la pandemia, que requiere un acompañamiento de política de estado más solidas, sobre todo atacar los altos niveles de pobreza. Y avanzar con una agenda institucional en puntos clave como ajustes a las reforma de la PASO (que no se discuta cada dos años si hay que suspenderlas o sacarlas, aunque hay consenso en que son perfectibles) en la designación del Procurador general de la Nación, la Corte Suprema de Justicia, el Consejo de la Magistratura, que no forman parte de la prioridad de la agenda cotidiana, pero hacen la funcionamiento del sistema político. Pero todo esto depende de si los niveles de polarización bajan y esto es entera responsabilidad de los actores partidarios.


Las fuerzas como el MPN y JSRN ganan importancia para bloquear o destrabar iniciativas del gobierno o de la oposición.

Las fuerzas provinciales se quedaron con la “llave de la gobernabilidad”


P: En las últimas elecciones se ha dado en las provincias de Río negro y Neuquén el triunfo de partidos provinciales, que se plantan como por fuera de la famosa “grieta”. En el caso de Neuquén, con el MPN que acumula más de 50 años de historia, y en el JSRN, con pocos años de vida ¿Cómo ves este fenómeno? ¿Que rol tienen los partidos provinciales o terceras fuerzas en este sistema bicoalicional tan fuerte?

R: Bueno, creo que hoy, en una forma coyuntural que no llega a tener carácter sistémico, tanto el MPN como JSRN, el Frente de la Renovación de la Concordia en Misiones, tienen hoy la clave de la gobernabilidad en el país. Porque la relación de fuerzas en el última legislativa llevó a que, si bien hubo un perdedor que fue el gobierno nacional, institucionalmente quedó en un empate. Porque en Diputados y también en Senadores ninguno quedó con chances de tener quórum o mayoría propia por sí solos. Se vio en la discusión de bienes personales: el senador Alberto Weretilneck fue clave sentándose en su banca y votando el proyecto, junto a una senadora de Córdoba y otra de la Rioja, que tienen su propio bloque. Pasó con el fracaso del presupuesto también. Hoy las fuerzas ancladas regionalmente se han convertido en la clave de la gobernabilidad, porque ante dos jugadores empatados institucionalmente, pueden ayudar a avanzar la agenda legislativa del gobierno o a ayudar bloquearla junto con la oposición. Esto no es tan nuevo, en la historia Argentina se ha repetido: Carlos Menem tuvo para su proceso de reforma del Estado, las privatizaciones y la desregulación, necesitó muchas veces de los votos de partidos provinciales con representación parlamentaria: el Frente Republicano, el Movimiento Popular Neuquino, el Pacto Autonomista Liberal de Corrientes. Hoy, en un bicoalicionismo que además está muy polarizado, donde hay muy pocos contactos entre las coaliciones para ponerse de acuerdo y no hay consensos mínimos necesarios, las fuerzas provinciales hoy tienen la llave de la gobernabilidad. La grieta es tan marcada hoy que oficialistas y oposición ni siquiera pueden juntarse para intentar un acuerdo, ahí es donde los provinciales tienen para ganar.

P: Esta polarización extrema, como la describís, tiene una paradoja: ayuda a ordenar y a ganar elecciones pero hace complejo gobernar… las dos últimas coaliciones gobernantes han tenido muchos problemas para llevar adelante sus agendas…

R: Absolutamente. La polarización te da réditos electorales pero te perjudica a la hora de gobernar, a la hora de tomar decisiones. Vos podes crecer en votos cuando polarizás y mostrás diferencias con tu rival, pero la política sigue siendo el arte de tomar decisiones a partir de cierto consenso. En un ciclo electoral donde votamos cada dos años, les cuesta a los dirigentes argentinos traducir esta polarización electoral en procesos de acuerdo a nivel institucional y gubernamental, se generan situaciones de empate que aumentan los costos de la gobernabilidad, se dificulta tomar decisiones, el tiempo en aprobar las leyes, el tiempo en implementar procesos de reforma. El año que viene no es electoral en Argentina, sería el momento de probar reformas impositivas, judciiales, electorales (hay propuestas para modificar las PASO, por ejemplo). Para eso necesitás que los actores se sienten a negociar y las dificultades que tuvimos en proyectos como el presupuesto y bienes personales en esta semana marcan un pauta de cómo se podría comportar el Congreso en los próximos dos años.

P: No es un panorama alentador…

R: Bueno, uno siempre es optimista, te lo digo como hincha de Racing (risas) , pero con lo que pasó con las últimas leyes y lo que surgió de las discusiones e intercambios no hay elementos para el optimismo. Porque además de la polarización electoral que se traduce en lo institucional hay una polarización social y afectiva muy importante. Cada uno de los espacios en Argentina tiene sus propios apoyos mediáticos y en redes sociales que potencian el propio discurso. Cada uno conversa en su propia burbuja. Unos te van a decir que fue el discurso de Máximo Kirchner detonó el trámite del presupuesto, mientras otros te dirán que había un acuerdo y la oposición dio marcha atrás. Y cada uno va reforzando sus propios preconceptos sobre la realidad política.


Un libro para entender el 2001

El libro “Después del terremoto. El sistema político argentino a 20 años del 2001” se propone como un proyecto independiente, académico, analítico y sin fines de lucro para realizar “un rastreo de
distintas aristas de la política argentina para describir y explicar estos 20 años de una de las crisis más grandes del país”. Reúne trabajos de Camila Perochena , Mauricio Vázquez ,Facundo Cruz , Alejandro Gunsberg , Ernesto Calvo, Mariana Prats ,Lara Goyburu , Fernando Suárez , Eduardo Minutella , Sol Prieto , Danilo Degiustti , Constanza Mazzina, Roberto Bavastro, María Eugenia Coutinho, Margarita Fernández, Silvia Toscano, Patricio Cetrángolo , Juan Battaleme , Paola Ferrari , Nelson Cardozo , Miguel Gratacos y Yanina Welp .

Está disponible gratuitamente en https://terremotodosmiluno.wordpress.com/


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La crisis económica, social política e institucional del 2001 afectó al sistema político, caracterizado desde 1983 hasta entonces por un bipartidismo (PJ-UCR) muy acentuado, que fue debilitándose hacia los ‘90 y terminó con una importante fragmentación durante toda la década siguiente. A partir de la instalación de la PASO en 2011, el sistema fue paulatinamente ordenándose en dos grandes coaliciones: la peronista (el Frente de Todos) y primero Cambiemos (luego Juntos por el Cambio) que parecen haberse estabilizado en los últimos años y concentran hasta el 70% de las preferencias electorales de los argentinos. Así lo analiza el politólogo Facundo Cruz, autor y coordinador del libro “Después del terremoto: el sistema político a 20 años de la crisis del 2001” que reúne además de su trabajo varios artículos de distintos académicos y especialistas sobre los efectos de este año que fue una bisagra histórica para la Argentina.

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