Una nueva mirada sobre la colonización española de la Patagonia
Investigadoras de Bariloche, La Plata y Buenos Aires exploraron restos del Fuerte San José, en Península Valdés y encontraron pruebas que no coinciden con el relato oficial
Los documentos oficiales pueden contar una historia, pero la investigación en arqueología permite encontrar pruebas que cuestionan los relatos. Desde esa ciencia, investigadoras de la Universidad Nacional de Río Negro y de diferentes institutos del Conicet están revelando cómo se llevó a cabo el poblamiento español en la Patagonia.
El equipo de investigadoras en arqueología se centró en el caso del Fuerte San José, que funcionó en la Península Valdés, en la actual provincia de Chubut, entre 1779 y 1810.
El fuerte estuvo en el extremo oeste del Golfo San José en la Península Valdés. Tenía una plaza cerrada, con habitaciones para el Superintendente, cuadras, almacenes, caballeriza y capilla. Por fuera de la Plaza, había dependencias precarias, un hospital, el camposanto y una batería emplazada sobre un cerro.
El fuerte San José fue el primer asentamiento creado por la Corona de España como parte del plan de colonización de la costa atlántica patagónica a fines del siglo XVIII.
Casi de manera simultánea se creó el Puesto de la Fuente, un asentamiento que era de carácter productivo y complementario al Fuerte San José, y se ubicaba a 30 kilómetros. Permitía el abastecimiento de la población y de los animales y se aprovechaba una salina cercana.
Las investigaciones arqueológicas empezaron en 2010 y se hacen para comprender los modos de vida, la complejidad de las relaciones interétnicas entre colonos y las poblaciones nativas y las estrategias de supervivencia en contextos en los que predominaban la escasez de recursos y la hostilidad.
El equipo científico está conformado por las arqueólogas Silvana Buscaglia, del Instituto Multidisciplinario de Historia y Ciencias Humanas, en Ciudad de Buenos Aires y Marcia Bianchi Villelli, del Instituto de Investigaciones en Diversidad y Procesos de Cambio, en Bariloche, provincia de Río Negro.
A partir del año 2014, se sumaron al equipo Solana García Guraieb, del Instituto Nacional de Antropología y Pensamiento Latinoamericano y Augusto Tessone, que trabaja en el Instituto de Geocronología y Geología Isotópica, del Conicet y la Universidad de Buenos Aires.
Desde entonces han publicado numerosos trabajos, incluyendo el primer plano arqueológico del sitio Fuerte San José, por el cual se integraron los análisis de documentación histórica y cartográfica con los resultados de las campañas arqueológicas que hicieron.
“El Fuerte San José tiene algunas características especiales que lo diferencian del resto de los enclaves que se establecieron en la región -contó la doctora Buscaglia-. Fue un asentamiento precario”. Para el momento de su creación, ya existía el Fuerte Nuestra Señora del Carmen. Se sabe que el Fuerte San José fue habitado por una pequeña población militar que rotaba anualmente.
En 1810 las tensiones con las poblaciones indígenas desembocaron en un ataque y provocó la muerte de la mitad de sus ocupantes, contó Buscaglia. Para la Corona Española, el Fuerte era uno de sus sitios estratégicos. “Los establecimientos fueron pensados como enclaves fronterizos por ser explícitamente defensivos”, señaló Bianchi Villelli.
Se buscaba reafirmar la presencia española frente a los avances ingleses en la región, que fueran resguardos en los puertos naturales y que actuaran de apoyo para la explotación de los recursos marinos y de la sal de la zona.
Como la Corona española centralizaba el abastecimiento de las poblaciones y la única comunicación que tenían con el Río de la Plata era la vía marítima, los sitios como el Fuerte San José cumplieron también la función de incorporar los puertos al sistema de intercambio colonial.
Para conocer algunas características de las personas que permanecían en el Fuerte, Solana García Guraieb y Augusto Tessone trabajaron desde la bioarqueología, que permite dar cuenta del perfil biológico de las poblaciones del fuerte.
“Pudimos obtener mucha información a partir de estudios osteológicos y bioquímicos. Detectamos un camposanto y pudimos contrastar la información documental acerca del perfil biológico, masculino y adulto, de los pobladores, así como sus condiciones de salud precarias”, señaló.
Los habitantes del Fuerte sufrieron enfermedades como el escorbuto. “Los análisis de isótopos estables mostraron características acerca de la dieta e indicaron una diversidad de destinos de procedencia de sus residentes, incluyendo posiblemente regiones del Caribe”, comentó García Guraieb.
Frente a la Isla de los Pájaros (Istmo Florentino Ameghino en la Península Valdés), hay actualmente una” réplica” de lo que habría sido la capilla del fuerte San José. El equipo arqueológico descubrió que la réplica no se encuentra en el mismo lugar donde el Fuerte estaba realmente. Tampoco la réplica de la capilla es similar a la original.
La réplica está inspirada en realidad en la capilla colonial de la Ciudadela de Montevideo, Uruguay. Por una confusión en los archivos entre la batería de Montevideo y el fuerte patagónico, ambos con el mismo nombre, los planos se asignaron erróneamente a la Península Valdés.
“Estábamos paradas en el campo y recordábamos los planos y notábamos un importante desfasaje con la narrativa. Las verdaderas instalaciones del San José se realizaron con materiales precarios. Era un fuerte de palos y cueros sin buenas condiciones de abrigo, alimentación y con escasez de agua dulce”, describió Bianchi Villelli sobre un momento de la campaña.
Las investigaciones se han llevado a cabo con subsidios del Conicet y de la Agencia Nacional de Promoción de la Investigación, el Desarrollo Tecnológico y la Innovación
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