La muerte como herramienta de control

Fabián Wotnip, fwotnip@yahoo.com.ar
Buenos Aires

La muerte es una realidad inevitable que todos enfrentaremos. Desde tiempos inmemoriales, filósofos, poetas y pensadores han reflexionado sobre su naturaleza. En el ámbito de la psicoterapia existencial, se nos enseña a enfrentar la muerte no como un fin, sino como un motor que impulsa a vivir con autenticidad y plenitud. En el budismo zen, la muerte es vista como parte del ciclo natural de la vida, una transición más que un final.

Sin embargo, cuando la muerte se presenta en contextos de injusticia, corrupción y maldad, se transforma en una aberración que distorsiona el orden natural y atenta contra la dignidad humana. En estos casos, la muerte no solo es una tragedia personal, sino un síntoma de un mal mayor que afecta a toda la sociedad.

La muerte, en su sentido más puro, nos recuerda nuestra fragilidad y nos invita a reflexionar sobre el sentido de nuestra existencia. Desde el psicoanálisis, Freud nos hablaba de la pulsión de muerte, una fuerza intrínseca que contrasta con la pulsión de vida y sexualidad.

Sin embargo, la muerte causada por actos de maldad – ya sea a través de la corrupción, el tráfico de niños, o la represión estatal – representa una violación fundamental de los derechos humanos. Estas muertes no son el resultado de un ciclo natural, sino de decisiones perversas y deliberadas que despojan a las víctimas de su dignidad y humanidad.

En Venezuela, la situación es crítica. Un gobierno que no respeta los resultados democráticos y que recurre a la violencia y el asesinato para mantener el poder es una clara manifestación de cómo la muerte se utiliza como herramienta de control y represión. Estos actos no solo son crímenes contra las víctimas directas, sino contra toda la sociedad que vive bajo el yugo del miedo y la opresión.

Es imperativo que se haga justicia en estos casos. No solo por las víctimas y sus familias, sino por el bienestar y la salud moral de nuestras sociedades. La impunidad perpetúa el ciclo de violencia y corrupción, enviando el mensaje de que los poderosos pueden actuar sin consecuencias.

No podemos permitir que la muerte sea utilizada como herramienta de control y represión. Debemos luchar por un mundo donde la dignidad humana sea respetada y donde la justicia prevalezca. En honor a las víctimas, y en defensa de nuestra propia humanidad, es nuestro deber actuar.

En resumen, la muerte, cuando es manipulada por el mal y la injusticia, se convierte en un acto de profunda violación a los derechos humanos. Debemos enfrentar esta realidad con firmeza y determinación, luchando por la justicia y la dignidad de cada individuo. No podemos ceder ante las fuerzas del mal; debemos luchar por un mundo más justo y humano.

Atentamente,


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