María del Carmen de la Barrera de Ingelmo y familia


Mujer de agallas y de decisiones en situaciones complejas y delicadas que no la amedrentaron para continuar con la tarea de impartir justicia.


María del Carmen, junto con su esposo Ángel Victoriano Ingelmo, arribó a estas tierras por invitación de Monseñor Jaime de Nevares. La familia de María del Carmen es oriunda de España, su abuelo, Pablo Nagore, de un pueblo cercano a Pamplona; al llegar a Argentina se radicaron en Quemú Quemú, La Pampa. Tuvieron carnicería; su esposa, la abuela María Arteaga, despostaba reses. Nicolás de la Barrera y Guillerma de la Barrera, padres de María del Carmen, tuvieron negocio de Ramos Generales en Fortín Olavarría, provincia de Buenos Aires. Guillerma fue maestra y directora de la escuela de ese lugar. Hoy, la Biblioteca del pueblo lleva su nombre.

María del Carmen nació el 3 de abril de 1939. Su familia paterna era de origen gallego. Tuvo cinco hermanos: Cacho, Lucio, Pirulo, Raúl y Guillermo. Estudió como pupila en la escuela de Lavallol- Euskal- echea, de curas vascos y monjas francesas; estas últimas la ayudaron a inscribirse en la facultad de derecho, y se alojó en el Pensionado de las Teresianas.

Su esposo Ángel Victoriano era hijo de Juan Ingelmo, español, y de Concepción Del Veccio, hija de italianos. Se fueron a vivir a Stroeder, una localidad de la provincia de Buenos Aires. Estos abuelos tenían un hotel frente a la estación de tren, en donde la abuela era la cocinera. Más adelante se radicaron en Bahía Blanca, y tuvieron cuatro hijos: Pichón, Emilia, Ángel y Pituca. Ángel estudió como pupilo del Colegio Don Bosco donde conoció a don Jaime. Cuando terminó el secundario se fue a Bs.As. a estudiar Derecho, trabajaba de mozo. En la facultad conoció a María del Carmen, la invitó a bailar. Ella era más alta, con lo que le pidió que se sacara los zapatos y bailaron toda la noche.

Estudiaron la carrera juntos y terminaron casi a la par. Asistieron a la Ordenación episcopal de Don Jaime de Nevares en la Parroquia María Auxiliadora de Almagro. Posteriormente, en agosto de 1962, vinieron a Neuquén. Primero vino Ángel y luego María del Carmen. Como no estaban casados aún se alojaron en casas separadas, él en pensión y ella en casa de la familia Valls. La familia se completó con la llegada de cuatro hijos; Cecilia, abogada, trabaja en el Consulado Argentino en Alemania.

Pablo Mauricio, médico anestesista residente en Canadá; Hernán estudió Teología y Juan Ignacio es psiquiatra; los nietos completan la historia familiar. El hijo, autor de los recuerdos, relató que don Jaime iba a almorzar los domingos a su casa. Una vez instalados en la ciudad neuquina trabajó con el senador Jorge Solanas. María del Carmen y su esposo fueron docentes del Colegio Don Bosco. Allí los agrupaba el maestro Macario Ortega. Refiriéndose a don Jaime de Nevares, dijo María del Carmen: “Guardo mi afecto de verdadero Padre, el que nos trajo a Neuquén. Un domingo, cuando recién habíamos llegado, no teníamos auto; nos pasó a buscar para llevarnos a conocer la Confluencia. Festejamos navidades en casa, compartimos la vida y fue nuestra guía en múltiples oportunidades. “Nuestro Papá neuquino”. Mi abuela María y la mamá de don Jaime, Isabel Alcira Casares, eran fieles y compañeras. Te agregué algún relato… pero muchos más guardo en mi corazón”. En la foto vemos al matrimonio con don Jaime. La actuación de María del Carmen en temas judiciales del Neuquén fue de alto compromiso.

Durante muchos años fue Defensora de menores, pobres y ausentes, como se decía en ese tiempo. Desde allí trabajó junto al Padre Ítalo Varvello en el hogar Rayito de Sol y llevó casos de alto riesgo judicial en la ciudad de Cutral Co de aquellos años.

Fue defensora del Tribunal Superior de Justicia de la Provincia. Más tarde ocupó el cargo de Jueza de Cámara del juzgado Federal oral de Neuquén donde le tocó llevar adelante, entre otros, el caso del soldado Carrasco. Mujer de agallas y de decisiones en situaciones complejas y delicadas que no la amedrentaron para continuar con la tarea de impartir justicia en el hecho que así lo requería. La entrevistamos, apreciamos su mente plagada de recuerdos, y su eterno agradecimiento a estas tierras que la acogió.


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