Horacio «Pechi» Quiroga, el hombre de la transformación

Por Marlene Velázquez de Quiroga


Fui su compañera de la vida, como esposa y madre de sus hijas. Fui también su compañera durante su apasionante carrera política, compartí sus decisiones, aciertos y contingencias.
Lo vi desarrollarse como Intendente de Neuquén y viví a su lado los momentos más hermosos y también otros no tan gratos.
Hoy quiero hacer un balance sencillo de sus días como intendente, en su memoria.
Los neuquinos tenemos buena memoria porque también tenemos una historia muy reciente. Una historia a la que podemos mirar y, por supuesto, analizar y poder comparar año tras año.
Al cumplirse hoy un nuevo aniversario del fallecimiento de Horacio “Pechi” Quiroga, invariablemente volvemos a recordar todo aquello que significó para los neuquinos su paso por las gestiones municipales, desde 1999 hasta 2019, año en el que partió para siempre.
Pero ya antes de 1999, durante su desempeño como vecinalista y como concejal, su compromiso con la ciudad se hacía visible en sus proyectos y declaraciones, con tanta convicción y apasionamiento que quería ser intendente lo antes posible para poder llevar a cabo esos sueños de los pioneros y fundadores de la ciudad de Neuquén.
Por eso, cuando asumió, a pesar de encontrarse con un Municipio deficitario y muy estancado en materia de obras públicas, como consecuencia de gestiones municipales anteriores pertenecientes al mismo signo político que el gobierno provincial, puso inmediatamente manos a la obra, como primera medida rodeándose de un equipo de funcionarios tan comprometidos como él dispuestos a encarar una profunda transformación de la ciudad capital, que en apenas cuatro años más cumpliría su primer centenario.
Planificación y mucho trabajo, desde tempranas horas y hasta el anochecer, sin pausa, fueron moldeando paso a paso la ciudad de Neuquén que se convertiría, sin dudas, en la capital de la Patagonia. Obras de desagües pluvioaluvionales y drenajes, ordenamiento administrativo y territorial y principalmente pavimento en las calles troncales y en los barrios dieron origen a una impresionante batería de obras, que contemplaron también la infraestructura de servicios, la cultura, el desarrollo humano y el esparcimiento de los vecinos.
Así llegó 2004 y mientras se celebraban los primeros cien años de la ciudad y se inauguraban obras emblemáticas, como la nueva Plaza de las Banderas, el MNBA, la nueva terminal de ómnibus, el Cenotafio dedicado a los Héroes de Malvinas, entre otras obras, la mirada de Pechi seguía atenta a la traza costera de la ciudad. Había que poner a Neuquén “mirando al río”, como decía textualmente Pechi.
Emprender el Paseo de la Costa, en un esfuerzo conjunto con la Provincia, como un ejemplo de convivencia entre distintos signos políticos en condición de gobierno, hizo posible uno de los emprendimientos más ambiciosos en la historia de la ciudad de Neuquén: el desarrollo de obras de infraestructura sobre la margen del río Limay, con la visión de extenderlas luego también sobre las márgenes del río Neuquén en el futuro.
Entre tanto, para atender el crecimiento exponencial de la ciudad, nuevas obras fueron consolidando esta transformación: el ensanchamiento de las Calles Dr. Ramón y Leloir, el Nodo Vial sobre la rotonda Horacio Forni, el Metrobus, más cuadras pavimentadas, parques lineales y espacios verdes en todos los barrios, centros culturales, el nuevo edificio de la municipalidad en el Oeste y, entre otras tantas acciones, la creación de la Fiesta de la Confluencia, marcaron un estilo de gobierno en constante inversión y a su vez austeridad a la hora de administrar los recursos públicos.
Sin dudas, el liderazgo de Pechi Quiroga fue un ejemplo de trabajo en equipo, con planificación, sin mezquindades, con negociaciones maduras entre el gobierno municipal y el provincial, acuerdos que hicieron posible la transformación más profunda de la ciudad de Neuquén en toda su historia.

Hoy, con las bases firmes heredadas de aquella gesta transformadora liderada por Pechi Quiroga entre fines del siglo XX y la actualidad durante prácticamente veinte años, solo resta dar continuidad al camino emprendido, sostener el ritmo de las obras y completar todo lo planificado, para continuar con el constante desafío de la transformación.
Pechi no quería para sí un monumento. En el fondo de su corazón sabía que lo iba a merecer, pero su familia, interpretando su inevitable trascendencia, se está ocupando de desarrollar una obra arquitectónica que represente su impronta, su obra, sus principios.
Este proyecto está en desarrollo, pero no se concretará antes hasta el año próximo, en ocasión de un nuevo aniversario de su partida.
A tres años de su desaparición física, sin lugar a dudas para los neuquinos Horacio Pechi Quiroga es el hombre de la transformación.


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