¿Siempre el perro fue amigo de los humanos en Patagonia? 

Científicos de instituciones públicas aportaron pistas sobre cómo los animales eran considerados por las sociedades cazadoras - recolectoras.

Lealtad, nobleza y compañía incondicional hasta la muerte. El vínculo emocional entre los humanos y los perros parece haber sumado un antecedente a través del hallazgo de los restos fósiles de aproximadamente 500 años en la meseta de Somuncurá, en Patagonia. 

Son restos de un can que aportan evidencias sobre el rol social y el estatus de los animales dentro de las sociedades cazadoras – recolectoras que habitaron la Patagonia hace cientos de años. 

Esta línea de investigación, que había sido poco explorada, fue indagada por científicos de CONICET y la Universidad Nacional de La Plata (UNLP), con el apoyo del área de Patrimonio de la Secretaría de Cultura de Río Negro. Uno de sus más recientes trabajos fue difundido en la revista Archaeological and Anthropological Sciences de la editorial Springer. 

El trabajo se centró en el estudio de restos óseos de un perro que habían sido descubiertos por el arqueólogo Rodolfo Casamiquela en 1954 en la Sierra de Apas, ubicada en el límite entre las provincias de Río Negro y Chubut. Desde entonces este perro —del cual solo se recuperó el cráneo y un fémur— formó parte de la División Arqueología del Museo de La Plata. Sin embargo, los restos no fueron estudiados en profundidad en aquel momento.  

“Partimos de la hipótesis de que dentro de estas sociedades cazadoras-recolectoras existía cierta diferenciación entre los perros. Había algunos que ostentaban una posición social mayor y había otros que tal vez tenían menor estatus”, comentó a Diario RÍO NEGRO Lucio Venanzi, doctor en Ciencias Naturales y primer autor del trabajo que hizo el estudio de los restos durante los últimos años. 

Algunos documentos del siglo XIX revelan que los perros tenían diversos roles dentro de las antiguas poblaciones, como podía ser la caza, la protección y el transporte de cargas. Pero algunos ejemplares recibían cuidados y atención “privilegiada” por parte de los humanos. 

Para poder desentrañar ese interrogante de trabajo, se realizó un estudio interdisciplinario. Eso incluyó análisis morfológicos y químicos de los huesos, además de la inferencia del tipo de dieta, a través de la observación del sarro presente en los dientes del animal. El objetivo fue establecer la alimentación y sus condiciones de vida. 


Qué reveló el estudio 


Una de las primeras observaciones realizadas fue la evidencia de una anomalía en la articulación de la cadera. “En este caso tenía una lesión en la cabeza del fémur y concluimos que este perro sufría de una displasia de cadera. Este trastorno le habría generado limitaciones en su movilidad”, detalló a Diario RÍO NEGRO, la antropóloga Victoria Romano. 

Los investigadores estiman que, debido a ese problema, el animal no habría sido de utilidad para propósitos como la caza o el transporte de cargas. Sin embargo, el perro fue “sistemáticamente” alimentado con el mismo tipo de comidas consumidas por las poblaciones de la meseta.  

El perro estudiado se asemejaba al actual linaje de los Springer Spaniel inglés. Crédito Pixabay

“Esto da indicios de que era cuidado en algún punto. Junto con el hecho de que haya sido enterrado en un lugar altamente sacralizado. Lo que nos da una idea de que era un perro valorado socialmente. Esto posiblemente tenga que ver con un lazo emocional”, agregó Venanzi. 

Una de las primeras pistas que permitieron corroborar la hipótesis de trabajo es el sitio en el que el perro fue encontrado en Somuncurá. Los reportes de Casamiquela describen que los restos del animal estaban ubicados en un nicho mortuorio a escasos metros de la tumba de un ser humano. Se presume que ambos enterratorios habrían tenido algún tipo de “asociación”. 

Según revela la publicación, el sepulcro de animales junto con seres humanos, permitía a los sujetos “viajar acompañados al más allá”. Por lo tanto, la inhumación revestía un carácter profundamente ritual.  

Estos puntos permitieron arribar a los investigadores a la conclusión de que existía quizás sobre este animal un vínculo “emocional”, comparable al existente hoy en día entre las personas y los canes. Eso permitiría explicar su nivel de cuidado y el tipo de preservación de sus restos.  

Además, el estudio del sarro dental demostró que el perro había sido alimentado con comida procesada. “Se pudo identificar que consumía algarrobo y otro conjunto de plantas asociados a tubérculos silvestres”, añadió Venanzi. 


Prehispánico o poshispánico 


Los restos del perro de Sierra de Apas fueron sometidos a dataciones de carbono 14 para corroborar su edad. Según datos inéditos de Casamiquela, esos restos arrojaron una cronología de entre 538 y 281 años antes del presente. 

“Aprovechamos esta publicación para presentar formalmente la edad de este perro. Pero es un tanto problemática, porque una parte se da en tiempos prehispánicos y otra en tiempos poshispánicos”, consideró Venanzi. 

Estas fechas ocasionan a los investigadores una limitación en el estudio de los canes antiguos. No es posible determinar si se trataba de un perro adquirido a partir del contacto con la población occidental o si era nativo de América. En caso de ser precolonial, representaría el registro más austral de la especie en la Argentina. 

El científico Lucio Venanzi fue el primer autor del trabajo sobre los restos del perro/UNLP/CONICET

El consenso científico establece que los primeros perros ingresaron al continente con las oleadas migratorias humanas hace 15 mil años. A partir de allí, se fueron diseminando de norte a sur.  

“Hoy sabemos que en Sudamérica los perros más antiguos descubiertos tienen alrededor de cinco mil años y se hacen cada vez más cercanos en el tiempo a medida que se avanza hacia el sur”, concluyó el primer autor. Sin embargo, los registros sobre los canes son sumamente escasos.  

Por último, el trabajo estableció que el perro no pertenecería a la raza de los perros sin pelos originarios de América. Más bien, se asemejaba al actual linaje de los Springer Spaniel inglés. 


Qué se sabe de los perros de la Patagonia 


Son pocos los registros existentes de perros que habitaron junto con las sociedades cazadoras – recolectoras de la Patagonia. Sin embargo, se estima que la colonización de estos mamíferos en el sur de Sudamérica se produjo hace 900 años.  

Este número condice con dos hallazgos importantes, que se suman al descubierto en la meseta de Somuncurá. El primero de ellos fue en 2021 en el Archipiélago de los Chonos, en Chile. Se trató del primer registro de un perro en la Patagonia chilena. Su edad fue estimada en 730 años antes del presente.  

Recientemente, científicos de CONICET lanzaron un estudio sobre un perro que habría sido destinado para el transporte de carga, lo que representa el primer caso arqueológico de este tipo para el Cono Sur. Se trató del esqueleto de un macho de entre dos y tres años de edad, encontrado en cercanías de la localidad de Sarmiento, en Chubut. 

“Son sumamente escasos los restos de perros. Todavía no podemos comprobar si esto se debe a que estas poblaciones tenían pocos perros, o si la baja visibilidad de la especie se puede corresponder con otros factores, como la conservación”, explicó Lucio Venanzi sobre las causas de la escasa información. 

Tampoco existen precisiones sobre los canes domésticos en el arte rupestre, a diferencia de las típicas representaciones de guanacos que se multiplican en las cuevas del sur de Argentina. “En Patagonia no hay indicios de conexión con el arte rupestre, pero esto no quita que los perros hayan tenido un estatus social importante. Simplemente por algún motivo, que desconocemos hasta ahora, no estaban siendo representados”, agregó Venanzi.  


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