Charlie Watts: espíritu de jazz, corazón de piedra

El baterista de los Rolling Stones falleció ayer, a los 80 años, en un hospital de Londres acompañado por su familia. De formación jazzística, fue considerado como el stone imprescindible.

Es el fin del pacto.
La culminación de la ruta del rock & roll construida con la argamasa del más puro jazz. Ha muerto Charlie Watts, ha muerto un Rolling Stone y la supuesta eternidad de una de las majestades satánicas pierde el primer mano a mano con el tiempo, aunque todos hayamos creído que eso nunca iba a suceder.

La vía que llevaba a Watts a transitar su octava década de vida se terminó abruptamente. O quizás no. Por algo Watts se bajó de la batería de los Stones por primera vez en 56 años junto a la banda. El corazón y el alma del grupo de rock and roll más grande de la historia entendió que era el final, que no había espacio para una gira más.

Es el último beat de la piedra rodante donde se apoyaba el equilibrio, la mesura, el tempo, por más que los chicos, como a él le gustaba llamar a Mick Jagger, Keith Richards y Ronnie Wood, lo esperaran de un momento a otro en el tour No Filter que sus compañeros iban a retomar el próximo mes y que fue interrumpida por la pandemia a comienzos del 2020.

El golpe de efecto, tan propio de los Rolling Stones, era que Charlie recibiera el ok de los médicos y en alguna de las fechas de la gira por Norteamérica apareciera otra vez detrás de los parches y los platillos.

“No quiero dejar de tocar. Temo dejarlo y hacerme viejo. Estoy seguro que siempre tocaremos alguna vez más”. Quizás en frases como estas se encierre el gran secreto de la longevidad como banda de los Stones. Ese deseo permanente de estar en un escenario tocando rock and roll.

¿La muerte de Watts marcará el fin de los Rolling Stones?. Foto: Prensa/Télam/AA

“Tocar la batería es muy físico, pero cuando no estoy de gira con los chicos no sé qué hacer. Es difícil parar, pero quizás se esté acercando el momento de decir adiós a todo esto. El cuerpo ya no aguanta ninguna jornada de resaca”.

Lo increíble del caso es que Charlie sólo paró un mes antes de morir. El pasado 5 de agosto la banda anunció que el baterista de mil batallas se bajaba de la gira por consejo de los médicos. “Me piden descansar y les voy a hacer caso”, se disculpó Watts. Y le dio su bendición a Steve Jordan, muy allegado a la banda por ser el baterista del proyecto solista de Richards.


La muerte tocó primero la puerta del más imperturbable integrante de la banda. La compostura típicamente inglesa de Watts fue el contrapeso perfecto en los años más duros de locura y descontrol de sus compañeros de ruta. Mientras el derrotero de excesos y drogas del resto no entra en una carilla, Watts estuvo en problemas a mediados de los ‘70 por su adicción al alcohol y la heroína, y después de aquello ya no hubo nada más en el alocado andar de la banda.

Casado con su mujer de siempre desde 1964, a Watts jamás le pareció atractivo el traje de rock star y siempre miró con cierto desdén el desborde de egos entre Jagger y Richards.

Shirley Ann Shepherd se casó con Watts en 1964. Se conocieron y se enamoraron mucho antes de que el baterista fuera miembro de The Rolling Stones. . Foto: AFP/Télam/AA

Sabía qué hacer con uno y con el otro. Con Mick diseñaba la tapa de los discos y la escenografía de los escenarios para las giras y con Keith construía desde la retaguardia del estudio, las canciones que después serían himnos. La música como lazo indestructible.

La patria Stone vernácula hoy llora a su más amado prócer. Cuando los Stones tocaron en Buenos Aires el 9 de febrero de 1995 en el estadio Monumental de Núñez, en la primera de la cinco inolvidables noches correspondientes al Voodoo Lounge Tour, al momento de las presentaciones vía Mick Jagger, la ovación al baterista fue por lejos la más estruendosa y prolongada. A tal punto que al resto de los Stones no les quedó otra que hacer señales de reverencia hacia el hombre que todo lo hacía fácil montado arriba de la batería.

«Prefiero tocar sutilmente que alardear con la batería”, fue una frase marcada en el decálogo de Watts, que no concebía que un músico de jazz nunca ganara los millones que factura un rockero. “El rock and roll es popular pero aún así, no es suficiente”.

Por sobriedad y elegancia Watts era el no-stone, pero en la unidad de las partes era el más. Y quizás sea por eso que la adoración de los fans rompiese el aplausómetro en cada presentación.
La muerte de Watts marca el fin de la siempre celebrada eternidad de los Stones. Por un momento nos creímos que fuera cierto y nadie está preparado para aceptarlo.
Adiós Charlie, la batería ya no tendrá quien la acaricie.


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