Los comedores parroquiales

Por Carta de lector

Roberto Fermín Bertossi
Córdoba

Los comedores parroquiales también o comunitarios son organizaciones fraternas de solidaridad espontánea que actual y cotidianamente, proporcionan alimentación a personas con exiguos o nulos recursos, excluidos o habitantes de la calle.

Su propósito es aportar a la solución o alivio de las más básicas necesidades alimentarias de personas que se encuentran en condiciones de vulnerabilidad social, como indigencia, discapacidad o carencia nutricional.

Desempeñaron un rol fundamental en la última pandemia por covid, complementando y en casos, supliendo responsabilidades estatales propias, entonces y ahora. En general, los comedores barriales continúan ofreciendo nutritivas comidas gratis, sin distinción de sexo, raza, país o religión. Personas que hacen cola por cuadras, esperando alineada, pacífica y resignadamente el turno.

Suelen interactuar con bancos de alimentos, pero fundamentalmente con donantes y donaciones en el mayor de los casos anónimas, siendo gestionados y atendidos por personas que, voluntaria y altruístamente, aportan su tiempo, disponibilidad, generosidad, experiencia, recursos, bienes y calidez humana.

Estos comedores, en épocas de emergencia o crisis alimentaria, asisten barrial o parroquialmente con una o más de las comidas diarias a personas y familias desintegradas exclusión social, desocupación, desalojos; inseguridad alimentaria, violencia, adicciones y/o delincuencia; ello para cooperar indudablemente con su gradual y paulatina rehabilitación y reinserción social. Concretamente que cada hombre o mujer, en virtud de su dignidad e igualdad fundamental, llegue a ser capaz de ser, por sí mismo, responsable de su mejora material y bienestar propios; todo lo cual supone alcanzar la titularidad de una vida digna y decorosa al poder vivir por sus propios esfuerzos.

Son decisivos para la implementación de estos comedores, aspiracionales e inspiracionales tanto de la dignidad humana en cada persona, la destinación universal de los bienes como la “puesta en común”

Nutren substancialmente a cada una de estas informales ongs, un admirable voluntariado con cultura del servicio; y una economía de la gratuidad como alternativa a la cruel competitividad y el economicismo puramente financiero lucrativo, en orden a la transformación más justa, solidaria y fraterna de una sociedad para todos.


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