Impulsan la biotecnología a partir de un hongo y el erizo de mar en Patagonia

Son iniciativas en Bariloche y Puerto Madryn. Se hacen a partir de investigaciones del Conicet.Uno de los proyectos implicará la construcción de una planta para producir alimento balanceado sin aditivos. El otro ya produce suplemento dietario antioxidante

En la Argentina, hay más de 200 empresas dedicadas a ofrecer productos y servicios basados en la biotecnología. Desde la Patagonia, ahora hay dos iniciativas de investigadores del Conicet que intentan generar productos que son más amigables para el ambiente y con menos costos.

Una de las iniciativas se pone en marcha en Bariloche, provincia de Río Negro. La otra avanza en Puerto Madryn, Chubut, con la creación de una empresa startup que se dedica al cultivo de erizos de mar.

En ambas iniciativas, hay equipos de investigadores científicos que el Conicet y otras instituciones vienen apoyando para que realicen investigaciones básicas, pero con potenciales aplicaciones, que pueden resultar beneficiosas para la salud y la alimentación de los seres humanos y otras especies que habitan el planeta.

La biotecnología es la aplicación tecnológica de herramientas de ingeniería genética. Utiliza organismos vivos para obtener bienes y servicios. Desde los años ochenta, sus aplicaciones fueron el mejoramiento de cultivos, microorganismos y animales para la ganadería.

Las dos iniciativas biotecnológicas en Patagonia se suman ahora con características únicas en el país. La de Bariloche se basa en las contribuciones de un grupo de investigación del Instituto Andino Patagónico de Tecnologías Biológicas y Geoambientales, más conocido como el IPATEC, que depende del Conicet y la Universidad Nacional del Comahue.

El Conicet firmó un convenio con la compañía Grupo Harmony, que construirá una planta biotecnológica en Bariloche para producir y exportar el pigmento natural astaxantina. Se contará con el financiamiento del Banco de Inversión y Comercio Exterior (BICE) y del Ministerio de Desarrollo Productivo de la Nación, y se instalará en el Parque Productivo Tecnológico Industrial Bariloche (PITBA).

En diálogo con RIO NEGRO, el científico Diego Libkind, director del IPATEC e investigador del Conicet, comentó: “En nuestro instituto, venimos estudiando sobre la biodiversidad de las levaduras -que son hongos- en diferentes ambientes: ríos, suelos, lagos, glaciares, bosques. Hace un tiempo, durante mi tesis doctoral, encontramos una especie de levadura que produce un pigmento de color naranja al ser cultivado. La levadura se conocía en el hemisferio Norte, pero hasta ese momento no se había descripto en el hemisferio Sur”.

La levadura es el hongo Phaffia rhodozyma, un microorganismo unicelular que habita naturalmente en los bosques andino-patagónicos. Esa levadura produce la astaxantina, que puede ser utilizada como suplemento dietario y como nutriente natural para la alimentación acuícola de los salmones, langostinos, camarones, langostas y flamencos.

“En la naturaleza, las truchas y los salmones obtienen el pigmento rosado al ingerir algas y crustáceos -señaló Libkind-. Nos pusimos a evaluar si se podía hacer una explotación biotecnológica y más sustentable para reemplazar los pigmentos sintéticos con los que se alimenta a las truchas de los criaderos”, añadió. Si bien el pigmento se ha producido de manera artificial para incluir en los alimentos balanceados para criaderos de salmones y truchas, su costo es muy alto.

Por esto, contó Libkind, la propuesta ahora es que se produzca el pigmento astaxantina sin aditivos. Al desarrollarse esta opción biotecnológica, se podrán conseguir certificaciones de producción orgánica de salmónidos”. El científico detalló también en qué etapa de la iniciativa están.

“Estamos optimizando la producción a escala del laboratorio y semi-piloto. Buscamos producir la levadura en biorreactores, separarla después del líquido, y secarla para incorporarla en los alimentos balanceados”, afirmó.

“También tenemos un grupo de colaboradores en salmonicultura donde se pueden hacer ensayos para testear la palatabilidad del pigmento. El objetivo es proveer este pigmento alternativo a los productores”, explicó. Fue en 2014, cuando Libkind y su equipo en conjunto con investigadores portugueses publicaron en la revista Molecular Ecology el hallazgo de especies de levaduras productoras de astaxantina provenientes de Australia y Nueva Zelanda y poblaciones exclusivas del sur de la Argentina.

Los peces reciben el alimento balanceado con el pigmento astaxantina generado de manera sintética. Con el convenio entre el Conicet y la empresa Grupo Harmony, se busca entonces llevar a escala productiva y comercial un desarrollo propio que tendrá impacto a nivel internacional, pero principalmente en la industria local de producción de truchas, según Libkind.

La iniciativa contempla la construcción de una planta industrial en Bariloche con una producción inicial basada en dos biorreactores de mil quinientos litros. El producto se introducirá primero en el mercado local y el resto se destinará a la exportación. Después, la empresa proyecta triplicar la producción.

Libkind contó que la levadura puede tener otras aplicaciones. Porque el pigmento astaxantina es también un potentísimo antioxidante. “Tiene muchos usos en cosmética y nutracéutica. Aún requiere un recorrido de regulación para que se pueda incorporar en el consumo humano en la Argentina”, reconoció. También tenemos una patente sobre compuestos para protectores solares a partir de la levadura”, subrayó.

Según Martín Moliné, investigador del IPATEC, la iniciativa en Bariloche también ayudará a impulsar y fortalecer desarrollos en la materia que cuentan con distintos grados de avance en la Patagonia, pero que no han podido materializarse debido a la inexistencia de plataformas de escalado de biotecnologías”.

Colaboración del sector público y el privado

La levadura Phaffia rhodozyma produce la astaxantina, un pigmento antioxidante que es aproximadamente quinientas veces más potente que la vitamina E. Los estudios sobre ese hongo son llevados a cabo en Bariloche por Martín Moliné, Diego Libkind, Martin Ducos, Ignacio Bolognino, Victoria Santos, Pablo Gutiérrez, Pablo Soraire y Luciana Cavallini.

Se trata de un equipo multidisciplinario con experiencia en desarrollos biotecnológicos y su transferencia al sector productivo.

Por el convenio que firmó el Conicet, los conocimientos del grupo del Itapec servirá para la producción biotecnológica en una planta en Bariloche. La planta estará a cargo del Grupo Harmony, que se creó en 1990, y se dedica a la industria de la alimentación. Ya se encuentra en más de 14 países de Latinoamérica.

Hace siete años esa empresa privada dio un fuerte impulso a la innovación y comenzó a trabajar en colaboración con universidades e institutos.


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