Mamarrachos de la cultura

Ricardo Bustos

MISIONES

Respeto a todas las ideologías, religiones, cultos o creencias. Sólo en un punto de convergencia, creo debemos estar de acuerdo y es cuando de país, patria o nación se trata, si habitamos y pisamos la misma tierra.

He visto el “mamarracho” al que el gobierno nacional, con una absoluta falta de respeto a la memoria de quienes hicieron posible recuperar la democracia, realizó en las escalinatas del Centro Cultural Néstor Kirchner (el edificio del Correo Argentino)

Allí, como creyendo ser dueño de la única verdad del pueblo argentino, se puso de manifiesto el tremendo y macabro egoísmo de una facción que gobierna el país como si fuera su empresa privada.

Colocaron como estatuas con sonido (porque eso no era música) a un grupo de personas que trataba de cantar el Himno Nacional Argentino (a su manera) sin un mínimo espacio para la ética y estética que merece un homenaje de esa naturaleza, donde debieron mostrar, además de las fotos de las Madres de Plaza de Mayo y Abuelas o la Corte Suprema de Justicia, a todos los que hicieran posible que hoy podamos conmemorar un año más en democracia.

Raúl Alfonsín, Ernesto Sabato, Graciela Fernández Meijide, el fiscal Strassera, Magdalena Ruiz Guiñazú, solo por nombrar a algunos de los cientos de personajes que habrán de quedar en la historia como aquellos que forjaron las bases para esta nueva etapa de Argentina.

El festival de raperos que presentó el Gobierno nacional deja al desnudo, que a esta gente que gobierna Argentina, le importa poco o nada el respeto por las instituciones y su gente, sus valores morales y la forma de conducir la democracia como agrupaciones políticas gobernantes.

Allá lejos quedaron los intérpretes musicales que supieron representar a los jóvenes argentinos en el arte: Soledad, Víctor Heredia, Fito Páez, etc.

Si hubieran querido ser un poco justos con la personalidad del pueblo en cada una de sus provincias, podían haber mostrado músicos del Litoral, de Córdoba, la Puna, Cuyo, la pampa y la rica y extensa Patagonia argentina o el sentir de los porteños.

Nada de eso estuvo presente. Sólo pudimos escuchar sonidos guturales, ver piercing, tatuajes y gestos por momentos obscenos.

Así estamos y así estaremos porque, aparentemente, eso es lo que gusta a una gran mayoría del pueblo argentino. Respetaré como lo hice siempre, pero con derecho a opinar.


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