Ceferino, el joven mapuche que soñó con la redención de su raza

Héctor Jorge Colás *

Se cumple un nuevo aniversario del fallecimiento de Ceferino Namuncurá, “el lirio de la Patagonia”, acaecido en Roma, Italia el 11 de mayo de 1905.
El joven mapuche había nacido en Chimpay, Río Negro el 26 de agosto de 1886. Fue el sexto hijo de doce hermanos. Su madre fue Rosario Burgos, una cautiva chilena. En 1884, su padre el cacique Manuel Namuncurá, último soberano indio de Salinas Grandes fue derrotado por el Ejército argentino. En su rendición había pactado condiciones de paz y supervivencia. El Senado Nacional le otorgó tierras en las inmediaciones de Chimpay en Río Negro y un grado militar con sueldo.


 Pero en el año 1900 las tierras concedidas fueron remplazadas, por funcionarios del gobierno nacional, por otras ubicadas en el paraje de San Ignacio, al sur de la provincia de Neuquén. Esas tierras tenían un valor productivo inferior a las de  Chimpay. Ese año, obligado a dejar la zona, se produce la partida de Manuel Namuncurá y su tribu.


 Ceferino le pide a su padre que lo lleve a Buenos Aires. Quiere estudiar y algún día ser útil a la gente de  su  raza. El 20 de septiembre de 1897, con once años de edad, fue incorporado al Colegio Pío IX de Almagro.
 No sabía hablar el castellano. Era el centro de las miradas, algunas no muy amistosas por su condición de indígena. Todos comentaban la llegada del hijo del Gran Cacique mapuche.


 En el año 1902 alcanza el sexto grado. En la escuela de artesanos, Ceferino compartió con el afamado cantor nacional Carlos Gardel el mismo pabellón dormitorio y también cantaron juntos en el coro que dirigía el padre José Spadavecchia.
 Entre los festejos programados para el fin de curso se incluía, concursos de canto.  En una de esas celebraciones, Ceferino y Gardel llegaron a la final por ser los ganadores de anteriores rondas eliminatorias.


 En un fallo, donde los profesores salesianos medían la entonación, el timbre y la modulación de la voz, la prestancia y las canciones presentadas, el jurado, en decisión difícil por la paridad de los concursantes, consagró como ganador al joven mapuche.


  El “francesito”, como lo apodaban en su curso al que años después sería mejor y el más prestigioso cantante argentino,  tuvo que resignarse con un modesto segundo puesto superado por “el manso” el otro apelativo con el que identificaban sus compañeros a Ceferino.

Ceferino sufría por la situación de su madre. Había sido abandonada por su padre al asumir éste  su conversión a la religión católica que demandaba tener una sola esposa. En la opción entre las seis mujeres que tenía, según la costumbre de su raza, eligió para convivir en matrimonio monógamo a la más joven y desplazó a la madre del joven mapuche. Rosario Burgos dejó de ser esposa de Manuel Namuncurá y abandonó la tribu.


 El deseo de ser aspirante al sacerdocio se convertirá para él en una obsesión que no lo abandonará hasta el día de su muerte.
 La enfermedad seguía su curso y los superiores decidieron enviarlo a Viedma, confiando en que el clima patagónico favorecería su recuperación.
En enero de 1902, Ceferino viaja a Viedma. En el Primer Hospital de la Patagonia pasará los momentos más gratos de su vida, aunque allí también deberá cargar la cruz de la incomprensión y el rechazo. En ese lugar comparte estudios teológicos con otro enfermo de tuberculosis, Artémides Zatti, apóstol de la caridad y solidaridad humana que también fue consagrado “beato”.


Falleció en Roma, Italia, hace 115 años. A los 11 le pidió a su padre ir a Buenos Aires para estudiar y ser útil a su gente. El sacerdocio será su obsesión hasta el último día de su vida.



 Sabía Ceferino que estaba “desahuciado” y cuando la enfermedad le da tregua, confía en restablecerse. En ningún momento muestra actitudes de víctima, de depresión o de tristeza.
 En el Colegio San Francisco de Sales de Viedma reinaba un auténtico espíritu de familia que hizo que se integrara en un clima de confianza, de amistad, de afecto recíproco.  Apenas comenzaron las clases, Ceferino continuó sus estudios, incluyendo el latín, que estudiaban los aspirantes.
 Manuel Namuncurá avisado por Monseñor Cagliero de su intención de llevar a Ceferino a Italia, viajó a Viedma para despedirse de su hijo en junio de 1904. El joven enfermo se despidió con gran dolor y emoción de su padre.


En Italia, el 28 de marzo es internado en el Hospital Fatebenefratelli, atendido por los hermanos de San Juan de Dios. El sacerdote José Iorio dijo: “Nunca se le oyó quejarse de nada, aún cuando solo al verlo daba compasión y arrancaba lágrimas, por lo tan consumido y sufriente que se lo veía”. Monseñor Cagliero le da los últimos sacramentos y lo acompañó hasta el final. Fallece en silencio, el 11 de mayo de 1905.
 Sus restos descansan en una ruca construida por sus familiares en San Ignacio, Neuquén .


 El 7 de julio de 2007, el Papa Benedicto XVI declaró beato a Ceferino Namuncurá.  


 * Periodista de Viedma.    


Héctor Jorge Colás *

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