La maestra que trabajó con Zatti, el Santo de la Patagonia
Beatriz Carolina Chávez
NEUQUÉN
El enfermero en bicicleta fue evangelizando a cada enfermo que visitaba. Su vida consagrada a ellos a través de su promesa de curación.
El testimonio de su sobrina nieta y de una maestra que trabajó con él en Carmen de Patagones -a fines de la década del 40- como la podemos ver en la foto, nos atestiguan su grandeza. Recordemos que nació en Roma, en Reggio Emilia, el 12 de octubre de 1880 y con sus padres- Albina Vecchi y Luis Zatti, -y sus siete hermanos emigró a la Argentina en 1897. Se instalaron en Bahía Blanca, donde los esperaba el tío Juan. Artémides vivió tres años en esa localidad y conoció allí a Salesianos que llevaban adelante la Parroquia de la Merced. Cuando concurría al seminario salesiano de Bernal se contagió de tuberculosis -en esos momentos, una enfermedad incurable-. Pero él se curó milagrosamente en Viedma.
Por este motivo y por la promesa que le hiciera a la Virgen María, Artémides decidió dedicar su vida al cuidado de los enfermos en la capital rionegrina, en calidad de Coadjutor Salesiano, es decir, como Hermano Laico Consagrado. Por esa promesa, una vez recuperada la salud estuvo más de cuarenta años en Viedma, en el Hospital San José. Su permanente domicilio fue el Hospital San José al cuidado de los enfermos de Viedma, Patagones y de la Patagonia.
En ese lugar practicó las virtudes cristianas, una confianza ilimitada en la Divina Providencia, un inmenso amor a Dios y a los prójimos más humildes y necesitados. La familia Zatti entabló amistad con el Párroco Padre Carlos Cavalli y Artémides encontró en él al consejero y director espiritual. El tiempo libre que le dejaba su trabajo lo pasaba en la parroquia ayudando en la limpieza y en el cuidado del templo. Se propuso estudiar para ser sacerdote en la Congregación Salesiana.
Zatti llegó a Viedma el 4 de marzo de 1902 y el padre Garrone fue su director espiritual y se preocupó de su salud. Ya en 1908 se encontraba curado. Bajo la guía del Padre Garrone se hizo enfermero. En la Universidad de La Plata había obtenido el título de “idóneo en farmacia”. Cuando en 1913 falleció el Padre Garrone, todo el peso del Hospital recayó en él. Otro que también llegó a Viedma, y también enfermo de tuberculosis, fue Ceferino Namuncurá. En sus memorias Zatti contaba la comida que le preparaba a Ceferino para curarse. En 1913 se colocó la Piedra Fundamental para construir un nuevo Hospital para lo que el padre Zatti organizaba rifas, ventas a beneficio, hasta que en pocos meses el hospital ya estuvo en pie, al lado de la Catedral.
El 19 de julio de 1950 Zatti subió a una escalera para arreglar un tanque de agua del techo. Resbaló y sufrió una terrible caída, que le despertó un adormecido cáncer de páncreas. Falleció el 15 de marzo de 1951 luego de un silencioso sufrimiento. La pobreza de espíritu y la de su vida religiosa, lo unieron definitivamente a Dios y a sus enfermos y pobres. Fue sepultado en la Iglesia Sagrado Corazón de Jesús, en el Instituto San Juan Bosco de Viedma.
Muchos testimonios dan fe de esto, como el de María Clotilde Viera, hoy de 94 años y radicada en Neuquén con su familia desde 2020, cuenta que cuando se recibió de maestra en la provincia de Buenos Aires, fue a trabajar a fines de la década del ’40 a Carmen de Patagones y trabajó con él en su obra salesiana, lo veía andar en su bicicleta visitando y curando enfermos. Esta mujer también trabajó en Cáritas de Capital Federal bajo la guía de Bergoglio. La sobrina bisnieta de Artémides, Ana María Zatti nos brindó testimonio muy valioso porque debido a la curación de un mal que la aquejaba prometió realizar la obra de evangelizar en el nombre de Zatti. Tomamos contacto telefónico con Ana María Zatti cuyo bisabuelo fue don Juan Zatti, hermano de Luis Zatti, papá de Artémides.
Ana desde joven escuchaba asiduamente las anécdotas de Artémides y cuando comenzó con la prédica de su obra nos dijo “El me eligió a mí, y yo lo elegí a Él”. Ana siente pasión por difundir la vida y milagros del Santo; son designios del Señor, soy su misionera”.
Cuando la gracia solicitada se cumplió comenzó su evangelización a través de las estampitas que entrega y habla sobre su vida, de su amor a los pobres. “No quiero partir de este mundo sin verlo Santo”. Se cumplió su deseo. Ana María difunde su santidad en charlas en escuelas, en televisión, “los enfermos vienen a mí, esta es mi misión, habla Él por mí”. Quiero difundir su vida en esta sociedad pos moderna, debemos tomar el ejemplo de Zatti, caminar junto a Él.
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