Cómo cuidar al planeta con los aportes de la biotecnología 

En Bariloche, científicos expusieron sus grandes aportes durante el encuentro Migración de ideas.

La científica María Eugenia Farias y equipo fundó una startup que usa microorganismos como fertilizantes de cultivos

Durante las últimas dos décadas la Argentina se destacó en América Latina por sus desarrollos en el campo de la biotecnología, que consisten en la aplicación de la ciencia y tecnología a organismos vivos o sus componentes para producir productos, procesos o servicios útiles para la sociedad. Ese impulso se reflejó en el encuentro “Migración de ideas”, organizado por la Fundación Balseiro. Se realizó en Bariloche el 2 de noviembre pasado. 

Como expositores contó con la presencia de investigadores que empezaron haciendo descubrimientos de ciencia básica y llegaron a hacer grandes desarrollos con valor social, científico y económico.   

Una de las expositoras fue María Eugenia Farías, bióloga especializada en microbiología ambiental, quien contó su recorrido, el cual la llevó a ser fundadora de PUNA Bio, una empresa startup que se dedica a la agricultura regenerativa al producir inoculantes que aumentan los rendimientos, reducen las emisiones de carbono y restauran suelos degradados.  

“Estamos hechos de polvo de estrellas”, dijo al introducir su trabajo con los estromatolitos, que son microorganismos que sobreviven a condiciones extremas como las altas temperaturas y se consideran “extremófilos”.  

En 2009, cuando era investigadora del CONICET, Farías descubrió que aún existían ecosistemas de ese tipo de microorganismos vivos en la Puna argentina. Tras 15 años de estudios y de liderar una campaña para preservarlos, identificó junto a su equipo que los microorganismos podían servir como fertilizantes de cultivos. Así fundó su empresa, que hoy es pionera en el mundo. 

Federico Ariel desarrolla tecnologías basadas en el ARN para que la agricultura use menos productos tóxicos

“Vimos que la conservación era economía: demostrar que preservarlos podía ser económicamente rentable. Así vino la transformación”, afirmó. “Los extremófilos se aíslan en laboratorios, se seleccionan, se pasa al invernadero, luego al campo, las mejores vuelven al laboratorio para hacer bioformulación”, explicó. En la actualidad ya tienen dos productos en el mercado para soja y trigo.  

Durante el encuentro en Bariloche, también habló Federico Ariel, quien el año pasado fue ganador del premio UNESCO Fundación Al-Fozan International Prize, dedicado a jóvenes investigadores. En el Instituto de Agrobiotecnología del Litoral, que depende del Conicet y la Universidad Nacional del Litoral, el doctor Ariel desarrolló una investigación pionera que profundiza la comprensión del papel del ARN largo no codificante en las plantas. Para avanzar en su trabajo, el científico también creó con colaboradores una startup, llamada APOLO Biotech.

Contó con el respaldo del CONICET. Desde ese espacio, desarrolla tecnologías basadas en el ARN para los cultivos, con un enfoque libre de organismos genéticamente modificados. De esa manera se busca impulsar la productividad y se aprovecha la amplia variedad de variedades locales. “Hay que apoyar la ciencia básica”, dijo Ariel para resaltar que es necesario que los Estados apoyen con subsidios la investigación. 

Hugo Menzella participó en la creación de varias empresas biotecnológicas desde Rosario

En tanto, Hugo Menzella detalló como pasó de ser un alumno que era desaprobado en la escuela hasta convertirse en un científico que pudo dirigir un instituto del Conicet y crear varias empresas. Se especializa en biología sintética e ingeniería de procesos. Es director del Instituto de Procesos Biotecnológicos y Químicos de Rosario y fundó Keclon, que se dedica al desarrollo y comercialización de enzimas con foco en las industrias de aceites comestibles, alimentos, biodiesel y nutrición animal. 

Con su empresa lograron, por ejemplo, aumentar el rendimiento en la producción de biodiesel y de aceite de soja. 

Además, comentó que ya registra 10 startups formadas, 34 aplicaciones para patentes internacionales, 27 millones de dólares de inversión privada y más de 100 puestos de trabajo. “En los últimos 40 años todos los países que salieron de la pobreza lo hicieron desarrollando tecnología. La Argentina tiene ciencia de altísima calidad, pero nuestra producción tecnológica está muy lejos de ser la esperada de acuerdo a su producción científica. Es un gran momento histórico para hacerlo por la alta demanda”, dijo Menzella. 

El presidente ejecutivo de Fundación que organizó el encuentro, el doctor Carlos Balseiro, brindó también un discurso en el que mencionó un cuento del escritor Jorge Luis Borges para reflexionar sobre la importancia de la búsqueda de conocimiento científico y del salto esencial que significa desarrollar tecnología.

“Cuando uno comprende, siente una gran alegría. Es como meter un gol en una final. Hay gente que no se conforma con eso, cuando comprendió quiere dar un paso más, brindar algo a la sociedad y eso es la tecnología”, dijo. Además, destacó la importancia de la universidad pública para quienes quieran seguir una carrera en biotecnología. 


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