Chau al manicomio: Río Negro dio el primer paso y lo imitan en el exterior
Es un cambio cultural en la atención de la salud mental. Empezó en 1991 con el cierre del hospital neuropsiquiátrico de Allen.
Hace 22 años la provincia de Río Negro logró romper con un gran estereotipo: que todas las personas con trastornos de salud mental eran peligrosas y que había que encerrarlas porque no tienen cura. Fue cuando se inició una experiencia que demostró que las personas, que pasaron a considerarse usuarias de los servicios de salud mental, no son irrecuperables sino que pueden estar incluidas socialmente.
Río Negro empezó a transitar un camino que, pese a las dificultades y las resistencias de la sociedad, fue imitado por otras provincias y países de la región. La apuesta fue tratar el padecimiento mental de una persona dentro de su propia comunidad.
El término “desmanicomialización” resulta ser un neologismo rionegrino que hoy emplean todos los países de la región. Pero si se rastrea en la Real Academia Española, el término no existe.
La historia se remonta a 1991 cuando Río Negro tomó la decisión de cerrar el primer hospital psiquiátrico del país localizado en Allen, donde había entre 70 y 80 personas internadas como promedio.
Poco después de esta clausura, llegó la sanción de la ley provincial 2440 en 1991. Fue la primera de su tipo en Argentina y en la región de América del Sur. Mirta Elvira, doctora en Salud Mental Comunitaria, enfatizó que la provincia de Río Negro primero aplicó la ley y luego “la escribió”.
“El artículo 10 de la norma, por ejemplo, desconoce como válido cualquier medio terapéutico que pueda provocar malestar o daño a la persona, como el electroshock o técnicas relacionadas a la tortura. No es menor que esto esté en la ley. Son prácticas que en otros países se siguen aplicando”, señaló Elvira, quien también es docente de la Universidad Nacional de Río Negro (UNRN).
Una de cada cuatro personas en el mundo padece algún trastorno mental, según la Organización Mundial de la Salud. El planteo rionegrino fue que si una persona enferma en su comunidad, también allí debe recuperarse. Pero este proceso generó una fuerte resistencia en varios sectores de la sociedad.
“Teníamos que explicar y fundamentar el cambio porque la sociedad tenía incorporado que el enfermo mental era peligroso y que su deterioro era progresivo. La desmanicomialización demostró que si se lo atiende dentro de su comunidad tiene más chances de recuperarse y volver a su vida habitual”, explicó a RIO NEGRO el médico psiquiatra Hugo Cohen, exjefe del Departamento de Salud Mental del Ministerio de Salud de Río Negro entre 1985 y 2000.
Elvira planteó que cuando una persona sufre una crisis, la sociedad -que no está preparada- reclama su encierro e internación. “¿Por qué como comunidad no nos hacemos cargo de que es un problema de todos? Nos resulta más sencillo sacarnos el problema de encima”, afirmó.
Consideró que cuando la gente cuestiona la desmanicomialización, en realidad “se refiere a la implementación de la ley”. “El problema no es la ley. Tiene una base de derechos humanos con la que es imposible no estar de acuerdo. El tema son las decisiones políticas. La recomendación es que se destine un 10% del presupuesto de salud para salud mental. Pero no tiene un presupuesto acorde. Está comprobado que si se atiende la salud mental habrá un menor impacto en el sistema sanitario”, advirtió.
Otro costado oscuro, indicó, es el hecho de que las obras sociales y prepagas no cumplen con la ley y no tienen guardias de salud mental. De modo que el impacto directo es sobre la salud pública. “La gente que tiene prepaga debe ir al hospital y a la vez, el hospital no da abasto”, señaló.
Cuando una persona tiene una crisis, llega a la guardia de un hospital donde es atendida por médicos generalistas. “Se convoca al profesional de Salud Mental que esté de guardia y se evalúa la estrategia. La persona se interna en una sala general, con un esquema farmacológico”, explicó Sandra Caccavo, psicóloga del Servicio de Salud Mental del hospital de El Bolsón, compuesto por psicólogos, médicos, operadores y un cuerpo de residentes interdisciplinario.
Por lo general, los casos más extremos requieren internaciones entre 10 y 20 días. Luego se establece un tratamiento ambulatorio y las necesidades de esa persona “en función de la red que tenga (vivienda, calefacción, trabajo, entre otros)”.
Elvira agregó que, en el caso de Bariloche, “si la persona no está preparada para el alta, se acude al dispositivo de alojamiento asistido Ruca Hue, una casa del Instituto Provincial de Tierras y Vivienda (IPPV). Los operadores van armando una red para que las personas vuelvan a la comunidad”. La ciudad cordillerana también cuenta con el centro cultural comunitario Camino Abierto, que depende del hospital Ramón Carrillo de Bariloche, y propone diversas actividades de inclusión social para los usuarios del Servicio de Salud Mental.
Con más de dos décadas de experiencia en Río Negro, Cohen aseguró que hay infinidad de estudios sobre los resultados favorables de la desmanicomialización. “Se notan grandes diferencias. ¿Significa que todo anda bien? No. ¿Que todo se resuelve? No. Pero claramente hay mejoras si se compara con años atrás”, aseveró Cohen.
Atención profesional: Cómo cambió
En 1985, había solo cinco servicios de Salud Mental en los hospitales generales y cuando un cuadro resultaba complejo “se mandaba a la persona al manicomio”. Hoy son más de 30 servicios en Río Negro.
“Antes los profesionales que trabajaban en salud mental eran 67. Cuando dejé mi cargo eran 220”, ejemplificó Hugo Cohen, ex-asesor en Salud Mental para Sudamérica de la OPS desde 2000 al 2015.
Más allá de que se cuadriplicó la cantidad de profesionales, cambió el protocolo de procedimiento, con la visita a domicilios y la internación en hospitales generales. Aún faltan estructuras intermedias indispensables para la rehabilitación, como hogares de tránsito o de día para darle continuidad a los cuidados con casas de medio camino y articular con otras áreas.
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